Duelo (one shot)

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Las campanadas sonaban fuertemente, en un ritmo constante, una y otra vez en la pequeña iglesia del pequeño pueblo de Rautjärvi, era un dia soleado, con el cielo azul despejado

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Las campanadas sonaban fuertemente, en un ritmo constante, una y otra vez en la pequeña iglesia del pequeño pueblo de Rautjärvi, era un dia soleado, con el cielo azul despejado.

Señor Simo Häyhä, ¿Acepta al dios de la muerte, Anubis como su futuro esposo? –.

Si, acepto –. Simo se veía precioso, con su traje color blanco perfectamente hecho para él, con una sonrisa radiante en su rostro pálido.

Señor Anubis, ¿Acepta al señor Simo Häyhä como su futuro esposo? –.

Acepto –. Y Anubis no se quedaba atrás, finalmente había dejado sus ropas egipcias, colocándose un traje elegante color negro, su cabello estaba corto y hasta peinado, sus ojos brillaban de la emoción.

¡Sin más que decir, los declaro esposos! ¡Puede besar al novio! –.

Y con eso, los recién casados se dieron un beso para sellar su matrimonio, la iglesia estalló en aplausos, adulaciones, acompañados por las bendiciones y buenos deseos por parte de los invitados, aunque lentamente se volvía un recuerdo distante, uno de días más felices.

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Las heridas son dolorosas cuando están frescas, sangran y pueden llegar a infectarse si no se tratan, más sin embargo logran sanar y dejan una cicatriz

Pero, ¿Como se puede sanar una herida que no puedes ver? Una herida invisible pero que es capaz de partir al dios más fuerte en dos sin matarlo, una herida que drenaba la energía y volvía todo el mundo gris, sin vida, privandolo de todo gozo y dicha.

Se la pasaba en la cama, como un perro esperando a que su dueño cruzara la puerta aún sabiendo que jamás lo hará. Pero ahí estaba, sin falta en la cama que solía compartir con él, aún las sábanas tenían su olor impregnado, el olor de la muerte, pero ya no le causaba exitación, solamente sus ojos se llenaban de lágrimas.

Jamás podría volver a sentir su calor, el sonido de su voz, el aroma de su piel por la mañana, el tacto de sus manos cuando estaba estresado o cansado, no podría volver a ver su piel desnuda o sentir sus suaves caricias detrás de las orejas.

Hubiera preferido que se hubiera ido por su cuenta, que lo hubiera abandonado e ido con alguien más, hubiera sido más fácil de asimilar, no así, no por una bala explosiva soviética. No había podido decirle adiós o un último "te amo", ya no podía hacerlo. Dolía tanto, le tanto coraje que hubiera destruido la unión soviética con sus propias manos, pero estaba tan agotado, tan solo que simplemente no tenía ganas, prefería estar dormido y soñar con su esposo, que aún lo recibía después de las juntas com los demas dioses, le contaría lo que pasó ahí, recibiría sus caricias y poner su cabeza en su regazo.

De vez en cuando Kille lo acompañaba, el pobre animal también estaba sufriendo, se acurrucaba con él, buscando su afecto y su apoyo. - Yo también lo extraño... -. Su voz ahora siempre estaba quebrada y temblorosa, socarrona de tanto llorar.

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