La oscuridad de la mina envolvía a Gosen mientras recobraba el conocimiento. Aunque aún débil, podía sentir la energía pulsante del lugar, como un latido constante que resonaba en su interior. Se incorporó lentamente, sintiendo el peso de su cuerpo y las heridas que aún le dolían.
A su alrededor, los sonidos de la mina resonaban en el aire, un eco constante que recordaba la antigua actividad que una vez llenó estos túneles. Los sanadores de la rebelión estaban cerca, ocupados en su labor de curar las heridas de los combatientes heridos en la batalla contra el ejército del duque.
Gosen se apoyó contra la pared fría de la mina, dejando que su mente vagara mientras intentaba recordar lo que había sucedido. Las imágenes de la batalla se mezclaban con destellos de recuerdos fragmentados, como piezas de un rompecabezas que se resistían a encajar.
"¿Quién soy?", se preguntó en voz baja, dejando que la pregunta flotara en el aire sin respuesta. Sabía que no era un simple mortal, como había dicho aquel misterioso concepto que se enfrentó en la batalla. Había algo más en él, algo que aún no comprendía del todo.
Mientras reflexionaba sobre su identidad perdida, las voces de los líderes de la rebelión resonaron en la distancia. La discusión sobre los próximos pasos en la lucha contra el duque estaba en pleno apogeo, y Gosen sabía que pronto tendría que unirse a ellos para enfrentar lo que sea que el destino les deparara.
Con un suspiro, se alejó de la pared y se dirigió hacia donde se encontraban Asger y los demás. Aunque aún desconcertado por su pasado borroso y sus misteriosas habilidades, estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en su poder para ayudar a la rebelión en su lucha por la libertad. Mientras Gosen reflexionaba sobre su identidad perdida, un destello de recuerdo atravesó su mente. Dos espadas gemelas, la Espada del Orden y la Espada del Caos, resonaban en su memoria como reliquias de un pasado olvidado. La Espada del Orden, imbuida con el poder de la pureza, desintegraría al instante cualquier cosa impura que tocara. En contraste, la Espada del Caos, hambrienta de carne, sangre y energía, devoraría todo a su paso con voracidad insaciable.
Estos pensamientos trajeron consigo una sensación de poder y responsabilidad que Gosen apenas podía comprender. ¿Cómo había llegado a poseer estas espadas? ¿Qué significaban para él y su papel en la lucha contra la opresión del duque?
Con determinación renovada, Gosen se dirigió hacia donde se encontraban Asger y los líderes de la rebelión. La discusión sobre los próximos pasos en la lucha contra el duque estaba en pleno apogeo cuando él se unió a ellos.
"Asger", dijo Gosen en voz baja pero firme, captando la atención de la líder rebelde. "Recuerdo algo importante. Dos espadas gemelas: la Espada del Orden y la Espada del Caos. Parecen ser clave en nuestra lucha contra el duque."
Asger frunció el ceño, intrigada por las palabras de Gosen. "¿Espadas gemelas? ¿Cómo es que las recuerdas ahora?"
Gosen sacudió la cabeza, tratando de ordenar sus pensamientos. "No lo sé con certeza. Es como si una parte de mí las hubiera estado buscando en la oscuridad de mi mente. Pero estoy seguro de que tienen un papel crucial que desempeñar en esta batalla."
Fill y Nigsen intercambiaron miradas de sorpresa, mientras Eminel observaba con interés desde el fondo de la sala. Todos sabían que las espadas gemelas podrían ser la clave para inclinar la balanza a su favor en la guerra contra el duque.
Asger asintió con determinación. "Entonces, debemos encontrar estas espadas y usar su poder para derrotar al duque de una vez por todas. Gosen, guíanos hacia ellas. Confiamos en ti." Guiar pregunto Gosen confundido, pero decidido a seguir adelante. Mientras concentraba su energía y pensaba en las espadas gemelas, algo sorprendente sucedió. De repente, en sus manos aparecieron las dos espadas, tan hermosas como poderosas. La Espada del Orden brillaba con una luminosidad blanca, tan pura como la nieve, con una empuñadura elegante en forma de balanza. En contraste, la Espada del Caos emanaba una oscuridad inquietante, con una empuñadura adornada con dos cráneos, uno de los cuales parecía tener una naturaleza demoníaca, rodeado por una energía que irradiaba odio puro.
Los rebeldes observaron con asombro las espadas recién aparecidas en las manos de Gosen. Era evidente que estas armas legendarias poseían un poder inmenso y una historia intrigante detrás de ellas.
Asger se acercó a Gosen, admirando las espadas con reverencia. "Son magníficas", murmuró. "Con estas armas, tenemos una verdadera oportunidad de vencer al duque y liberar a nuestro pueblo."
Gosen asintió solemnemente, sintiendo el peso de su destino descansar sobre sus hombros. "Debemos usarlas con sabiduría y determinación. Son nuestras mejores esperanzas en esta batalla."
Con las espadas gemelas en su posesión, los rebeldes se prepararon para enfrentarse al ejército del duque una vez más. Sabían que el camino por delante estaría lleno de desafíos y peligros, pero con el poder de las espadas y su determinación inquebrantable, estaban listos para enfrentar cualquier adversidad que se interpusiera en su camino hacia la libertad.
En un lugar misterioso, donde un trono hecho de estrellas brillaba con una luz celestial, el concepto herido se postró ante su superior, otro ser conceptual de gran poder. Con voz entrecortada, el concepto informó a su superior sobre el enfrentamiento con Gosen y los rebeldes.
El otro concepto escuchó atentamente, su semblante impasible mientras absorbía la información. Finalmente, reveló el nombre del concepto elemental, Gosen Desnar, con una calma inquietante.
Con una voz tranquila pero llena de autoridad, el superior dio una orden tajante: Gosen Desnar debía ser eliminado a toda costa. Era evidente que el concepto elemental representaba una amenaza que debía ser erradicada sin demora.
El concepto elemental, conocido como Nihilus, asintió con solemnidad ante la orden de su superior. Con una determinación implacable en sus ojos oscuros, Nihilus juró cumplir la misión asignada sin vacilar. Gosen, todavía en proceso de recuperación, se encontraba sentado en una esquina de la mina, sosteniendo las dos espadas gemelas en sus manos mientras reflexionaba sobre su situación. A su lado, Asger, la líder de la rebelión, se acercó con una expresión de preocupación en su rostro.
Asger: Gosen, ¿cómo te encuentras? Has pasado por una batalla muy difícil.
Gosen levantó la mirada y asintió, mostrando determinación en sus ojos.
Gosen: Me estoy recuperando. Pero algo en mí ha cambiado desde esa batalla. He recordado algo importante.
Asger frunció el ceño, intrigada.
Asger: ¿Qué has recordado?
Gosen se tomó un momento antes de responder, sosteniendo las espadas con firmeza.
Gosen: Estas espadas... la Espada del Orden y la Espada del Caos. Son parte de mi pasado, de quién solía ser.
Asger observó las espadas con interés, reconociendo la importancia de lo que Gosen estaba revelando.
Asger: ¿Y qué significan estas espadas para ti?
Gosen respiró hondo antes de continuar, eligiendo sus palabras con cuidado.
Gosen: Representan dos fuerzas opuestas, dos caminos que puedo seguir. La Espada del Orden desintegra lo impuro al instante, mientras que la Espada del Caos consume todo a su paso, carne, sangre y energía. Son un recordatorio de mi poder y mi responsabilidad en esta lucha.
Asger asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.
Asger: Entiendo. Pero debes tener cuidado, Gosen. El poder de esas espadas es inmenso, y podrían llevarte por caminos peligrosos si no tienes cuidado.
Gosen asintió en respuesta, consciente del peso que llevaba sobre sus hombros.
Gosen: Lo sé. Pero estoy decidido a usar este poder para ayudar a nuestra causa, para luchar por la libertad de nuestro pueblo.
Asger sonrió, reconociendo la determinación de Gosen.
Asger: Entonces, lucharemos juntos, Gosen. Por la libertad de Des Esnir y por un futuro mejor.
Gosen devolvió la sonrisa, sintiendo un renovado sentido de propósito mientras se preparaba para enfrentar los desafíos que les esperaban
Mientras Gosen y Asger conversaban sobre las espadas y su papel en la lucha, Eminel se acercaba con paso apresurado, con los ojos brillantes de emoción y curiosidad. Sin embargo, su concentración en las preguntas que iba a hacer le hizo tropezar con un montículo de escombros, causando un estruendo y un revuelo en la mina.
Eminel: ¡Oh, por las almas de las nutrias! ¡Lo siento mucho, chicos!
Gosen y Asger se voltearon hacia el alquimista, conteniendo una risa ante su torpeza.
Gosen: No te preocupes, Eminel. Parece que tu entusiasmo por las preguntas te hizo perder el equilibrio.
Asger extendió una mano para ayudar a Eminel a levantarse, mientras los otros rebeldes se acercaban para ver qué había causado el alboroto.
Asger: ¿Qué querías preguntar, Eminel? Parecías emocionado por algo.
Eminel se sacudió el polvo de la ropa y se enderezó, recuperando su compostura con una sonrisa.
Eminel: ¡Ah, sí! Estaba pensando en cómo podríamos aprovechar el poder de las espadas de Gosen en nuestra lucha contra el duque. Imagina las posibilidades al combinar su poder con mi alquimia.
Gosen asintió, intrigado por la idea.
Gosen: Vaya, parece que alguien está emocionado por la perspectiva de hacer explotar cosas. Me gusta.
Asger, siempre pragmática, agregó:
Asger: Pero primero debemos asegurarnos de que Gosen esté completamente recuperado. No podemos arriesgarnos a enviarlo a la batalla si no está en plenas condiciones.
Los rebeldes asintieron en acuerdo, reconociendo la sabiduría en las palabras de su líder. Mientras tanto, Eminel comenzó a hablar emocionadamente sobre sus ideas para mejorar las defensas de la base utilizando la alquimia y el poder de las espadas, mientras Gosen reflexionaba sobre su papel en la lucha y las decisiones que tendría que tomar en el futuro. La mina resonaba con la energía de la preparación y la determinación, mientras los rebeldes se unían en su determinación de enfrentar al duque y sus fuerzas con todo lo que tenían.
gosen dijo creo que ya estoy bien digo este vapor es una señal y al parecer ni cicatrices me dejo solo para reir de una manera un poco arrogante
Asger frunció el ceño ligeramente ante la risa de Gosen, pero luego soltó una leve sonrisa, reconociendo su peculiar personalidad.
Asger: Bien, Gosen. Si te sientes lo suficientemente bien como para reír, entonces supongo que estás listo. Pero recuerda, no subestimes al duque ni a sus fuerzas. Estamos en una situación delicada.
Gosen se encogió de hombros con indiferencia, pero su mirada reflejaba una determinación subyacente.
Gosen: No te preocupes, Asger. Estoy más que preparado para lo que sea que el duque nos lance. Además, ¿qué sería de la vida sin un poco de emoción?
Los otros rebeldes intercambiaron miradas entre sí, algunos con expresiones de preocupación y otros con una mezcla de diversión y admiración por la actitud despreocupada de Gosen.
Asger asintió, reconociendo la verdad en las palabras de Gosen, aunque seguía preocupada por lo que el futuro les deparaba.
Asger: Muy bien, entonces. Prepárate, todos. La batalla está por venir, y no podemos permitirnos bajar la guardia ni por un momento.
Con renovado espíritu y determinación, los rebeldes se prepararon para el próximo enfrentamiento con el ejército del duque, sabiendo que el destino de su pueblo dependía de su valentía y su voluntad de luchar hasta el final.
Eminel, quien había estado observando en silencio, se adelantó con una expresión de determinación en su rostro.
Eminel: Gosen, aunque a veces pareces tomarte las cosas a la ligera, sé que eres un guerrero valiente y capaz. Pero esta vez, debemos estar más alerta que nunca.
Gosen asintió, reconociendo la seriedad en las palabras de Eminel. Sin embargo, antes de que pudieran continuar con su conversación, un estruendo repentino resonó en la sala, seguido por el sonido de vidrio rompiéndose.
Todos los presentes se giraron para ver a Eminel, quien había tropezado con una mesa y derribado una lámpara antigua. El desastre fue instantáneo, con pedazos de vidrio esparcidos por el suelo y el sonido de la madera crujiente bajo sus pies.
Eminel miró a su alrededor, visiblemente avergonzado por su torpeza, mientras los demás rebeldes contuvieron la risa, aunque algunos no pudieron evitar soltar una risita nerviosa.
Gosen se acercó a Eminel con una sonrisa burlona y encogiéndose de hombros dijo un que mas da y le extendió la mano para ayudarla a levantarse