Capítulo 6

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Jimin

Miro a Taehyung e Isabel de un lado a otro, notando su tono de piel pálido y su silenciosa preocupación.

-¿Por cuánto tiempo está retrasado el avión? -pregunto, revisando la hora en mi teléfono.

-Se suponía que llegaría hace cinco horas. Geom nunca antes había llegado tarde. -Isabel habla, haciendo saltar a Sadie en sus brazos y visiblemente tratando de controlar los temblores de miedo que azotan su cuerpo.

Me levanto de la silla e intento rodearla con un brazo, pero ella se aleja de mi tacto como un caballo asustadizo. Suspirando, dejo caer mi mano.

-¿Es posible que no hubiera refugiados que tuvieran que hacer el viaje hoy? -Jae-sang pregunta, tan lógico como siempre.

-No hemos tenido un solo día sin un nuevo lote. -Gabriel responde con gravedad-. La lista de espera en el continente es de un kilómetro y medio. Si no vino hoy, entonces algo salió mal.

-¿Las noticias fuera del continente todavía están bloqueadas? -cuestiono, aunque ya sé la respuesta. Damon cerró tan herméticamente a los medios de comunicación que la única información disponible para nosotros es la que nos traen los refugiados y los espías.

-Sí. -responde Gabriel, con la misma expresión oscura-. Veré si puedo acceder a nuestra red de espías. Tengo algunas personas desplegadas alrededor de los puntos de salida de la costa. Pero, para ser sincero, el hecho de que no hayan informado a ninguno de los dos no augura nada bueno.

-¿Qué hacemos? -Isabel se preocupa en voz alta, mirando esperanzada al Rey-. ¿Puedes organizar una misión de rescate?

-No podemos ir a ciegas. -Philippe declara contundente-. Necesitamos saber a qué nos enfrentamos antes de enviar tropas de socorro o más aviones.

-Pero si los campos de la costa están siendo atacados, entonces necesitan tu ayuda ahora. -argumenta Isabel, dirigiendo su mirada frenética hacia mí-. ¡Jimin, haz algo!

-Lo haremos. -prometo, resistiendo el impulso de alcanzarla de nuevo-. No vamos a dejar que nuestra gente se las arregle sola, pero Philippe tiene razón si cargamos a ciegas, no sólo corremos el riesgo de fracasar, sino que también corremos el riesgo de perder incluso a más personas de las que ya estaban en peligro.

-¡Pero no hay tiempo! -Isabel insiste-. Podrían ya estar muertos.

Aunque ella lo dice, puedo escuchar el miedo secreto que no se permite expresar. Ella quiere decir que podría estar ya muerto. Él, Geom, el soldado que rescató a Sadie y entrega a los huérfanos asustados a la seguridad de la guardería de Isabel todos los días, quien consoló a la distante loba a pesar de sus feroces protestas. Sabía que ella se estaba encariñando con él, pero no me había dado cuenta de cuán bajo ya había caído. Rezo una oración silenciosa a la Diosa por la seguridad del hombre, para ahorrarle más dolor a mi malhumorada amiga al menos.

-Lo sé. -le digo suavemente-. Pero no tenemos muchas opciones aquí, Isabel.

-¡No me mires de esa manera! -ella espeta, abrazando a Sadie más cerca-. Como si fuera una mujer histérica que no puede entrar en razón. No soy frágil y no necesito tu compasión.

Cruzo los brazos sobre el pecho y un gruñido instintivo cobra vida en mi pecho. Isabel se sobresalta, su lobo temblando reflexivamente ante mi advertencia.

-Eso no es lo que estoy haciendo, y arremeter contra mí no lo traerá a casa más rápido. -declaro con calma.

Sus ojos se abren ligeramente y luego se desinfla, sometiéndose a mi dominio.

Sυʂƚιƚυƚσ αƈƈιԃҽɳƚαʅ ραɾα ҽʅ Aʅϝα࿐𝒱𝑜𝓁. 𝐼VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora