Capítulo 18

765 189 17
                                    

Jimin

—Antes de que existiera el mundo, antes de que existieran los planetas, las estrellas o incluso el polvo, sólo había oscuridad. La oscuridad estaba gobernada por un dios de la creación, un ser celestial todopoderoso que el universo había creado para gobernar los cielos. Existió en tranquila soledad durante milenios, explorando los confines más lejanos de su dominio, sin cansarse nunca, sin pedir más. —comenzó la extraña mujer.

—¿Pero no quería cosas, como amigos? ¿O un cachorro? —pregunto con entusiasmo, sintiéndome extraordinariamente audaz.

Estoy recostado contra el pecho de mi visitante, pasando mis pequeñas manos por su cabello brillante y preguntándome la forma en que hace que mis dedos brillen y zumben con electricidad.

—Bueno, esa es una buena pregunta. Si no supieras que existen amigos o cachorros, ¿los añorarías? —ella pregunta, sin molestarse en lo más mínimo por mi interrupción.

Arrugo la cara confundido, tratando de resolver este rompecabezas. 

—Supongo que no. No puedes querer algo si no sabes que existe. Pero creo que me sentiría solo.

—Y él también —ella confirma—, aunque él no se dio cuenta en ese momento. Pero el universo lo sabía, había querido que este Dios existiera para que pudiera crear, pero no estaba creando nada en absoluto. Necesitaba un compañero que lo inspirara. Entonces el universo ideó otra magia, una que sería el equilibrio perfecto para sus propios poderes, y que necesitaría que alguien también la vigilara.

—¿Qué era?—pregunto con ansias.

—¿Puedes adivinar? —la mujer pregunta—, ¿Qué es lo opuesto a la oscuridad?

—¡Luz! —exclamo, sin apenas pensarlo. Paso de su cabello para jugar con la tela de su vestido, pero mis manos parecen moverse a través de él como niebla.

—Muy bien. —ella alaba, llenándome de calidez—. Entonces apareció la luz del día y rompió la oscuridad infinita de Dios. No sabía lo que estaba pasando, sólo que de repente todo era diferente… más mágico. Fue a buscar y se encontró con una diosa de la luz. Cuando la vio, se dio cuenta de lo que se había estado perdiendo durante tanto tiempo y al instante se enamoró.

La emoción está puesta en su voz, aunque no entiendo por qué.

—Ella también lo amaba y juntos crearon mundos enteros, galaxias llenas de vida, cada una diferente y especial a su manera.

—¿Galaxias como las del espacio? —pregunto, queriendo asegurarme de que tengo la información correcta.

—Las galaxias son como en el espacio —ella confirma—, como este planeta en el que estamos ahora, es parte de una galaxia, y fue una de sus creaciones, una de sus favoritas. Porque crear mundos requiere práctica. Cada uno tenía su propia magia, pero algunos eran más especiales que otros. Y en éste aprendieron a crear animales y personas e incluso algunos seres intermedios. Ahora bien, estos dioses nunca pidieron ser adorados, pero sus creaciones podían sentir su magia corriendo por sus venas, y por eso les pusieron nombres.

—Me gusta nombrar las cosas. —ofrezco, pasando mis dedos sobre su piel brillante.

—A mí también. —la mujer expresa con cariño—. Los humanos llamaban a los dioses de las creaciones con muchos nombres diferentes, pero los lobos tenían sentidos más agudos. Podían sentir la fuente de la magia en el mundo, y por eso nombraron a la Diosa de la luz en honor a su Luna.

—¿Qué pasa con el dios oscuro? —pregunto con curiosidad, haciendo una pausa en mis exploraciones para mirar su glorioso rostro.

—Bueno, verás, ese es el problema… no podían sentir su poder con tanta fuerza. Pensaron que la oscuridad era una maldición rota por la luz, cuando en realidad eran dos mitades de un mismo todo. Entonces los lobos no le pusieron nombre, se olvidaron de adorarlo. En cambio, le temieron y lo injuriaron. Con el tiempo tuvo celos de la que llamaban Diosa de la Luna. Comenzó a castigar a sus creaciones, a perseguirlas y atormentarlas, asustarlas y a hacer cosas que no debía. —ella explica con tristeza.

Sυʂƚιƚυƚσ αƈƈιԃҽɳƚαʅ ραɾα ҽʅ Aʅϝα࿐𝒱𝑜𝓁. 𝐼VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora