021; Desastre

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Las posibilidades eran escasas, como encontrar una aguja en un pajar. Me sentía incapaz de mantenerme en pie sin que mi mente se llenara de remordimientos por todo lo que había hecho, lo que había entregado, y las cosas que había perdido durante tanto tiempo.

—¿Estás bien, cariño?—preguntó la mujer, pero yo seguía atrapada en mi propio trance.

Fue cuando Xander lamió mi mano que finalmente comencé a procesar las palabras de ella. La miré directamente a los ojos, sin saber qué hacer: ¿escapar y llorar en casa o simplemente dejarme caer en ese frío suelo recién barrido?

A pesar de mi estado de shock, la esposa de mi novio me ofreció amablemente una taza de té. Me senté a la mesa, sintiendo sus ojos seguir cada uno de mis movimientos, sin permitirme respirar tranquila.

Jayme rompió el incómodo silencio con una pregunta suave pero directa:

—¿Cómo te conociste tú y Enzo?

—Cuido de Xander cada vez que el no está—balbucee lo primero que se me vino a la mente, encontrándome con sus ojos verdes abiertos de la curiosidad por saber más de mi.

—Vaya... ¿Qué tan cercanos son? Enzo no dejaría jamás a cualquier persona cuidar de Xander—afirmó mientras bebía de su te.

—Bastante cercanos...

Tragué saliva antes de responder, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar nuestra complicada situación.

—Ya debería irme...— dije, tratando de encontrar una excusa para escapar de la incómoda situación.

—¿Tan pronto?— Jayme rió, su sonrisa parecía genuina pero había algo en su mirada que me hacía sentir aún más incómoda. —Lamento si te asusté. Creo que al final siempre soy muy directa, eso es algo que mi esposo y yo no tenemos en común. Pero creo que lo sabes, ¿No?

Asentí, sintiendo el peso de la tensión entre nosotras. Era evidente que Jayme tenía muchas preguntas, y aunque traté de ocultar mis propias inseguridades, su agudeza me dejaba vulnerable.

Jayme tomó otro sorbo de su té antes de continuar, su mirada penetrante no dejaba espacio para evasivas.

—¿Qué te atrajo de Enzo?—preguntó, con una curiosidad que no parecía tener límites. Yo me sonrojé.

—¿C-como...?

—Ya sabes. Un hombre con su mirada pesada jamás ha sido bueno haciendo amigos. Además, tienes como 17... ¿No es así?

Me sentí repentinamente atrapada, como si estuviera en un interrogatorio al que no estaba preparada para enfrentar. Traté de encontrar una respuesta adecuada mientras jugueteaba nerviosamente con la taza de té entre mis manos.

—Es... complicado,— murmuré, buscando desesperadamente una salida elegante de la conversación. Sin embargo, sabía que Jayme no se detendría hasta obtener respuestas.—Es una persona inteligente.

Jayme inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera considerando mis palabras. —Interesante,— comentó, antes de continuar con su interrogatorio. —¿Dónde te encontraste por primera vez con Enzo?

Antes de que pudiera responder, la puerta de la casa se abrió de golpe, interrumpiendo nuestra conversación. Mi corazón dio un vuelco al ver a Enzo paralizado en el umbral, sus ojos se abrieron con sorpresa al encontrarse con su novia y su esposa en la misma habitación.

—___,— murmuró Enzo, pero antes de que pudiera decir algo más, Jayme se adelantó y lo abrazó. Enzo se apartó de ella al instante, con una expresión de confusión en su rostro.

Me levanté rápidamente, sintiendo que la atmósfera se volvía aún más tensa.

—Lo siento, debo irme,—murmuré, sintiendo la urgencia de escapar de aquella situación incómoda.

Sin esperar más, me dirigí hacia la puerta, con el corazón latiendo desbocado en mi pecho. Era evidente que mi presencia allí era un error, uno del cual no podía escapar lo suficientemente rápido.

Enzo tomó suavemente mi mano, su mirada suplicante buscando la mía mientras me susurraba que no me fuera, prometiendo explicarme todo. La urgencia en su voz era palpable, pero antes de que pudiera responder, Jayme intervino con voz firme.

—Deja que se vaya, Enzo,—dijo Jayme con determinación, su tono no dejaba lugar a discusiones. —Es solo una jovencita, probablemente tiene muchas cosas que hacer en su casa.

Sentí el peso de sus palabras como un golpe en el pecho, la realidad de la situación se apoderó de mí. Asentí en silencio, sintiendo que no tenía otra opción más que partir. Me solté suavemente de la mano de Enzo y dirigí una mirada de disculpa hacia Jayme.

Con el corazón latiendo desbocado, salí de la casa, sintiendo los pasos apresurados de Enzo siguiéndome. Aceleré el paso, tratando de alejarme lo más rápido posible, pero Enzo me alcanzó y me agarró del brazo.

—¡No te vayas!—gritó Enzo desesperadamente, su voz llena de angustia.

Antes de que pudiera responder, Jayme salió de la casa y se acercó a nosotros.

—Enzo, vuelve adentro,—ordenó con firmeza.

Enzo parecía dispuesto a obedecer, pero en lugar de entrar en la casa, se dirigió hacia su auto en busca de las llaves. Jayme lo detuvo en seco.

—¿Por qué tienes tanta urgencia de hablar con ella?— preguntó Jayme, su tono cargado de reproche.

Enzo se volvió hacia Jayme, su expresión llena de frustración.

—No tienes derecho a dirigirme la palabra,— dijo con voz rígida, su mandíbula apretada con determinación.

Jayme se mantuvo firme, su mirada fija en Enzo con determinación.

—Es hora de hablar las cosas, Enzo. Nuestro matrimonio no puede acabar de la noche a la mañana,— declaró con voz firme, su tono lleno de insistencia.

Enzo la ignoró por completo, sus manos buscaban frenéticamente las llaves del auto entre los bolsillos de su chaqueta y los compartimentos del vehículo. Su frustración era palpable mientras el silencio pesaba entre ellos. Después de un momento tenso y sin éxito en su búsqueda, Enzo miró a Jayme con dureza antes de dirigirse de nuevo hacia la casa, dejando atrás la discusión sin resolver y un mar de emociones encontradas. Su esposa lo sigue hacia la casa, determinada a no dejar que la conversación quedara en el aire. Lo alcanzó en el porche y lo detuvo con una mano en su brazo.

—Enzo, por favor, tenemos que hablar,— insistió, su voz cargada de urgencia y preocupación.

Enzo se detuvo, sus hombros tensos mientras luchaba internamente con sus emociones. Volvió la mirada hacia Jayme, encontrándose con la mirada de súplica en sus ojos.

—Es extraño. Porque hace un par de meses lo que menos querías era hablar conmigo—murmuró finalmente, su tono más suave que antes.

—He cambiado, Enzo, y tú también.

—No. Las personas no cambian, mucho menos sus errores.—continuaba buscando las llaves.

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Older (Teacher's Pet, versión Enzo Vogrincic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora