018: La perspectiva de Enzo

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El primer día de clases trajo consigo la agitación típica y la anticipación palpable en el aire. Mientras me preparaba para dar la bienvenida a mis nuevos estudiantes, no pude evitar sentir una leve punzada de ansiedad. La puntualidad siempre había sido un aspecto importante para mí, y esa mañana una serie de contratiempos conspiraron en mi contra. Sin embargo, no dejé que mi frustración se reflejara en mi rostro mientras me dirigía hacia el salón de clases.

Al doblar la esquina del pasillo con paso firme, me encontré de repente con una colisión inesperada. Mi trayectoria se vio interrumpida por una figura que apareció de la nada, y antes de que pudiera reaccionar, nos encontramos cara a cara en medio del pasillo.

—Lo siento mucho, no vi por dónde iba —se disculpó la estudiante, inclinándose para recoger sus cosas.

La observé en silencio por un momento, evaluando la situación con calma. Aunque su tardanza era evidente, noté una chispa de nerviosismo en su mirada. Decidí dejar de lado cualquier atisbo de irritación y opté por adoptar una actitud más comprensiva.

—Ten más cuidado la próxima vez, jovencita —dije finalmente, ofreciéndole una mano para ayudarla a recoger sus libros.

Mientras la observaba levantarse y dirigirse hacia el salón de clases, no pude evitar sentir una curiosidad creciente hacia ella. Había algo en su actitud y en su forma de hablar que me intrigaba, y me propuse mantener un ojo sobre ella durante el resto del semestre.

Cuando finalmente entré al salón de clases, la estudiante ya estaba en su asiento, en el último rincón del salón. Su presencia parecía eclipsar todo lo demás, y sentí la necesidad de observarla de cerca.

Durante la clase, me encontré observándola de vez en cuando, intrigado por su participación y su interés en el tema. Su respuesta sobre Stephen King reveló un conocimiento profundo y una pasión genuina por la literatura, lo cual me impresionó gratamente.

Cuando la clase llegó a su fin, decidí abordarla personalmente para felicitarla por su contribución durante la discusión.

—Señorita Zoellick, ¿Puede compartirnos su libro favorito de Stephen King?

Su respuesta fue rápida y segura, y noté una chispa de emoción en sus ojos mientras hablaba del libro elegido. Su entusiasmo por el tema era contagioso, y me sentí complacido de ver a un estudiante tan comprometido con el aprendizaje.

—Quiero que todos tomen un momento para apreciar las palabras de su compañera —dije, dirigiéndome a la clase—. También quiero que mañana traigan un manuscrito de King, no necesariamente un libro, más bien alguna frase o algún capítulo que les haya gustado de alguno de sus libros.

Mientras la clase se dispersaba, me tomé un momento para reflexionar sobre el encuentro con la estudiante. Había algo en ella que me intrigaba, y estaba ansioso por descubrir más sobre su perspectiva única y su pasión por la literatura.

Y, lamentablemente ese fue el día que todo esto comenzó.

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