026; On My way

1.2K 84 12
                                    

¿Lo odio? ¿O simplemente lo amo demasiado como para dejarlo ir?

Ya era suficiente el deber de aguantar el divorcio de mis padres y a mi papá. ¿Cuál era la forma más sencilla de sacar a alguien de la cabeza?

Me mantuve en silencio un momento, tratando de encontrar las palabras adecuadas para hablar, pero nada se me venía a la mente.

—¿No ordenaras nada, querida?

La voz de la mujer me saca abruptamente de mis pensamientos, levanto la mirada para encontrarme con la suya; con esos ojos verdes y esos labios rojos fuego.

—Estoy bien, Pero gracias, Señora Vogrincic.

—¡Dejemos las formalidades, llámame Jayme!

La alegria en su voz y la forma en la que hablaba me hizo, de cierta forma, sentir cómoda. Pero aún había algo, una espina atorada en mi garganta.

—Yo pediré un café negro y un pan dulce—le dijo al mesero frente a nosotras—, ¿Segura no quieres nada?—negué con la cabeza, ciertamente avergonzada—. Y para ella un jugo de arándanos, porfavor.

—Enseguida.

Me puse nerviosa al escucharla, más de lo que ya estaba.

—En casa nunca habían frutas, Enzo no se daba el tiempo de comprar nunca y yo siempre debo estar pendiente de mi trabajo—me miró mientras cruzaba sus brazos y se recostaba en la silla—. Llegué a mi casa con tu presencia en su vida y, mágicamente, el frigorífico está lleno de frutas y verduras, en especial, arándanos. Supongo que te los compraba a ti.

Sonreí, asintiendo.

—¿Son buenos amigos?

—Algo así... No debiste molestarte en pedir algo por mi.

—Tranquila, sé notar cuando la gente está nerviosa. También se perfectamente cuando alguna mujer está mintiendome.

Su tono fue frío y, de un segundo a otro, comencé a sentir su mirada cada vez más pesada, casi como un martillo golpeándome en el rostro. Esta mujer era impresionante, no sólo era increíblemente bonita sino que, también, era bastante astuta.

—¿M-mentirle?

—Así es.

Nos sumimos en un incómodo silencio mientras esperábamos que el mesero trajera nuestro pedido. Apenas pude agradecerle cuando llegó y dejó el vaso con jugo de arándanos en frente mío cuando, de la nada, Jayme rompió el silencio con una pregunta inesperada.

—¿Te paga o algo así? —comenzó, su tono era cortante y directo.

—¿Disculpa? —respondí, confundida por su interrogante.

—¿O simplemente te compra cosas? No tiene un mal sueldo y podría perfectamente comprarte una casa si quisiera —su voz tenía un deje de desdén mientras formulaba sus palabras—. Te pregunto, ¿Qué obtienes de mi esposo a cambio de acostarte con él?

La crudeza de sus palabras me dejó sin aliento, y un escalofrío recorrió mi espalda. Traté de encontrar las palabras adecuadas para responder, pero la sorpresa y la incomodidad me paralizaron por un momento.

—¿Te atrapé? —sonrió con una mezcla de diversión y desafío—. Vamos, somos mujeres, puedes confiar en mí.

Respiré profundamente, manteniendo mi mirada firme mientras reunía valor para responder.

—No, no me atrapaste —dije con seriedad—. Mi relación con su esposo no tiene nada que ver con dinero o beneficios materiales. Fue una decisión mutua entre los dos, sinceramente, no tenía idea de que estaba casado.

Older (Teacher's Pet, versión Enzo Vogrincic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora