Poppy Blue

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Arte por mar_mar0u en X

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Arte por mar_mar0u en X

(Inspirado en Blue Jones de Sucker Punch)

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Todo lo que hizo falta fue una bala. Dirigido a tu agresor sin intenciones de fallar. Sin embargo, lo hiciste. Fallaste, fallaste terriblemente. Su pecho era tu objetivo, en lugar de eso la bala fue directamente a su hombro.

El proyectil desgarró  y quemó la piel, junto a  los tejidos y los músculos en el camino, lo que le provocó un grito tembloroso y doloroso. Pero era lo menos que merecía después de tratar de aprovecharse tu hermana, la cual quedó fría y desangrándose en el suelo. Ella no fue rival para el cuchillo y su sed de sangre de la noche que aquel hombre tenía. El resto fue borroso.

Y ahora, eras arrastrada hacia las paredes grises húmedas y opacas de tu futuro hogar. Casa Lenox. O más bien el Asilo Lennox para Enfermos Mentales.

Todo en el lugar gritaba peligro, sin embargo el semblante en la gente que trabajaba en la monstruosidad del lugar gritaba: "Soy peor." 

Descalza, empapada de lluvia, sosteniendo tu nuevo uniforme y mirando al hombre más grande que has visto en tu vida, sosteniendo un manojo de llaves mientras sus ojos marrones te recorren de pies a cabeza.

La forma en que te miraba hacía que se te erizara la piel y no ayudaba a que la ropa se adhiriera a tu cuerpo. Tus brazos sujetaron el uniforme más cerca de tu pecho, tratando de cubrirlo. Sus ojos se dirigieron al hombre detrás de ti, un oficial de policía con tres arañazos en el rostro. No lo habías dejado ileso. No cuando intentó jugar rudo contigo en tu antiguo hogar.

El hombre te mostró el lugar, el cual era tan deprimente como lo era desde fuera, pero El Teatro se llevó el premio.

Chicas de tu edad vestidas de gris, socializando en la zona. Y socializar significaría verlas recibir terapia con una hermosa mujer polaca llamada Vera Gorski o verlas pelear por las cosas más estúpidas. ¿Pero quién podría culparlas?

Algunas probablemente llevaban suficiente tiempo dentro como para haber memorizado las grietas de la pared, los rayones en el suelo, el número de chicles debajo de la mesa o cuántas partículas de polvo se acumulaban en las ventanas. Gris. Todo era gris y aburrido.

Incluso la voz de los hombres detrás de ti hablando de un precio por tu silencio era aburrida y seca. Dos mil. Así se valoraban tus recuerdos. Un número que ahora odiabas.

Cerdos corruptos

El policía le dio un suave empujón mientras una enfermera venía a buscarte. El simple toque de ese hombre hizo que tu piel se rebelara y lo abofeteara con fuerza en su rostro marchito, un ceño fruncido en tu mueca que lentamente se convirtió en una sonrisa mientras el oficial de policía intentaba atraparte, pero dos enfermeras te arrastraron hacia una vida que te pondría la cabeza patas arriba, tantas veces como fuese necesario hasta que entendieras que no estabas a cargo.

MIGUELVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora