Alabado Sea

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Resumen: Una secta te ofrece al mismísimo Rey Demonio.

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Un líquido carmesí viscoso rodó por tu barbilla cuando te forzaron el grial en tus labios. Algo de su contenido se filtró y se deslizó por tu garganta. Los cánticos de las figuras encapuchadas a tu alrededor se intensificaron mientras preparaban su cordero para el sacrificio. Tú.

No sólo te habían secuestrado y mantenido en la sombras por un tiempo, privándote de estímulos externos que podrían ensuciar lo que tenían entre manos.

El silencio se había convertido en tu mayor compañía en aquella celda oscura, pedregosa, rancia y húmeda, te alimentaban con cosas selectas. Y por mucho que suplicabas, nunca te soltararon.

No les conocías, ni tampoco sus rostros, ya que permanecían perpetuamente oscurecidos por las capuchas. El único indicador de que eran humanos era el olor fresco a carne carbonizada en el dorso de sus palmas, luego de dejar un  símbolo de calavera con forma de araña quemado y marcado para siempre en su piel.

Te mantuvieron en la oscuridad hasta ahora. Todos hablaban en un idioma extranjero que nunca antes habías escuchado.

Uno de ellos te arrastró lejos del retorcido consuelo que te brindaba tu celda, otro grupo, te bañó en aceites y perfumes tan delicados, una práctica común entre la realeza, y finalmente te vistieron con nada más que una bata blanca de seda y encaje.

Luego te llevaron a otra habitación, más bien te arrastraron y te trajeron un cáliz de oro. El brebaje de olor dulce reflejaba tu figura, pero, naturalmente, te negaste a beberlo.

Nunca aceptes una bebida de un extraño.

Las palabras sabias de tu padre sobrevinieron tu mente, pero el pensamiento melancólico desapareció cuando el líquido entró en tu garganta. Algunas gotitas tiñeron tu apariencia angelical. Su líder encapuchado parecía molesto porque habías arruinado la pureza inmaculada que lucía tu vestido.

Pero eso no importaba. No cuando te guiaron a una habitación diferente. Una habitación que inmediatamente se iluminó por sí sola, dejando al descubierto varios pentagramas tallados en el suelo y las paredes. Las velas se derritieron, pero parecían estar perpetuamente encendidas, una incandescencia interminable iluminando y calentando la habitación.

Un contraste terrible con tu celda y con el lugar en general. No había ventanas ni un atisbo de nada que pudiera dictar quién reinaba en los cielos, si el día o la noche. Tu sentido del tiempo estaba tan distorsionado que ni siquiera podías decir cuántos días habías estado en ese lugar.

Sentías tus ojos pesados, caídos y tu cuerpo temblaba. La vivacidad de tu pecho asomándose a través del vestido sedoso y ahora sucio. Una de las figuras encapuchadas te empujó hacia el interior de los círculos exteriores del primer pentagrama.

El contacto de su piel te hizo gemir. No sabías lo que te había pasado, pero ciertamente esa bebida dulce que te obligaron a tomar hace un momento, tuvo todo que ver con eso. Las puertas se cerraron detrás de ti, mientras las misteriosas figuras te rodeaban. Todos se arrodillaron mientras sus voces se unían en un antiguo canto.

Tu boca jadeaba mientras repetían el canto.

Laus be, Rex tuus [Alabado sea, Nuestro Rey]

Tu corazón latía con más fuerza a medida que aumentaba tu temperatura. El calor y el miedo se extendieron por tu cuerpo cuando los círculos de los pentagramas comenzaron a zumbar con energía oscura, elevándose hacia la vida.

Los cánticos aumentaron y con ello el calor abrasador entre tus piernas.

¿Un afrodisíaco?

No sabías y no te importaba. Lo único que tenías en mente era correr, mientras unos ojos rojos ardientes emergían de la niebla oscura que se disipaba en arañas negras tangibles. Arañas que se acercaban a ti a una velocidad anormal.

MIGUELVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora