𝗔𝗥𝗥𝗨𝗜𝗡𝗔𝗗𝗢𝗦 ▬▬▬ 𝔢𝔫𝔷𝔲𝔩𝔦𝔞𝔫

CAP 17

I can ease the pain, just a little taste, babe
And ya won't let go of your hold on me
You kill my mind

PRIMERA - cap 17: "Una Oportunidad Más"

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El llanto es la esposa de la llanta, o algo así decía la imagen pedorra que su hermano le había mandado aquella noche.

Un fondo del Joker, con esa frase estúpida, la única razón por la que a penas sonrió en largas horas.

Ser el hermano menor en una familia tan acogedora era difícil, aún más cuando nunca se guardaron secretos. Enzo nunca había guardado secretos, nunca.

El mayor secreto que guardó (que en realidad terminó cómo una anécdota familiar muy graciosa, aún a día de hoy se reían de ello) fue que en una de sus vacaciones le hablaba a los animales esperando que le contesten, y se convirtió en mejor amigo de un gusano. Su familia se reía, pero él se defiende con que tenía ocho años.

El secreto más grande que le guardó a su familia, entonces, fue su relación con Julián. Su enamoramiento por él, y ahora el cómo su corazón dolía a tal punto de que no le quedaba de otra que abrazarlo y volverlo su nuevo mejor amigo.

Su dolor era una constante, desde el nueve de diciembre del año anterior.

Apoyó su cabeza en el respaldo del sillón y miró el techo, sobrio cómo su corazón. Triste, cómo él. Oscuro, cómo su vida desde que Julián se había ido.

Le costaba pensar en algo que no sea eso, en el momento exacto en que, entre lágrimas, el otro decidió (o quizás ya lo había estado maquinando) terminar con él. Grandioso.

El dolor ya no era solamente mental, sentimental, sino también físico. Dolía tanto, a tal punto, de que incluso pensar en algo referido a su ex dolía cómo nada antes había dolido algo.

¿Y qué iba a hacer? Su familia sabía que no estaba bien, insistían demasiado a su manera para que hablara, pero Enzo estaba avergonzado.

Avergonzado de no haber confiado lo suficiente cómo para contarles antes, avergonzado de ser tan débil, avergonzado de creer que abandonar todo era una opción para frenar el gran dolor que sentía en su pecho.

Lágrima tras lágrima, otra constante en su día a día. Llorar era una acción recurrente en ese punto de su vida, lloraba cuando se despertaba, cuando se levantaba, cuando se bañaba, cuando iba a entrenar, al volver de entrenar, mientras cocinaba, mientras veía películas (casi nunca ya) y cuando se iba a dormir.

En soledad, sólo sabía llorar, llorar y llorar aún más.

Su celular vibró, mostrando el nombre de Lucas y suspiró, intentando calmar su angustia y limpió sus lágrimas. Atendió la llamada y fingió su sonrisa para creérsela un poco más.

"Enzo, eu, ¿'tás en tu casa?" preguntó Lucas con un tono curioso.

"Sí gato, estoy acá" dijo.

"Genial, poné la mesa que en diez ya estoy ahí. Necesitamos hablar seriamente vos y yo" murmuró y Enzo asintió cómo si el cordobés estuviese ahí. "Todo bien igual, tranqui" dijo y cortó.

Se levantó de su sillón y suspiró, preparado para afrontar la sociabilización.

Puso dos platos, dos vasos y unos cubiertos y un peso se instaló en su pecho al pensar en que esto era algo que deseó le hubiese pasado con Julián, todos los días de su vida.