Parecía que el pueblo achira se había adaptado al dragón. Convivían en perfecto equilibrio con él, hasta la llegada del sin rostro. Ayé estaba confundido, preguntó a su anfitrión cómo había pasado desapercibido el dragón, pues se creía que habían desaparecido quince años atrás. El hombre le respondió que lo habían mantenido en secreto, incluso lo protegían, a fin de mantener controlada la plaga. Ayé sintió un agudo dolor de cabeza. Preguntó si podían confirmar que la reaparición de la plaga tenía relación con la ausencia de los dragones.
—Los tiempos coinciden. No dudo que haya una relación con la aparente desaparición de los dragones. Sin embargo, no sé si haya algo más. La gente de fuera no sabía nada de esto, lo olvidaron hace muchos años. He oído rumores, sobre la plaga, se les ha visto, pero nadie sabe qué son. En otros sitios los dragones desaparecieron. No se preocuparon por ello hasta ver las consecuencias. No tengo la menor duda que la falta de dragones permitió la proliferación de los gusanos.
Ayé pidió hablar urgentemente con los ancianos, el vigía preguntó por qué la prisa, y Ayé confesó. Al instante, un grupo de vigías entró apareció y lo rodeó. Fue notoria la preocupación en el rostro del anfitrión, que, tras decirle que esperara, le aclaró al sin rostro que los tiradores lo podrían incapacitar a la menor señal. Pasaron minutos antes de que el hombre volviera y le indicara a Ayé que podía pasar. Se le condujo ante el Consejo de Ancianos.
En la sala, todos tenían máscaras de madera, con un espacio para los ojos, el resto era plano. Entraba un peculiar brillo de alguna parte, más no era posible apreciar de dónde. Habló una mujer en lengua común.
—Has lastimado al dragón, Ayé, hijo de Kaya. Tus acciones han puesto en riesgo el delicado equilibrio natural. ¿Tienes idea del peso de tu falta?
Ayé bajó la cabeza.
— ¿Cuáles fueron tus razones?
Ayé indicó que debía matar a un dragón por la profecía. Explicó por qué debía enfrentar a la criatura, los detalles de su viaje, así como las afirmaciones de su madre respecto a su condición y su destino. Se le pidió que saliera, para que el consejo pudiera deliberar. Esperó casi una hora, luego fue llamado de vuelta a la sala.
La misma mujer habló de nuevo.
— ¿Matar a un dragón para recuperar tu rostro? No es la primera vez que un sin rostro debe hacer algo así para liberarse de la maldición. No obstante, es muy sospechoso todo esto. En otros casos tus actos no tendrían perdón. Habrías muerto con la sola confesión. A tu favor, ser hijo de Kaya, además de un sin rostro, nos da motivos para al menos investigar tu caso. Esto no quedará sin pena. Deberás ayudarnos a controlar la infección hasta que el dragón pueda recuperarse. Por fortuna sus heridas no fueron mortales. Además, quedas en una deuda de por vida para con el pueblo del bosque, tanto por tus faltas, como por dejarte vivir.
Ayé aceptó los términos.
—Uno de los nuestros te acompañará en la travesía, no sólo para ayudarte, sino para vigilarte. Debo decirte que el dragón del bosque no es aquel cuyos rumores te llevaron aquí. El dragón que asoló una ciudad entera fue uno mucho más viejo y soberbio. Dicen que su nombre es Aquileo, lo apodan el dragón de bronce, por el color y resistencia de sus escamas. Es un ser descomunal, fuerte, muy poderoso, según los rumores malicioso. Podría poner en juego el equilibrio. Por fortuna para ti, su eliminación podría estar entre nuestros fines. Ha tomado la ciudad de Yria, se dice que aniquiló a su población por entero. Ahí está tu profecía, la oportunidad de recuperar tu rostro. Incluso recibirás un apoyo adicional, pues aparte de uno de los nuestros, hemos decidido contratar un par de guerreros para acompañarte. La situación lo amerita. Partirás mañana a primera hora. Una vez conseguido tu objetivo, regresarás para retribuir el daño que provocaste. Esta noche tendrás el honor de escuchar una historia, una historia sagrada ante el fuego de la hoguera.
ESTÁS LEYENDO
Ayé y el dragón
FantasiaAyé, un guerrero sin rostro, se lanza en una travesía para recuperar su identidad