Yria, la ciudad tomada por el dragón de bronce, el objetivo del sin rostro tras el su fracaso anterior, estaba justo en la dirección que su madre le había indicado en un comienzo. Si bien el huno no alcanzaba las proporciones de días anteriores, aun servía de guía. El dragón debía seguir extendiendo su fuego por las ruinas, quizá para liquidar a cualquier posible superviviente. Esa mañana llegaron los mercenarios contratados por los achira, dos hermanos famosos por enfrentar monstruos: Triva y Korn, maestros caza-monstruos.
Los recibieron las achiras que habrían de acompañarlos, Erenia y Tukmal, guerreras del bosque profundo, a la par de Ayé. Valek relinchó ante la llegada de los mercenarios, quiénes previamente habían hablado con un emisario de los ancianos.
Triva, el hermano mayor, habló:
— Bienvenido sea el día que nos trae. Somos Triva y Korn. Puede probar nuestras identidades con nuestras armas. ¿Estamos ante nuestros contratantes?
— Así es, bienvenidos sean al pueblo achira. Este es el punto de partida para la travesía que nos aguarda. — indicó Erenia.
— Entonces es cierto, trabajaremos con un par de guerreras y un sin rostro. Qué interesante. — Comentó Korn.
— Nos hemos preparado para liberar Yria. Cada miembro es esencial en la compañía.
— Lo creemos. Lo sabemos. No crea que mi hermano y yo no entendemos. Tan sólo... ohm... es una compañía peculiar. No es que nosotros seamos la excepción. Les aseguro que no lo somos. Al contrario...
Triva hizo una pausa, luego se dirigió a Ayé y continuó.
— Tú eres el sin rostro, ¿verdad? En mi vida sólo he visto a dos, son muy peculiares todos con esas extrañas máscaras. Uno de ellos llevaba siempre una capucha, aun así tenía máscara. La suya era la más extraña de todas, si a mí me lo preguntas. No es que mi opinión importe mucho, de nuevo, sólo he visto tres de ustedes. Se le alcanzaba a notar una espiral en los ojos. He oído que ven gracias a hechizos, en caso contrario serían ciegos y sordos, aparte de mudos. ¿Tú también eres mudo? Sí, ya veo. Usan el lenguaje de señas. Cómo decía, ese chico tenía la misma edad que tú, o eso creo. Creo que también era sordo. Lo compensaba con el hechizo en su rostro, el de la espiral. Le daba un sentido adicional, fuera cual fuera. Ustedes son un verdadero enigma. La mayoría muere a las pocas horas, o a lo mucho días, de haber nacido. Oí en algún lado que, cuando inició la maldición de los sin rostro, los padres les improvisaron la boca y fosas nasales para que no murieran. No en todos los casos funcionó, de hecho, la mayoría fue un fracaso. De ahí los sin rostro que sólo tienen boca y deben respirar y hablar con ella, todo el tiempo están agitados. O los que no tienen boca, pero si fosas nasales. Sin embargo, sin la nariz, suelen enfermarse con frecuencia. Al final, la magia es el mejor método para mantenerlos con vida. Un mago muy dedicado debió esmerarse en tu rostro y en tu máscara. El único pendiente fue darte voz. Te sorprendería saber lo mucho que los matan. No sé si en tu pueblo hubiese otros sin rostro, pero acostumbran matarlos. Hay quienes creen que sus huesos, su piel y su sangre tienen propiedades mágicas. O los ven como monstruos. En alguna ocasión nos encargaron matar a un sin rostro, pues la gente de su aldea le temía. Lo rechazamos, no matamos deformes ni malditos. La gente los ve peligrosos, como monstruos, pero nosotros no; consideramos que ustedes son personas, rotas, incompletas, pero personas como cualquier otra. Hay países donde les dicen "Gente hueca"...
— Hermano, hablas mucho, el sin rostro no quiere escucharte. Le basta con estar maldito. Limitémonos a cumplir la misión en su compañía, no a fingirnos interesados en los problemas de los sin rostro. Tus pasatiempos no le importan a nadie, son incómodos. Nadie te interrumpe porque el sin rostro es mudo, y los achira suelen ser callados.
A pesar de que se alegró de que callara a su hermano, Ayé no pudo evitar notar la agresividad en la voz del hermano menor. Por un momento, las miradas los hermanos se miraron entre sí, tensos, mientras que Ayé tenía la ventaja de no poder evidenciar sus emociones. El silencio se hacía más incómodo.
Tukal intervino:
— Me temo que no tenemos tiempo para discusiones inútiles. Mientras más días pasen, más probabilidad hay de que el dragón de bronce escape, o acabe por devorar toda forma viviente en Yria. Debemos prepararnos.
— Sí. Lo lamento. Yria está todavía a una jornada de aquí. No hay tiempo que perder. Sin embargo, venimos de un viaje largo. Deberíamos tener un momento para recuperarnos. — objetó Triva.
— Hemos traído provisiones suficientes para el camino. Además, tenemos esto.
La mujer sacó de su morral dos cajas de madera, una para cada hermano. Luego repartió unas pequeñas bolsitas con frutos y granos para cada miembro de la compañía. Entre ellas había una parecida a un huevo carmesí.
— Así que estás son las famosas uvas de la llama. Estoy maravillado, no existen en tierras lejanas. En tiempos de guerra, los imperiales les apodaban frutos de sangre.
Triva parecía maravillado por cada pequeña cosa que veía a su alrededor. Ayé río, pero los demás lo escucharon como un chasquido retenido en la garganta. Nadie supo cómo interpretarlo.
— Con esto seguro mataremos al dragón, y a lo que se nos interponga. — Apuntó Korn, con una sonrisa maliciosa.
— Durante las guerras, quienes habitaron estos bosques sobrevivieron a los embates, así como a la gran catástrofe, gracias a la fuerza y energía que brindaba el fruto. Uno sólo de ellos podía suponer el alimento de una jornada entera, sin consecuencias negativas como problemas estomacales o malestar. Lo mejor de todo era la sensación vigorizante. — Triva levantaba en alto el fruto, preguntándose cómo algo tan pequeño podía ser tan maravilloso, y cómo había provocado tantos desastres en el pasado.
— Con esto será suficiente. Coman, que debemos partir. Iremos a pie.
Cerró presentaciones Erenia, y se dispusieron a iniciar su viaje.
— ¿Por qué sólo un caballo? — preguntó Triva.
— Nuestro pueblo no usa caballos. Él viene con Ayé, el sin rostro que tanta curiosidad les provoca. No olvidemos que los dragones nos pueden detectar más fácilmente con los caballos. Que, por cierto, Ayé, debo ser clara: el caballo podría ayudarnos en caso de un combate abierto, pero si queremos mantener la discreción, tu amigo deberá quedarse atrás.
Ayé indicó que no le llamaran caballo. Escribió entonces su nombre en el piso.
— Valek. Excelente. Valek, el caballo, miembro de la misión. Igual deberá quedarse atrás llegado el momento. Mataremos a un dragón muy antiguo.
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Ayé y el dragón
FantasyAyé, un guerrero sin rostro, se lanza en una travesía para recuperar su identidad