Capítulo 8.- La piedra de ahí.

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El invierno ha llegado con fuerza azotando las ventanas y cubriendo de blanco la montaña, los animales se esconden o huyen a tierras más cálidas. La gente de los pueblos se resguardan y salen a ratos al zócalo o a sus iglesias rezando porque esta temporada pase rápido, en tanto en una pequeña cabaña escondida en lo alto dos personas bailan.

-Estás mejorando. -Dice Merlina con una genuina sonrisa cuando el lobo la toma de la cintura y delicadeza sosteniendo su mano derecha.

-Me sigo sintiendo torpe. -Mira hacia sus pies. -Y todo me suda.

-Ja,ja,ja. –La risa de la morena resuena en el pequeño y cálido espacio de madera, el ojiazul voltea a verle levantando sus orejas. – Te acostumbrarás, es poco el tiempo que necesitas usarlos.

-Solo en el pueblo. -Se repite a sí mismo intentando no arrancarse los retazos de tela que cuelgan de su cuerpo y el cuero que aprisiona sus pies.

Hace un par de días, antes de que la nieve cortara parcialmente los caminos Merlina y Enid en forma de lobo bajaron al pueblo por sus encargos, ropa, zapatos, un poco más de encurtidos y claro los indispensables duraznos en almíbar. Todo empacado y asegurado al viejo trineo que el cuadrúpedo dorado arrastra como si no pesara.

Para su molestía se volvieron a encontrar con el hombre que busca cruzar al lobo con sus perras, ella le dijo que no, no están interesados y se retiro cuando la señora de las legumbres le ayudo gritando: "Mustaf, la señorita no quiere que su mestizo se junte con tus pulgosos, dejala tranquila."

Ahora en la tranquilidad de su cabaña Enid se ha vestido de pies a cabeza para emular lo mejor posible a los humanos. De poco se acostumbra a usar los zapatos y claro, lo restrictivo de las prendas de vestir pero para que no sea tan tortuoso a Merlina se le ocurrió también enseñarle a bailar.

-De nuevo, 1..2...3...1...2...3 -Con su voz marca el ritmo de una canción que solo suena en su cabeza.

-....1...2....3....- Lleva toda su atención el seguir los pasos aunque solo se mueven en círculo.

Pasan los días, Enid se acostumbra y amolda sus zapatos en tanto aprende a bailar. En las tardes menos frías salen por piedras y barro para crear su propio horno para el pan por lo que van a la orilla del rio.

-¿Ésta? -Mueve una pesada roca más grande que su cabeza.

-Está bien, unas pequeñas. –Le muestra unas rocas que caben en sus dos manos. –Aunque lo mejor sería ladrillos.

-¿Qué es ladrillos?

-Son piedras... falsas, que fabrican los humanos, son rectangulares y lisas.

-Rectangular y liso... -Mira hacia el cielo. -Yo se donde están las piedras lisas. -La carga y sale corriendo aún con los reclamos de la morena.

Enid lleva en brazos a la pelinegra hasta una zona cubierta por maleza, no la deja bajar porque la rubia recuerda a muchos insectos ponsoñozos que hacían los huecos de las piedras su hogar.

-Esto fue un castillo. -Asegura la morena cuando por fin le permiten bajar y tocar las piedras enraizadas.

-Era un lugar con muchos humanos cubiertos de metal. -Lo recuerda. – Desde mi guarida se podía ver las puntas de las... torres. -Recuerda el nombre.

-Eso es imposible. -De observar las ruinas voltea al lobo. -Este lugar lleva olvidado mínimo 100 años. -Por el deterioro, lo avanzado de la maleza sobre la construcción y el hecho de que los aldeanos no vengan aquí significa que fue abandonado hace muchos años.

El Dios de la Montaña.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora