13.- Por el hueco del Conejo.

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-¡Enid!... Enid... - Quiere gritarle el nombre con todo y apellido como lo hacia su madre cuando se enojaba con ella pero ni sabe si el lobo tiene un apellido, lo más seguro es que no, si le pidio que le diera un nombre.

Enid se sale de la cabaña a esconderse por los matorrales, en tanto la morena se toma el tiempo de ponerse sus calcetines de lana y alpargatas para dar una vuelta por el lugar. No tarda en encontrar todas las flores, rotas, marchitas y con tierra bajo uno de los árboles. Muy molesta se pone de cuclillas a buscar entre todo el caos los pétalos que necesita para su té.

-¡Enid, para ya! -El lobo al verla seguir se acerca para lanzar tierra con sus poderosas patas traseras.

- ¡Necesito el té! - Grita ahora con la cara roja de molestia.

El lobo chilla, es la primera vez que la jóven se enoja con él pero es mayor su sentido de protegerla así que se lanza hacia las plantas para pisarlas.

-¡Como quieras! -Se da la vuelta y entra a la cabaña cerrando con fuerza la puerta.

Tranquilo pensando que ha ganado el lobo se dispone a ir por la liebre que desayunan, esta vez traerá dos regordetas para pedirle disculpas. Grande es su angustia cuando al regresar con la comida la cabaña esta vaciá.

-Merlina... -Ha regresado a su forma humana, deja los animales muertos en la mesa y sale siguiendo el rastro de olor.

La chica, frustrada por la actitud del lobo se dispuso a hacer algo para molestarlo a él, se cambió de ropa, tomó su libreta, un poco de pan duro que había quedado y se fue caminando a paso rápido por el bosque, en dirección a las ruinas que el rubio siempre se niega a visitar.

-Ya verá. –Ella recuerda haber visto flores amarillas por las ruinas, si tiene suerte serán las que necesita. -¿Quién se cree? Decidiendo sobre mi cuerpo... Si quiero tomar veneno es muy mi problema. -Murmura molesta caminando entre matorrales, y raíces saltonas.

-¡Merlina! -Al lobo le tarda minutos lo que a la ojinegro le llevo una hora.

-Mierda. –Susurra apresurando el paso.

-Por ahí es peligroso mucha guarida de conejo. –Dice el lobo a modo de advertencia. -Voy por ti.

-¡No vengas! -Grita. - ¡Yo puedo andar sola!

-No puedes, te lástimas. –Le recuerda. –Hasta lo haces con pensamiento. –Su voz suena afligida –No te lastimes con pensamiento.

- ¿Con pensamiento? -La chica sigue dando pasos grandes entre las ramitas que se atoran en sus enaguas. – ¿A qué se refiere? - No se está lastimando con el pensamiento o querrá decir que lo hace adrede o con uso pleno de razón.

-Sabes que te hace mal y no te detienes. –Dice el lobo acercándose más a ella.

-Aaaaah. –Ya entendió, sí quería decir "adrede", una nueva palabra que le añadirá a su vocabulario. Se escucha un crujido de madera vieja y luego su pie derecho se hunde. –Madrigueras de conejo...

-¡Merlina! -El lobo se quedó a centímetros de tomar la blusa de la jóven quien ha caído por un agujero en el suelo.

Además del dolor por golpearse el cuerpo con diferentes objetos al caer, el polvo que se le metió en ojos y boca, más la sensación de aturdimiento y quizá algo de sangre en la cabeza, Merlina está perfectamente bien.

-Dije lo dije, no por aquí que es peligroso. - Enid llega y la abraza, es tal su miedo que no coordina bien sus palabras. – Merlina no, tu cuerpo con cuidado trata, no, no, no.

El Dios de la Montaña.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora