10.- El Primer Beso

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"Calor, tengo calor en mi cara."

Eso fue lo que pensó Enid tras el primer contacto de sus labios contra los de Merlina, su piel es suave y cálida, la sensación es agradable y no quiere separarse pero la morena mueve la cara para hacerse un ovillo en la cama de paja.

-Descansa Enid. -Es lo único que dice antes de cerrar los ojos.

-Descansa Merlina.

Pero la morena no está ni cerca de tener sueño, su cuerpo vibra de emociones reveladas al contacto del lobo. El corazón le late rápido y su mente repasa cada detalle que ha escrito en sus diarios. ¿realmente los escribió por un proceso meramente científico? ¿Están escritos para mostrarlos al público? ¡No! Son tan íntimos, tan personales... Enid no es un animal que pueda exhibir y tampoco es alguien al que quiera dejar en un futuro próximo.

¿Qué es Enid para ella? Pudo explicarle que "su esposo" era una mera "mentira" que engañaban a los aldeanos porque decirles que es un mestizo de humano/lobo posiblemente centenario con el cual cohabita una cabaña recién remodelada daba a mucha especulación. Pudo decirle que "su esposo" era un modo de decir "amigo platónico" pero en lugar de eso... le beso... ¡Se acercó a su cara para darle un beso! Al Dios de la Montaña, ¡ACABA DE BESAR AL DIOS DE LA MONTAÑA! Y comparte no solo la cabaña, también la cama. ¿Qué más iban a compartir después? De solo pensarlo sus mejillas comienzan a arder de vergüenza.

El día siguiente fue "incómodo", los dos se sonrojan cuando sus miradas chocan, Merlina, que tiene una mente sagaz y léxico envidiable tartamudea nerviosa olvidando el nombre de las cosas cuando su mano roza la del rubio. El silencio se extiende más de lo normal y por un momento la cabaña se siente... pequeña para albergarlos a los dos, la única diferencia de esto es que Enid no tenía la necesidad de huir.

-¿Quieres que me vaya? -Aún así el rubio entendía que algo extraño sucedía, aunque él no se quería separar de ella, si necesitaba su espacio se lo daría.

-No. -Se apresura a decir la morena, abrazando uno de los botes de vidrio vacíos que va a acomodar en los estantes.

-Estás rara... diferente... -Agudiza su mirada, el pecho de la morena está subiendo y bajando más rápido -¿Qué sucede?

-Me acabo de dar cuenta de algo. –Miró hacia el piso para no ver a los zafiros que se han clavado en ella. –Es algo muy tonto... no sé cómo no me había dado cuenta antes... creo que es... -Menea la cabeza. –No... no creo que... no sé... -Tiene una maraña en la cabeza.

-¿Quieres salir? ¿Quieres ir al castillo? -Pregunta, intentando que la morena se ponga de mejor humor.

-¿Me llevarás? -Ha querido regresar todo el invierno y no pudo acercarse, el lobo se lo prohibió terminantemente.

-Sí, la nieve se fue pero el frío se mantiene. -Le advierte, aunque no puede terminar de hablar.

-Vamos. –La chica deja el embrollo de su mente por un momento para tomar su cuaderno, lápiz y abrigo dirigiéndose a la aventura.

El camino es intrincado, ahora que pone atención, muchos de estos "montículos irregulares" son piezas gigantescas de lo que fueron murallas. En lo que parece los restos de un puente se puede ver una inscripción en un idioma antiguo que por suerte ella puede leer a medias.

"Dios olvia este reino, alejate o tu alma te abandonara en el camino."

-¿Alma? -El rubio mira al cielo.- ¿Cómo en tus cuentos de aquel pescador?

El Dios de la Montaña.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora