PRÓLOGO

116 7 0
                                    


<<¿Estás segura de que es ella?>>.

<<Sin duda, fíjate bien>>.

<<Se encontraba en un espacio oscuro, con una tenue iluminación y humo flotando a su alrededor. Oía esas voces en alguna parte, pero no conseguía ubicarlas, por lo que pensó que provenían de su propia cabeza. No percibía su cuerpo; no sentía sus manos, ni sus piernas, aún así intentó desplazarse y para su sorpresa lo consiguió. Caminó durante lo que a ella le parecieron varios minutos, mientras seguía oyendo esas voces, hasta que, repentinamente, el suelo comenzó a temblar con violencia y se abrió en una profunda brecha, haciendo que se precipitara al vacío. Mientras caía quiso gritar, pero de su garganta no salió ningún sonido. Pateó y agitó los brazos para frenar de alguna forma la caída, pero de nada servía. Miró hacia abajo y vio que se aproximaba al suelo a una velocidad enorme; iba a morir, estaba segura. No faltaba nada. Cada vez más rápido y ... Apenas fue consciente del golpe cuando su cuerpo chocó contra la superficie del bosque donde había caído, algo que le sorprendió bastante. Se incorporó lentamente y observó a su alrededor, jadeando débilmente, tanteándose en busca de alguna lesión. Sorprendentemente se encontraba ilesa y sin ningún rasguño.

Los árboles eran sumamente extraños; poseían unas formas poco corrientes y una textura que no había visto hasta entonces. Parecía que se retorcían, buscando crecer con formas sinuosas y curvas pronunciadas. Un manto de hojas cubrían todo haciendo que no se apreciara el cielo. Caminó unos metros, acariciando la rugosa corterza de los troncos, hasta que de pronto sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal e hizo que se pusiera tensa, en alerta. Un miedo irracional la invadió al sentir algo que se acercaba poco a poco, así que tomó la decisión de huir de allí. Se alejó rápidamente con la esperanza de despistarlo, aunque no sabía muy bien qué era lo que la seguía. Percibía el frío que hacía que se le pusiera la piel de gallina; notaba su mirada en la nuca y, sobre todo, sentía la inseguridad que transmitía y la sensación de debilidad y desasosiego. A pesar de todo, corría entre los árboles rápidamente, esquivándolos con agilidad uno tras otro, y sin mirar atrás. Estaba segura de que si giraba la cabeza y lo veía, el miedo la paralizaría y estaría perdida.

Un poco más adelante vio un pequeño recodo y lo tomó para despistarle, pero vio que aquello no iba a funcionar, así que se agachó en unos arbustos cercanos deseando que no la localizara. Aprovechó los segundos que tenía para sopesar sus posibilidades. A su derecha vio lo que parecía ser la entrada a una gruta subterránea. Esperó unos segundos más, agazapada, hasta que vio su oportunidad para moverse y se dirigió hacía allí en cuclillas. La cueva le pareció bastante curiosa: las paredes de roca musgosa estaban iluminadas con antorchas, así que dedujo que no estaba tan abandonada como parecía desde fuera. Siguió caminando con cautela, procurando hacer el menor ruido posible y echando fugaces miradas hacia atrás de vez en cuando. Un poco más adelante del largo pasillo, el camino se dividía en rutas diferentes, así que dudó de si seguir avanzando o volver a salir al bosque. Finalmente optó por tomar la vía de la derecha y avanzo sigilosamente; por alguna razón le pareció la opción más segura. Los caminos seguían dividiéndose formando un inmenso laberinto de roca. Contenía el aliento en cada esquina que doblaba, pues esperaba encontrarse de nuevo con él, pero no había nadie. De hecho, todo estaba en completo silencio y una extraña calma parecía reinar en el ambiente; lo único que se oía eran sus pisadas resonando en el inmenso laberinto.

Dobló una esquina y al fondo vio un pequeño altar con algo que parecía brillar con una luz tenue.

<<Aquello debe de ser>>, pensó.

<<¿Ser qué?>>, meditó un segundo, parando en seco, contrariada, siendo consciente de no recordar estar buscando nada.

Había sentido la repentina necesidad de acercarse a aquello que brillaba, como si lo necesitase desesperadamente. Intentó ignorarla, porque no sabía de dónde procedía aquella sensación, pero no la pudo contener mucho más. Avanzó muy lentamente y aún más sigilosa que antes. Conforme se acercaba, el mismo agobio que había sentido al momento de aparecer en el bosque fue aflorando poco a poco, pero lo ignoró completamente; no quería perder de vista aquello que tanto había ansiado encontrar. Solo cuando llegó y lo cogió entre sus manos, se percató de lo incauta que había sido; había ido a parar a una pequeña sala cuadrada, en cuyo centro estaba el altar que contenía el objeto y en cada una de las esquinas estaban ellos. La miraron durante una fracción de segundo y se abalanzaron sobre ella, que, paralizada de miedo, solo pudo gritar>>.

DESPERTAR - El camino del PortadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora