EPÍLOGO

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Veinte minutos antes.

Sêlboro había dado la orden de que sacaran a la chica de la celda y mataran a la otra. Podía comunicarse con cualquiera que estuviera en Matheroth sin problema, a pesar de la distancia. Observó a través de la pompa, como siempre hacía, para asegurarse de que todo marchaba según lo previsto. Oyó el ruido de la puerta al cerrarse; era Lazs, que se acercaba para observar también.

Ambos vieron cómo los dos guardias, uno más grandote que el otro, bajaban hacia las celdas. El más grande había cogido a la chica del pelo y le había pegado un tirón para levantarla.

—Eh, mira esto —oyó que decía el guardia al ver el rostro de Sara—. Son igualitas.

—Ya veo —dijo el otro más bajito—. ¿Sabes? Creo que tenemos tiempo...

—Para nada —murmuró Sêlboro, levantando una mano y dirigiéndola hacia la pompa, pero la detuvo al momento al ver lo que ocurría—. Mira esto, qué interesante.

Lazs observó con atención hasta que se dio cuenta.

—Gnomos. Y mira cómo van vestidos.

—Ya veo. ¡Hermanita —gritó para que Salomé le oyera—, ven, mira qué interesante!

Salomé se acercó a la pompa y miró lo que ocurría dentro de ella. Los tres observaron cómo recorrían las mazmorras de Matheroth y cómo liberaban a la anciana Briel y la llevaban con ellos.

—Calatdrom —dijo Sêlboro tocando la pompa con un dedo—, se han escapado. No quiero que los interceptes hasta que salgan del castillo.

Tal y como había ordenado, no encontraron intromisión alguna durante todo el trayecto hasta que salieron al patio, donde los soldados de Matheroth apresaron a Sara y a la anciana Briel. Entonces, los tres que observaban la pompa fueron partícipes de algo que no olvidarían con facilidad.

—Impresionante —musitó Sêlboro al ver el temible fuego de Sara—. Nunca imaginé que fuera así.

Los tres observaron el terrible poder que tenía el Fuego Dorado de Oromea. Cuando todo terminó, no quedo nada que no hubiera sido reducido a polvo, el cual se voló a causa de la energía que Sara había desprendido de su cuerpo.

—Todo ha salido como esperaba —dijo Sêlboro, complacido—. Aunque debo reconocer que no pensé que el Fuego Dorado de Oromea fuera tan destructivo. Deberemos tener cuidado.

—Sí, más vale —respondió Lazs, quien se había sobrecogido al observar semejante poder.

—Ya está lista. Ahora solo falta buscar al Portador del Tiempo y el Espacio y estará preparado.

—No será fácil.

—Lo sé, pero tengo una ligera idea de dónde encontrarlo.

—¿Sigues pensando en...?

—Así es —interrumpió—. No todo el mundo conoce la isla de Niamara, y mucho menos su paradero; sería lógico que se hubiera ocultado allí.

—Ya veo —echó una fugaz mirada a Salomé—. ¿Y qué hay de lo otro?

—En poco tiempo estará en nuestro poder, paso a paso. Lo más importante es atrapar a la chica ahora que su poder por fin ha despertado, y cuando la hayamos capturado, todo será mucho más sencillo. Confía en mí.

DESPERTAR - El camino del PortadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora