1 - ENCUENTROS

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Sara se despertó entre sudores fríos y jadeando violentamente. Notaba cómo el pijama se le pegaba al cuerpo haciendo que se sintiera incómoda. Intentaba recordar el extraño sueño que había tenido, pero a su mente solo acudían confusas imágenes sin relación alguna entre sí, y además, estaba esa sensación... una sensación de debilidad, de frío....

Se incorporó quitándose el sudor de la frente y se sentó en el borde de la cama, respirando profundamente. Se sentía débil, como si no hubiera dormido más de una hora, pero sabía que no había sido así. Aún somnolienta, se levantó y salió de la habitación, sin embargo, algo la retuvo: su perro Dix, un Golden Retriver, se había apostado frente a la puerta evitando que esta se pudiera abrir. Intentó apartarlo, pero no tuvo mucho éxito.

<<Qué raro>>, pensó.

—Vamos, aparta —dijo, empujándole.

Bajó a desayunar y vio que su madre ya se había ido a trabajar, así que se preparó algo para comer y se sentó en la mesa. Su mente no dejaba de repasar todo lo acontecido en el sueño que tan agotaba la había dejado, e intentaba buscar alguna razón lógica para ello. Aún le costaba respirar y veía cómo su mano temblaba levemente al sostener la cuchara en el aire. Sumida en sus pensamientos como estaba, no se percató de que iba a llegar tarde a clase, así que se levantó rápidamente y se fue a vestir. Mientras bajaba la escaleras vio que Dix la esperaba en la puerta nuevamente y la miraba con aquellos extraños ojos.

—Muévete, Dix, llego tarde. Luego jugamos un rato, ¿vale?

El perro la miró como si entendiera cada una de las palabras que había pronunciado. Finalmente se apartó resignado, con la cabeza agachada, y se sentó en la entrada de cara a la puerta y mirándola con aquellos ojos.

Salió disparada por la puerta tratando de apartar aquellos pensamientos de su cabeza y no se detuvo hasta que llegó a la parada. Vio el autobús allí y cómo subía la última persona. Lo iba a perder, estaba segura. Por fortuna una chica le sostuvo la puerta al ver que corría hacia allí.

—Gracias —musitó jadeando.

La chica no dijo nada, tan solo sonrió a Sara. Le llamó la atención el color de su pelo, de un morado intenso, y sus ojos, de un azul muy profundo. No hacía más que mirarla sonriendo, así que, incómoda, se fue a sentar.

Llegó al instituto justo a tiempo y, por fortuna, la profesora aún no había llegado, así que fue a sentarse en su sitio. Por fin pudo relajarse y meditar sobre una sensación que la había acosado desde que se había despertado. Con las prisas había procurado no prestarle atención a algo que la incomodaba, aunque no sabía qué era exactamente y mucho menos a qué se debía; pero era una sensación rara, como si una sombra invisible se cerniera sobre ella. Le resultaba una sensación angustiosa.

Por el rabillo del ojo vio que Cat le llamaba la atención constantemente, pero no le hizo caso. Era su mejor amiga y a menudo estaban juntas en clase, pero hoy quería estar tranquila; todavía se sentía débil y agotada.


Las clases le estaban resultando hoy muy tediosas. Por lo general, no le costaba sacar buenas notas y normalmente las encontraba interesantes, pero hoy se estaba aburriendo soberanamente y le costaba centrarse. A media mañana un mensaje de su madre al móvil la sorprendió en plena clase: "hoy no iré a comer, mucho lio. Te quiero".

<<Genial>>, pensó.

Levantó la cabeza y vio a Cat, que seguía intentando llamar su atención, y se le ocurrió una idea, así que en la hora del descanso se acercó a ella.

—Hola, Cat, oye, mi madre no come en casa hoy, ¿te apetece que vayamos a comer fuera?

—Sí, claro, me encantaría —dijo sonriendo.

DESPERTAR - El camino del PortadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora