14 - SANGRE

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—¿Qué creéis que está haciendo con esos gnomos? —inquirió Denver.

—Ni idea, voy a leerles la mente, a ver qué dicen.

—Sara, ¿son esos los gnomos que te ayudaron? —quiso saber Denver.

—No —dijo con tristeza—, no son esos.

Cada día se preguntaba dónde podrían haberse metido. Nebraska había procurado localizarlos mentalmente, pero no había dado con ellos.

Estos gnomos eran robustos y musculosos, no como Taro y Leopold. Ambos tenían el pelo verde y vestían con un traje de cuero azul. Hablaban con Darko y tras unas palabras vieron cómo los dos pequeños gnomos le entregaban un paquete al muchacho. Vieron cómo lo abría y asentía en señal de conformidad. Lo mismo hicieron los gnomos y se dieron la vuelta para irse por donde habían venido.

—¿Qué le han dado? —preguntó Denver.

—No puede ser... —musitó Nebraska.

—¿Qué ocurre? —quiso saber Sara.

—Es imposible —volvió a decir Nebraska.

—¡Nebraska! —susurró Denver con irritación—, ¿quieres decirnos...?

Sin previo aviso, Nebraska salió de su escondite y se encaró con Darko, que al verla salió corriendo.

—Maldita sea —masculló Denver.

Rápido como una flecha, el chico salió en pos de Darko y lo alcanzó en apenas unos metros. Sara se quedó estupefacta; Denver era rapidísimo. Se colocó frente a él y le bloqueó el paso.

—¡Apártate! —gritó Darko enfurecido.

Denver se limitó a mirarlo con cierta indiferencia, pero Darko no se iba a dar por vencido tan fácilmente. Con un gesto rápido, generó una inmensa bola de fuego que arrojó contra Denver, quien la esquivó velozmente y contraatacó aún más rápido dándole un puñetazo cargado de fuego en el estómago. Para cuando Nebraska y Sara los alcanzaron, Darko se hallaba en el suelo de rodillas, con las manos sobre el estómago y Denver frente a él, temible. Sara lo observó y vio en sus ojos el mismo brillo de cuando atacó a los Dracknar aquel día; parecía que al chico le gustaba la pelea.

—¿Se puede saber qué te pasa? —le recriminó a su hermana.

Era la primera vez que Sara veía a Denver perdiendo los papeles.

—No sabía que fuera a salir corriendo —se disculpó—, es que...

—Es igual —dijo haciéndole un gesto con la mano—. ¿Qué te han dado los gnomos? —preguntó dirigiéndose a Darko.

—Nada —respondió en un jadeo.

Sara pudo ver que tenía la ropa chamuscada en el lugar donde Denver le había dado, y más abajo, la piel se encontraba también quemada. Con todo, había sido su capacidad para controlar el fuego lo que había hecho que la llama que había generado Denver no le afectara tanto. El chico levantó la cabeza y miró a su hermana, esperando que ella se lo contara.

—Creo que deberíamos llevarlo ante los ancianos directamente.

Denver la miró sopesándolo y finalmente asintió; parecía haber visto en la mirada de su hermana que el asunto era serio.

—Vamos —dijo Denver cogiendo a Darko y poniéndolo de pie.

—No me voy a escapar, ¿vale?

Denver asintió, pero se mantuvo a su lado en todo momento.

Llegaron al Palacio de Uniones veinte minutos después; habían ido bastante rápido. Entraron en el despacho de Laicea, que se hallaba en su escritorio escrutando un mapa. No pudieron ver de qué lugar se trataba porque lo enrolló en cuanto entraron.

DESPERTAR - El camino del PortadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora