16 - PARTIDA

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El grupo que había conseguido escapar del ataque de los wargos llevaba todo el día intentando decidir por dónde iba a pasar. Erik había discutido con Rory, pues él se negaba a pasar sobre la enorme pared o por el medio, a través del estrecho camino; tan solo accedía a seguir adelante si lo hacían por la parte de abajo.

—Nos ahogaríamos, ¿no lo ves? —le había dicho Erik, habiendo perdido la paciencia.

—Pero si nos damos prisa es más seguro —afirmó con testarudez Rory.

—Ni siquiera se ve el final, no sabemos si nos daría tiempo a cruzarlo.

—Creo que el chico tiene razón —intervino entonces Merrin—. Si lo atravesamos poco a poco, los caminos de la mitad son los más seguros.

La única que no decía nada era Lea, pues hacía todo lo que su hermano le ordenaba. Erik, por su parte, haría lo que fuera por su hermana, y no la veía capaz de subir hasta la cima de la pared escalando. Tampoco podían pasar por la parte de abajo, pues su hermana no sabía nadar; un fallo teniendo en cuenta que vivían en una ciudad portuaria. Rory no podía escalar, ya que le faltaba una mano, por lo que Erik no podía reprocharle su testarudez y Merrin parecía estar conforme con cualquier decisión. Erik se acercó una vez más hasta el estrecho sendero que atravesaba de lado a lado la vertical de la pared. Sabía que esa era la única opción para su hermana; ninguna de las otras dos.

—Vamos a atravesarla —dijo finalmente—. Si queréis venir con mi hermana y conmigo saldré ahora mismo.

Sin esperar ninguna respuesta se dio la vuelta y caminó hasta la enorme pared. Oyó cómo Merrin se le unía con entusiasmo y más allá oyó a Rory maldecir con un gruñido, aunque finalmente aceptó.


Sara volvía a casa meditabunda, repasando cada palabra que le había dicho Laicea. Lo que más le preocupaba era que sus dos amigos estuvieran a salvo, pues se sentía muy en deuda con ellos, pero había algo que no le cuadraba en todo aquello. Según parecía, el rey ese quería conocerla, pero ¿por qué quería que asistiera a la boda de su hija? No entendía absolutamente nada. Nebraska le había dicho que no se preocupara por eso, había asegurado que Gotherrim sería más segura que la capital el día de la boda.

—Piénsalo —le había dicho—, allí estará el propio ejército de Gotherrim, además de una parte del ejército Blanco. Además, estamos también nosotros —añadió con una sonrisa—. Laicea solo quiere que estés segura y como los Nacwar van a salir de la ciudad, este ya no será un lugar seguro.

Sí, eso lo entendía bien, pero no comprendía realmente por qué querían conocerla. Laicea había dicho que todo el mundo quería conocerla por ser la Portadora del Fuego Dorado de Oromea y también por ser la que ha visto el fénix. Lo primero lo comprendía; ya había visto con sus propios ojos cómo veneraban a Galicea, por lo que era lógico que quisieran conocer a quien tiene sus mismos poderes, pero la segunda parte no le cuadraba. Los ancianos de la ciudad y la anciana Briel le dijeron que ver un fénix presagia lo peor, y que tenía una estrecha relación con quien lo viera, y eso era lo que más le asustaba. Le daba miedo pensar en no saber qué le depararía ese futuro, lo que era irónico, pues además de ser la Portadora del Fuego Dorado también lo era de la Premonición, pero no era capaz de ver el futuro a voluntad y lo que era peor, cuando tenía una visión no sabía qué significado darle. Estaba asustada por comprender el significado de una visión cuando ya fuera demasiado tarde, como las anteriores veces. Realmente no comprendía de qué le servía ser la Portadora de la Premonición si no entendía lo que veía.

—¿Qué ocurre, Sara? —le preguntó Nebraska al ver el rostro de su amiga.

—Nada, nada —le contestó evasiva.

DESPERTAR - El camino del PortadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora