VI

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Elora

Nunca había estado tan nerviosa como en ese momento.

Al cabo de unas pocas horas se declararía mi don, y salvo por lo que me explicó mi madre, no podía imaginarme cómo sería todo. Si me tuviera que enfrentar a algo y me paralizara, si no pudiera responder a ello como me dijo mi madre, ¿qué haría? ¿Y si no podía siquiera adquirir un don?; ¿qué pasaría conmigo? ¿Me volvería inútil para ellos cuando se suponía que me tomaban como su salvadora? ¿Los decepcionaría?

En ese instante, mientras todas esas dudas invadían mi mente, apareció Mistos en mi habitación. Se situó a mi lado, frente al espejo del tocador.

—Estás preciosa, hermanita. —Su sonrisa inmediatamente provocó la mía. Me giré con la silla y lo encaré aun estando sentada.

—Tú tampoco estás feo, hermanito. Te queda bien el azul—lo elogié de vuelta.

—No me llames hermanito, que soy el mayor—pidió resoplando.

—Seguro que por poco tiempo. No te ves tan mayor.

—Nos llevamos cincuenta años, Elora.

Él rió ante mi cara de asombro. ¿Cincuenta años había dicho?

—A ver, a ver. ¿Cómo es eso posible? Tienes sesenta y nueve años o qué.

—Ciento setenta y uno más—dijo mientras se sentaba en mi cama, riendo. —Ya te lo aclaro, tengo doscientos cuarenta.

—Entonces son más de cincuenta, Mistos. Qué viejo estás. —Lo señalé con mi dedo, medio riendo. —No entiendo cómo es posible que seas tan mayor y parezcas de mi edad.

—Elora, es que tú no tienes diecinueve. Tienes más—dijo lentamente—; muchos más de lo que piensas.

Ante mi reacción de desconcierto él comenzó a explicarse.

—Las edades de los dioses son diferentes a la de las personas. Diez años humanos son cien nuestros. Y aquí los meses, según los entiendes tú, no son doce como me dijo el tío Uenar que teníais en la Tierra. Aquí tenemos diez, y cada uno es un año para nosotros. Cumplimos por décadas que tomamos por experiencia y sabiduría adquirida. Muy espiritual—rió al final.

—¿Entonces qué edad tengo yo ahora? —Pregunté para ahorrarme las matemáticas.

—Ciento noventa.

—¿¡Perdona!?—Exclamé.

—Sí, y la mayoría de edad es a los doscientos. Es decir, que serás la primera diosa en adquirir un don sin ser mayor de edad. Por cierto, queda poco para la ceremonia. ¿Estás preparada? —Preguntó mientras miraba por la ventana.

Mi cabeza poco más y explotaba. ¿Cómo que casi llegaba a los doscientos años? No lo aparentaba para nada. Pero si era verdad que tenía tantos años, ¿cómo nadie en casa se había dado cuenta?

Me di cuenta de que me había embobado entre mis pensamientos cuando mi hermano llegó a mi lado y me ayudó a levantarme.

—Venga, Elora. Que ya es tu momento.

Los dos bajamos las escaleras de la casa hasta llegar al salón, donde esperaban nuestros padres. Tras varios elogios de su parte hacia mí salimos a la calle, donde mi padre dio unas palmadas mirando al cielo.

De repente aparecieron dos caballos alados blancos delante nuestro.

—Mistos, tú vas con tu hermana en Teise y nosotros vamos en Toisk. Venga, andando—le dijo mi padre a mi hermano.

Entre Motas Doradas [PRUEBA PILOTO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora