Egan
Al llegar a Palacio, donde se encontraban todos los dioses ya preparados, llegó hasta mí uno de los mensajeros de Marzon. Era fácil reconocerlo debido a la túnica azul que llevaba como símbolo del Dios Supremo, quien por cierto no se encontraba entre los presentes.
—Dios Egan, el Dios Supremo requiere su presencia en su salón de descanso. Pide que se encuentre allí lo antes posible.
Respondí con un simple asentimiento y le seguí, no sin antes girarme para darle una última ojeada a la joven diosa con la que había estado unos instantes antes en mi lugar secreto. Elora. Aquella chica a la que al principio odiaba, pero que había trastornado mi mente desde que la vi por primera vez. Aquella a la que prejuzgué sin siquiera conocerla. Aquella a la que no se lo puse nada fácil. Allí estaba, con sus padres hablando tranquilamente. Su sonrisa incrementó al oír algo que le decía su progenitor, quien la abrazaba de lado. Debió sentir mi mirada posada sobre ella porque cuando la observaba atentamente ella se giró y esa vez, la sonrisa hacia sus padres la dirigió hacia mí. Aparté la vista rápidamente y decidí seguir al mensajero. Subimos todas las escaleras y cruzamos los pasillos hasta llegar a la sala privada del dios más poderoso de todo Urno. Hasta que llego Elora. Bueno, sí, hasta que llegó la joven chica a la que instruí.
Crucé la puerta picando con los nudillos antes, sin esperar respuesta. El viejo dios estaba ante un espejo enorme, con un chico a su lado que le estaba arreglando el traje de batalla.
—Al parecer ya ha llegado al dios que esperaba. —Acertó sin mirarme y se dio la vuelta, sonriendo y apartando de una patada al joven costurero que estaba a sus pies. —Me alegro de que hayas venido, Egan. Quería hablar contigo antes de la batalla.
—Soy todo oídos, señor. —Me adelanté hasta su escritorio, donde más tarde se sentó él, y aunque me ofreció sitio me decanté por quedarme de pie. Crucé los brazos sobre mi pecho y escuché atentamente lo que el viejo dios me decía.
—Verás, hijo—comenzó él—. Quería advertirte sobre algo. Diga lo que diga Niros, no te creas ni una de las palabras que salgan por su sucia boca. No dejes que afecte sobre ti y que cambie tu forma de pensar. No des por ciertas sus palabras. —Su atención pasó a una campanita que tenía encima de la mesa. —Y quería agradecerte por todo lo que has hecho con Elora, Egan. Quería agradecer tu esfuerzo en su formación y que aceptaras desde el principio la oferta. Hoy ella demostrará si de verdad has trabajado para nuestro beneficio y si la has enseñado bien a despertar sus poderes o no. Espero que todo esté correcto y en orden para que podamos vencer a tu bastardo tío. Solo quería eso, agradecerte todo lo que has hecho. Ya puedes retirarte—dijo tras levantarse—. Tu madre debe de estar buscándote.
—Sí, señor. Ya verá que hoy la joven diosa nos traerá la victoria a casa.
Sin decir más, salí de la habitación y me dirigí hacia el patio exterior, donde estaban el resto de dioses. Entre ellos estaba mi madre, que nada más verme salió corriendo hacia mí y me abrazó.
—Gracias a Jurio, al fin te encuentro. Llevaba horas buscándote y no te veía por ningún lado. ¿Se puede saber dónde te habías metido? —Su voz se volvió un tono más agudo de lo normal y me chilló como nunca.
—Estaba hablando con el Dios Supremo, madre. Quería agradecerme el trabajo que he hecho con Elora, nada más.
—Menos mal—resopló ella—. Pensaba que te habrías escapado o algo. A saber.
—Tranquila, madre. No me voy a ir a ninguna parte, igual que todos debo luchar. Ahora, si me disculpas, voy a ir a dar una vuelta para ojear el terreno.
Sin esperar respuesta salí del perímetro de su vista y me colé entre el resto de gente, con el objetivo de alejarme un poco de todos. Con la mirada busqué a la joven morena que me había sacado de mis casillas desde el momento anterior al lago. No la encontraba por ninguna parte. ¿Dónde se habrían metido? ¿Acaso también la había llamado Marzon y estaba hablando con él? No tenía ni idea.
Me alejé de los demás. Quise estar unos momentos solo antes de enfrentarme al dios de la oscuridad y gastar toda mi energía en ese campo. Dirigí mi camino hasta la parte trasera del palacio y fue allí donde la vi. Encima de una roca, sentada y mirando hacia el horizonte. Ahí estaba Elora. Perdida en sus pensamientos, sumida en sus cosas, sin prestar atención de lo ajeno y exterior. Me acerqué a ella y me senté a su lado. Fue entonces cuando se dio cuenta y me miró.
—Egan, ¿qué pasa?
—Eso te pregunto yo a ti—le rebatí—. ¿Todo bien? ¿Qué haces aquí sola?
Suspiró antes de hablar y volvió su mirada al horizonte de nuevo.
—Nada. Es solo que estoy algo nerviosa. Es obvio que nunca me he enfrentado a algo así y que no sé qué va a pasar o como voy a reaccionar o lo que sea. Me siento incapaz de todo ahora mismo. —Sus manos juguetearon entre ellas y posó su vista en éstas. —No sé qué me pasa—susurró—. Pero tengo miedo, Egan. Mucho miedo.
Sus ojos se clavaron en los míos el mismo momento en que expresaba su temor.
—No te va a pasar nada, Elora. Estarás protegida por el resto. No te van a hacer nada.
Me miró un momento después de que yo la tranquilizara, y después se echó a reír a carcajada.
—¿Qué? —Pregunté, sin saber qué era lo que pasaba.
—No sabes cómo tranquilizar a la gente, ¿verdad?
Negué. Era verdad, no tenía ni idea de cómo podía calmar a alguien, ya que nunca he necesitado hacer nada parecido. Pero al menos lo intenté, y eso es lo que contaba, supongo.
Su risa se volvió cada vez más audible. Era preciosa. Una harmonía propia de especies místicas fantásticas. Una ensoñación preciosa.
—Tranquilo, que conmigo no tienes nada que hacer. Por mucho que me intenten tranquilizar me es imposible no sentir tal presión—me sonrió.
—Ya.
En ese mismo momento sonó el sonido de un cuerno. La llamada. Nos estaban reclutando. Había llegado el momento.
—Deberíamos irnos—avisé a Elora. —Nos esperan en el campo.
—Sí, mejor que vayamos.
Ambos nos levantamos de la roca en la que nos encontrábamos y nos dirigimos hacia el lugar de reclutamiento. Antes de poder caminar más, sentí como Elora tiró de mi brazo hacia atrás y cómo me abrazó. Sus brazos rodearon mi cintura y su calidez corporal envolvió mi torso. Le sacaba una cabeza de altura. Me quedé paralizado durante un instante, no sabía lo que hacer. Ella se separó en seguida y se acercó más a mí, hasta posar durante unos segundos sus labios en mi mejilla.
—Gracias por todo, Egan. Sobre todo por haberme enseñado tanto.
Tras eso ella se alejó hacia el campo de reclutamiento. Me quedé pasmado en el mismo sitio. ¿Qué era lo que acababa de hacer? ¿Me había dado un...beso? En la mejilla, pero sí, me dijo mi subconsciente.
Salí del trance y fui detrás de Elora hasta la reunión de dioses.
Había comenzado todo.
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Entre Motas Doradas [PRUEBA PILOTO]
FantasyElora, una chica normal y corriente que habita en la Tierra. Uenar, un chico que aparece de repente en su armario. Egan, su nuevo tutor y el que sería el peor de sus enemigos sin ella saberlo. ¿Enemigos? ¿Estaban acaso seguros de ello? La joven des...