XII

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Elora

—Venga, hija. Eres fuerte. Despierta.

La voz de mi madre resonó por toda la habitación, aunque lejana al mismo tiempo. Noté un peso apoyado en mis piernas, el cual me impedía moverme. Lo que tenía encima temblaba a la vez que el sonido de unos fuertes sollozos hacía acto de presencia en la habitación. Supuse que provenían de lo que estuviera en mis piernas.

Abrí los ojos y me sentí rodeada y observada. Allí, frente a mí, estaban mis padres y mi hermano. Era mi madre la que estaba apoyada sobre mí, llorando como una chiquilla. Alzó la mirada y al verme sonrió, aun con lágrimas en sus ojos. Se acercó a mi padre para que la abrazara tras darme un beso en la frente.

—Al fin estás despierta, hermanita. —Esta vez fue Mistos quien habló y se acercó a mí. Se sentó en la camilla junto a mi pecho, y me acarició la cabeza. —Nos has dado un buen susto. A madre casi le da un infarto cuando Quisto nos informó de lo que había pasado.

Las palabras no salían de mi boca. Estaba dormida y mi garganta aun me dolía como mil demonios en el infierno. Hice una mueca. ¿Cuánto duraría esa agonía?

—Joven, tómate esto. Te quitará el dolor.

La que supuse que era Quisto, la enfermera y quien nos recibió a mi llegada, tendió un vaso con un mejunje dorado en su interior hacia mí al ver mi cara de dolor y angustia. Me lo bebí de un trago. No quería seguir alargando el momento. Una mueca de repulsión apareció en mi rostro; la poción esa estaba asquerosa. Me hizo toser como una loca por su sabor, que era una mezcla entre amargo y salado a la vez. Imbebible.

Ésta rió bajito al ver mi reacción cuando levanté la mirada hacia ella. En cuestión de segundos ya no sentí mi boca tan pesada y espesa, la garganta me dejó de doler y mis músculos volvieron a ser lo que eran antes, sin daños ni agujetas. No sentía ningún tipo de dolor. Todo desapareció como por arte de magia. ¿Qué llevaría esa bebida para quitarme todos los males de golpe? Luego recordé que estábamos en un mundo mágico, donde todo estaba creado con magia y pociones. Como no.

Mis padres le dieron las gracias a la enfermera y tras eso se excusó de la habitación, dándonos la privacidad que en ese momento necesitábamos como familia. Con la mirada recorrí el lugar. Sentía que faltaba alguien. No había ni rastro de aquellos ojos verdes que tanto odiaba. ¿Egan se había ido?

—Cuando hemos entrado nos ha dicho que tenía que irse, Elora. —La respuesta de mi padre me dejó confusa. ¿Lo había pensado en voz alta? Madre mía, sí que me había afectado aquel entrenamiento.

—Lo notaba raro. Era como si no estuviera cómodo aquí—añadió mi hermano, que seguía a mi lado en la camilla.

No entendía nada. Me incorporé en la cama sin sentir dolor alguno; ese líquido extraño era realmente mágico. Me había dejado como nueva en cuestión de milésimas de segundo, como había dicho Egan que pasaría antes de llegar a la enfermería en la que me encontraba.

Deja de pensar en ese engreído, me recordó mi subconsciente. ¿Por qué mi mente insistía en volver a él con cada cosa que veía o sentía?

Sacudí la cabeza, tratando de despejar esos pensamientos intrusivos. No era momento para divagar sobre un hombre que apenas conocía, y el que casi da lugar a mi muerte tras el entrenamiento. Tenía que concentrarme en entender lo que había sucedido y qué era lo que había causado que yo perdiera el conocimiento de tal manera. Por eso, pensé, la mejor manera de averiguarlo era preguntar a quienes entendían perfectamente de toda la magia que habitaba en aquel lugar.

—¿Qué es lo que me ha pasado? —Inquirí, dirigiéndome a mis padres.

—Has colapsado, Elora. —Al parecer mi cara fue de tal horror que mi padre se acercó a mí y comenzó a explicarse. —Es normal, hija; a todos nos ha pasado durante nuestra etapa de descubrimiento, sobre todo, al tener a un mentor tan fuerte como Egan. —Otra vez tuvo que aparecer el que casi me mata en la conversación. Ese dios siempre aparecía por todos lados por mucho que intentara ignorarlo o pasar de él. —Te entrenó de tal manera que hizo que tus poderes salieran sin control alguno, poseyéndote y explotando contra él. Pero tranquila, eso es una buena señal.

Entre Motas Doradas [PRUEBA PILOTO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora