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(ADRIEL)

Esa noche, fue la peor noche de mi vida, a pesar de todos mis años de experiencia, esa fue la primera vez en donde la ansiedad y la presión comenzaron a hacerse hueco dentro de mi ser. Después de dar vueltas casi toda la noche, pude conciliar el sueño un par de horas antes del amanecer.

Cuando el Sol asomó ligeramente por la ventana, solté un sonoro y frustrado suspiro. Malhumorado, comencé a vestirme con prisa para ir al santuario y así hablar con el sacerdote, debía informarme más a fondo, ya que muchos de los informes estaban incompletos y había muchas contradicciones entre unos y otros.

Me dirigí a la puerta principal de la vieja casa con desgano, sentía como si el mismo pueblo drenara mi energía, y lo más seguro es que tuviera que ver la bruja. Al salir por la puerta me topé con la más joven de la familia Blanc, no pude evitar saludarla con entusiasmo aunque la noté un tanto incómoda, me devolvió el saludo con timidez. Con prisa terminé de cerrar aquella vieja puerta y con paso rápido me dirigí a ella, notando que se acomodaba para hablar conmigo.

—¿Durmió bien en su primera noche, señor Dohan?

— Aún me estoy adaptando. Gracias por preguntar.

Un gran silencio hizo presencia entre nosotros y algo en mí hacía que no pudiera apartar la mirada de ella. Cada vez que la miraba, la curiosidad en ella iba en aumento.

—Y...¿A dónde se dirige tan temprano?

—Me gusta ir temprano al santuario...para rezar. —dije con prisa lo último. No pude evitar contestar con naturalidad aquello pues llevaba haciéndolo desde los cinco años— Es una costumbre familiar.

Ante la respuesta, pude notar una ligera incomodidad en ella. Si ella era la bruja, lo más probable es que la hubiera cagado pero bien, quizás debí decirle que tenía una reunión con algún cliente. No pude evitar morderme el interior del labio ante mi descuido pero debía aceptar que cada vez que compartiamos espacio, cualquier rastro de coherencia desaparecía de mi mente.

—Aunque podría preguntarle lo mismo. —Decidí contraatacar.

—Solo estoy dando un paseo matutino. Costumbre también. —Pude notar como una chispa de diversión en esa excusa. Probablemente divertida a mi barata excusa de antes.

Sonreí divertido ante su avispado ingenio, era una joven curiosa a mi parecer. Ambos nos miramos a los ojos de nuevo, como en el día anterior. La curiosidad en ambos era un punto fuerte y palpable entre nosotros, éramos conscientes de que no éramos sinceros del todo el uno con el otro, pero eso en cierta parte, nos divertía. Las campanadas del santuario anunciaron las siete de la mañana, interrumpiendo nuestros pensamientos pero sin desconectar nuestras miradas. No podía apartar mis ojos de esos ojos avellana.

—Debo marcharme al santuario, si no, se me hará tarde. —dije aún sin poder apartar la miraba.

—Si...Yo también debería marcharme o se me hará tarde...

Aparté la mirada de sus ojos a regañadientes y me despedí de ella con una reverencia, haciendo ella lo mismo. Con prisa me marché calle arriba en dirección al santuario, notando como la sangre se acumulaba en mis mejillas.

Al llegar, el santuario se hallaba desierto salvo por el sacerdote que se encontraba adornando el altar donde se oficiaba la ceremonia diaria.

— Buenos días, sacerdote Marin. —El sacerdote se giró a mí con sorpresa. — Vengo a hacerle unas preguntas.

Después de unas pocas preguntas, el sacerdote contestó que nunca hubo pruebas que confirmaran aquellos rumores sobre la familia Blanc, pues a pesar de no participar a diario en las ceremonias, lo hacían en las importantes, y que esos rumores pasaba con muchísimas mujeres del pueblo, causando la ejecución de más de una siendo esta inocente. Agradecí al sacerdote Marin por su ayuda y me posicioné en uno de los tantos bancos de madera para rezar. Justo en ese instante, la puerta pequeña de la entrada se abrió, dejando ver a Karina. Su pálido rostro se encontraba bajo un velo negro a juego con su vestimenta, haciendola ver más irreal, haciendola ver como un bello espectro. Mi vista siguió todo su recorrido hasta el banco de atrás, fijándome en todas sus acciones. Cumplia con todo el protocolo que había que realizar haciéndome dudar de las acusaciones hacia ella, ¿una bruja sería capaz de cumplir con todos a la perfección? Antes de que pudiera darse cuenta, giré mi rostro hacia el frente y comencé a rezar, a rezar más que nunca.

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