(ADRIEL)
Al verla en el baile, tan idílica, mi mente se nubló. Todo de ella, daba igual cómo estuviera, me quedaba sin aliento. Era tan hermosa y no era el único que se encontraba embobado con su belleza, pero ella...ella tenía una expresión de hastío mientras observaba a los demás invitados bailar, llegué a pensar que quizás deseaba bailar con alguien.
—Mi edad de cortejo ya terminó. —Al decir aquella frase, no pude evitar mirarla confuso, pues aunque quisiera, intentaba no hacerlo.
—¿Por qué dice eso? No la invito para cortejarla, si no, como amigos. —Sus ojos me miraron sorprendidos, quizás ningún chico la había visto más allá como futura esposa.
—Lamento haberla incomodado hace unos días, estaba algo desorientado y estresado. —Me pareció el mejor momento para disculparme. Ni siquiera yo sabía que me había ocurrido ese día— Entonces, ¿bailaría conmigo la siguiente pieza?
—Está bien, solo como amigos.
Pero cuando ella habló sobre los rumores, pude notar como el agobio se abría paso en su rostro, comencé con comentarios para tranquilizarla pero en algún momento me perdí en ella y lo más profundo de mi ser apareció en forma de palabras.
—Si son contigo, no me molestan.
Y era cierto, no me molestaba, pero realmente no pensé aquello con frialdad. Si el santuario se enteraba de esos rumores, a pesar de tener al sacerdote Marin cubriéndome las espaldas, podrían abrir una investigación y con certeza sabía que en el momento que ocurriera eso, perdería mi puesto y probablemente mi vida.
Karina se tornó algo roja y se marchó, bueno, huyó, huyó de mi lado como si fuera su peor pesadilla. En la lejanía divisé como hablaba con sus padres, quienes se encontraban igual de extrañados que yo, pues se fue como alma que lleva pecado.
Descarté cualquier idea fuera de lugar y me acerqué a la cabeza de familia, al señor Blanc y a su amable esposa.
—Buenas noches, espero que la estén pasando bien. —saludé mientras hacía una reverencia.
El matrimonio me devolvió el saludo y el señor Blanc me ofreció una copa.
—Ahora que se encuentra aquí, señor Dohan. He podido observar como ha conseguido llevarse con mi hija. Por ello, me gustaría que viniera a mi casa para hablar de unas cosas.
Asentí, dudoso y tragando fuerte. Esperaba con todas mis fuerzas que los señores no pensaran nada fuera de lugar, pues no era mi intención y evitaba a toda costa que lo pareciera.
Tras el baile, pasé varias semanas en la parroquia, visitando a mis alumnos principalmente. Todos eran niños entre los seis y doce años, todos sin referentes paternos, pues fueron enviados o abandonados en la parroquia muy pequeños. Las pocas sacerdotisas eran sus madres y abuelas mientras que nosotros, que éramos mayor número, éramos abuelos, padres, tíos...En esos días, aproveché para tomar un té con el sacerdote Durand.
—Me alegra tenerlo durante unos días aquí. —comentó el sacerdote mientras observaba a los niños jugar— Cuando usted se encuentra aquí, parece que incluso los niños están de mejor humor.
Ambos nos quedamos mirando a los niños mientras las sacerdotisas y algunos sacerdotes jóvenes se hacían cargo de los más pequeños.
—Quería preguntarle algo, sacerdote Durand. —El sacerdote me miró atento, expectante a lo que tenía que preguntar— ¿Qué sabe sobre mi profecía?
El hombre de mediana edad, volvió su vista a los niños y yo no pude evitarlo mirarlo ansioso, ansiaba una respuesta y quizás él solo podría dármela. Ya que cuando pregunté años atrás, todos los sacerdotes y miembros de la iglesia, evitaron a toda costa darme detalles sobre ella.

ESTÁS LEYENDO
ECLIPSE
FantasySi te digo que tu vida está ligada a alguien debido a una profecía. ¿Qué harías al enterarte que es tu mayor enemigo? Adriel y Selene se encuentran envueltos en un amor y odio inexplicables, llevándolos a enfrentarse entre sí. ¿La profecía tendrá r...