XIII

20 2 0
                                    

(SELENE)

Los días siguientes, me mantuve en casa por las recomendaciones del médico familiar, donde vinieron a visitarme Hannah y Viktoria al enterarse sobre mi incidente. Las dos me preguntaban sobre lo ocurrido pero no quise hablar sobre el tema. No quería dedicar más tiempo de mi vida a él, pues ya había pensado lo suficiente tras sus últimas palabras la última vez que estuvo en mi casa. No entendía su cambio de actitud cuando era más que obvio que no quería eso. Había optado por hacer como si él nunca hubiera estado en mi vida, tal y como hizo él conmigo, así que proseguí con normalidad.

El solsticio de primavera llegó, dejándonos el día del ritual con luna nueva, haciéndonos las cosas más fáciles. Al fin podríamos celebrar un ritual de entrada de estación al aire libre.

Esa misma noche, las tres nos encontrábamos bailando alrededor de la hoguera con nuestras coronas de flores y vestidos blancos mientras cantábamos y reíamos en uno de los tantos claros del bosque, las preocupaciones se habían esfumado, haciéndonos relajar demasiado. De un momento a otro, mientras bailábamos, fuera del sonido de nuestras voces y el crepitar del fuego, el crujir de una rama al fondo del bosque, sonó en nuestras espaldas. Enseguida tiré tierra húmeda sobre la hoguera y colocamos nuestras túnicas de color negro. A modo de defensa, coloqué a Viktoria y a Hannah detrás mía y tomé la daga que se encontraba bajo mi vestido, atada en una de mis piernas. Las dos hermanas se agarraron a mi brazos con fuerza debido al miedo mientras yo intentaba agudizar mis sentidos. Al no haber luna, para quien estuviera acechandonos era difícil vernos pero para nosotros también lo era. De repente, el sonido de una flecha cortó el aire y se clavó en el árbol tras de nosotras, enseguida mandé a correr a mis amigas y yo en dirección contraria huí por el bosque intentando camuflarme con el entorno. Por suerte, quien fuera, me siguió, era rápido y yo no me había puesto mis zapatos debido a las prisas, por lo que se me dificultaba correr y por ende reducía mi velocidad. Entre árboles y maleza me escondí. El sonido de las pisadas de aquella persona también se había detenido, agarré con fuerza la daga de mi abuelo y agradecí a los Dioses que mi hermano me enseñara algún que otro ataque de defensa. De repente, una mano tomó con fuerza mi brazo libre y me tiró al suelo, comencé a patalear para librarme de su agarre pero se había subido encima de mí, impidiendo cualquier manera de poder librarme.

—Voy a descubrir quién eres bruja.

¿Adriel? Solo eso me hizo entrar más en pánico. No, él no podía ser el cazador de brujas y mucho menos descubrir quien era. Con una gran fuerza debido al pánico y en un descuido de él, pateé su abdomen, haciendo que aflojara su agarre y que yo pudiera salir de abajo suya. Mientras me levantaba para echar a correr de nuevo, Adriel tomó mi tobillo haciéndome caer de bruces contra el suelo, mis rodillas al caer se clavaron ramas, piedras entre otras muchas cosas. Comenzó a arrastrarme por el suelo hasta quedar de nuevo bajo suya.

—No tienes escapatoria. —Tomó el cuello de mi túnica para deshacerse de ella y verme el rostro pero en un movimiento rápido de muñeca coloque la daga en su cuello.

—Tócame y me bañaré con tu sangre. —amenacé apretando un poco más la daga en su cuello.

—¿Karina?

Adriel confundido quitó con dureza la capucha de la túnica negra viendo mi rostro entre la penumbra de la noche. Con prisa tomó la lámpara de aceite y la encendió, viendo mi rostro.

—¿Qué...? —Por un segundo pasó sus ojos por todo mi rostro, como si se deleitara con verla pero enseguida volvió en sí— ¿Qué estás haciendo aquí en el bosque de noche? —preguntó frunciendo el ceño.

—No es de tu incumbencia. —dije mientras apartaba mi vista de él, molesta.

Tomó de nuevo el cuello de la túnica y me acercó a él, poniéndome a pocos centímetros de su cara.

ECLIPSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora