Tercera carta

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~Arsinoe~

Mis hombres y yo íbamos directo a nuestro destino estipulado, yo sobre mi caballo y ellos siguiéndome.

Cruzar el bosque de fantasmas que rodea al reino vampirico siempre era interesante. Admito que esa es la única habilidad que envidio de mi padre. Ese poder para obligar a las almas a obedecerlo.

Confieso que con mis años de vida conocí a más de uno, algunos incluso fueron mis mentores. Tantos logros, tanta gloria que ahora ya no sirve de nada. En este momento no son más que simples almas en pena que protegen esta zona muerta.

Lamentos y susurros se escuchan alrededor nuestro. Un grito agudo se aproxima rápidamente y un espíritu se detiene a centímetros de mi rostro. Su cara deformada y con la piel putrefacta.

Grita sobre mí momentos antes de darse cuenta de quien soy. Al percatarse, vuelve a su forma "original"; una joven niña con su vestido rasgado y un oso de felpa. Se oculta apenada entre la niebla.

—Mis disculpas, milady —uno de mis hombres desenfunda su espada pero yo lo detengo.

—Tu nombre —digo en tono calmado.

—Amelia —responde aún medio oculta. Su voz espectral suena con un fantasmagórico eco.

 Su voz espectral suena con un fantasmagórico eco

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—Amelia. Es un hermoso nombre —sonrío gentil y doy orden para seguir nuestro camino.

Mantengo un semblante serio, no me agradaba la idea de que también hubiera niños atrapados en este bosque. Eso pienso, a pesar de que la sangre de miles de ellos están en mis manos. Pero que hipócrita soy.

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Salir del bosque nos toma al menos medio día. Con la gran densidad de la niebla, si no conoces la topografía, fácilmente cualquiera podría perderse y su único destino sería ser tragado por los espíritus errantes y volverse uno de ellos.

Frente a nuestros ojos se cierne tierra ajena a nosotros, pero que conocemos mejor que nadie.

—al oeste —digo mirando hacia dicha dirección. Entrecierro un poco mis ojos debido al sol de la tarde y seguimos en marcha. Conozco lo que resta del continente y puedo saber a qué aldea se refería mi padre; solo hay un sitio lo suficientemente estúpido como para querer levantarse en su contra.

Seguimos por un sendero árido en medio del campo, hasta llegar a las ruinas de lo que solía ser un viñedo. Las vides han crecido sin control, invadiendo lo más que han podido con el paso de los años, los cimientos de piedra agrietados y los emparrados que definían las hileras han desaparecido en casi su totalidad.

—Descansaremos un momento aquí —ordeno—. Mientras el sol de la tarde se oculta.

Los hombres asienten y se preparan para improvisar un campamento. Confieso que ser un vampiro de la zona oscura tenía sus ventajas.

Entre cartas de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora