Octava carta

9 2 1
                                    

~Ezra~

Nos refugiamos en una aldea antes de llegar al reino de Damatra. Me encontraba de pie junto a la ventana y en la cama estaba Elizabeth, desnuda.

—Que sepas que aún debes pagarme lo que me robaste —mi silencio la obliga a levantarse, se enrolla con las mantas y me toca suavemente el hombro—. ¿Estás bien?

—Definitivamente voy a matarla —respondo sin mirarla y ella suelta un resoplido.

—Estás loco Ezra, de ninguna manera podrás hacer eso. Hasta yo me doy cuenta de que está fuera de tu liga —Se acerca y sienta en la mesa que hay al centro de la habitación para luego servirse una copa de vino—. Te arrancará la cabeza antes de que siquiera te des cuenta de lo que pasó.

—Tuvo dos oportunidades y no lo hizo.

—No creas que dejará pasar la tercera —toma una uva del pequeño tazón al centro de las mesa para luego comerla.

—Debe tener una razón por la que lo hizo.

—¿Estás escuchandote? No hay ninguna razón, Ezra. Tan solo está jugando contigo. Es como el gato que no mata al ratón al momento por qué sabe mejor con algo de esperanza. Justo eso hace contigo.

—Pero hay algo más —añado—. He peleado contra los vampiros en muchas ocasiones. Y aunque algunos de verdad se divierten jugando con sus víctimas, ninguno los ha dejado con vida. No tiene sentido.

—Ah... —Elizabeth suelta un suspiro exasperada. Se pone de pie y comienza a vestirse—. Solo conseguirás que te maten, Ezra. Y aunque antes dije que sería divertido verlo, ahora realmente no quiero ser parte de eso.

Se aproxima a la puerta una vez que toma sus cosas.

—Un mes, ese es el plazo que te doy para que me devuelvas la cantidad de riqueza que me robaste —me lanza una mirada penetrante—. Si para entonces no lo consigues y esa vampira no te ha matado, seré yo quien lo haga. Hablo en serio está vez.

Sale de la habitación cerrando la puerta tras de sí con algo de brusquedad. Suspiro y me dejo caer en la cama. Pensativo, hasta que mi mente me permite descansar.

Al despertar al día siguiente, me reuno con Mathew en la primera planta de la posada para desayunar antes de seguir con el viaje.

—¿Dónde está Elizabeth? —Pregunta.

—Se fue anoche.

—Ains... De verdad que eres tonto.

—¿Dices que fue mi culpa que se fuera?

—De algún modo u otro siempre te las arreglas para echar a perder las cosas con ella —Da un mordisco a sus huevos fritos con tocino—. No entiendes nada en absoluto.

—Ah, cállate —Exclamo con fastidio. Es muy temprano para empezar a regañarme por cosas sin importancia.

—En fin —se encoge de hombros y finalmente cambia de tema—. ¿Por qué de pronto quieres ir a Damatra?

—Si voy a matar a esa tal Bloody princess, necesito mejores armas.

—¿Sigues con eso?

—Ya me conoces, Mathew. Si digo que haré algo, lo hago. Y no descansaré hasta ver su miserable existencia reducida a cenizas —muerdo el pan con queso en mi plato y doy un sorbo a mi bebida. Estoy decidido a llevar esta encrucijada.

—Esa determinación es admirable —dice con calma—. Pero la razón actual me preocupa. Así que iré contigo.

—No tienes que hacerlo, ¿Sabes? No tienes que seguirme.

—Lo sé. Pero quiero hacerlo —Continúa comiendo con total calma y yo suelto un suspiro. Esbozo una ligera sonrisa.

Al salir de la posada caminamos rumbo al establo donde dejamos los caballos, es un largo camino hasta Damatra, debemos ponernos en marcha.

—Disculpe señor. ¿Sabe el camino para ir a Ythia? —un joven con vestimenta poco común está en mitad de la plaza. Preguntando indicaciones, sin embargo, parece que nadie lo toma en serio —. Por favor... ¿Podría alguien decirme como volver a Ythia?

"¿Acaso bebiste demasiado?" "Parece que está demente" "Que raro es": eran solo algunas de las frases que los demás le decían, pero nada era lo que él necesitaba escuchar.

—Parece que necesita ayuda —Mathew lo mira.

—No es de nuestra incumbencia —respondo indiferente.

—Pero que tal si-

—Es un largo camino a Damatra, hay que movernos ya —me aseguro de que los suministros estén bien sujetos al caballo, cuando volteo me percato de que ya no está.

—¿Necesitas ayuda? —Mathew se acerca al chico.

—Oh, finalmente un alma que se compadece de la mía. Joven caballero, ¿Serías tan amable de decirme el camino a la ciudad de Ythia?

Ante esa pregunta, Mathew ladea un poco la cabeza confundido.

—Mathew —Digo acercándome a un costado suyo, sobre el caballo—Deja de jugar, no hay tiempo que perder.

—Oh, ¡Ezra! ¿Conoces un sitio que se llame Ythia?

—¿Ythia?  —repito—. ¿Qué es eso? ¿Un burdel?

—Oye...

—Jajaja —el chico suelta una risa—. No, Ythia es...

Sus ojos se posan en mí y se queda callado, está perplejo por algo.

—Un momento... Tu eres, Ezra... ¿Ezra Bridger?

—¿Ustedes se conocen? —Mathew intercambia miradas con nosotros.

—Jamás lo había visto —me encojo de hombros. Cómo cazador me había hecho de una reputación, así que no me sorprendia que otras personas supieran mi nombre.

—¡Estás aquí! —exclama el chico—. Eso es.... Imposible.

—¿Imposible? —me indigno—. Parece que si estás ebrio después de todo. Vámonos Mathew, ya no voy a esperarte más.

—¡Espera por favor! No planeaba ser grosero ¿Cuál es el año actual?

—187 en el calendario lunar —responde Mathew y el chico palidece. Se tambalea un par de pasos hacia atrás y saca un pergamino del bolso que portaba.  Lo extiende en el suelo y comienza a analizarlo.

—No puede ser. Realmente funcionó. Mi experimento funcionó —murmulla para sí mismo. Parece emocionado pero luego su rostro se torna preocupado—. ¡Ay mierda!

—Disculpa, ¿Pero qué funcionó? —Mathew se inclina hacia él para ver el contenido de su pergamino, es bastante curioso.

Al notarlo, el chico vuelve a enrollarlo y guardarlo, se pone de pie y se aclara la garganta:

—Ejem. Por favor, disculpen mis modales. Me llamo Joel, Joel Skywalker y vengo de 30 años en el futuro.

Entre cartas de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora