Décimo séptima carta.

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~Ezra.

Emily termina llevando a la elfa a casa pese a mis objeciones, justo ahora comienza a comportarse como una niña haciendo un berrinche.

—¿Es esto una forma de venganza por lo de antes? —me cruzo de brazos—. Muy maduro Emily. Muy maduro

Deja a la chica en una silla y gira su cabeza lentamente hacia mí.

—¿Estás escuchandote? No todo se trata sobre tí, tonto.

A punto de debatir, Mathew y Joel interrumpen, ambos empapados. Tuvieron que nadar hasta la orilla arrastrando el bote con ellos. Pues se volteó en cuanto cayeron y no pudieron darle vuelta en el agua.

—¿Pero qué-?

—¿Es una broma? ¿Qué diablos hace ella aquí?

Los dos parecen indignados. Mathew se lleva la mano a la quemadura vendada en su palma.

—También me alegro de verlos, idiotas. —responde ella con sarcasmo. Emily le lanza una mirada y entonces guarda silencio luego de hacer una mueca.

—Yo la traje —admite—.Para terminar de curarla.

Nuevamente los comentarios en contra de su decisión, pero Emily se mantiene firme. La elfa sonríe, saboreando la victoria del momento y nadie decide decir nada más —su brazo ya casi curado en su totalidad —Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que hay que mantenerla vigilada todo el tiempo.

—Tu nombre —demanda Joel.

—¿Uh? —la mujer arquea una ceja—. ¿por qué debería decírtelo? Preferiría que sea él quien me lo pida —me mira y guiña un ojo, para después soltar una risita y decir: —le enseñaría todo lo que quiera.

Arqueo los ojos exasperado y me cruzo de ojos para desviar la mirada de ella. Mi semblante frío como el hielo. Stephan se burla y me pide que haga los honores pero me niego rotundamente, no tengo intenciones de dirigirle ni una sola palabra.

—Me gusta cuando se hacen los difíciles —juega y Joel frunce el ceño en un gesto molesto.

—Bien, si no quieres decírmelo, entonces tú sangre lo hará.

Recita un encantamiento para sí y el agua que lo empapa se convierte en una brisa de otoño, con aroma a canela y tierra húmeda. Extiende sus manos y de pronto su mochila aparece para caer sobre ellas. Rebusca entre sus cosas, en aquel maletín de fondo casi infinito, y saca un pergamino.

Está en blanco, salvo por unos extraños símbolos que forman dos círculos y que se ajustan para unirse en el medio. Similar a la forma de un reloj de arena.

La curiosidad presente en cada uno de nosotros.

—Te daré otra oportunidad, ¿Cuál es tu nombre?

—No voy a decirte nada, niño —la elfa desliza sus dedos sobre su boca, imitando un zipper. Joel se encoge de hombros.

—Muy bien, procederemos de la forma divertida, supongo.

—¡Auch! —exclama al sentir un ligero corte en su mejilla, al voltear se da cuenta de que otro Joel le ha hecho la herida con una daga diminuta—. ¿Pero qué-? ¿Cómo te atreves? Hijo de —intenta ponerse de pie, pero Stephan vuelve a sentarla colocando sus manos en sus hombros.

—Quédate donde estás, ¿Si? —su sonrisa mostrando ligeramente sus colmillos.

—No sabía que también podías hacer ilusiones —menciona Arsinoe sin quitarle la mirada de encima al otro Joel

—Oh no, para nada. Esto es solo un clon de luz, no se puede comparar a las grandes habilidades de los ilusionistas —el clon le entrega la diminuta daga y desaparece entre chispas doradas y rojas.

Entre cartas de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora