Décimo primera carta

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~Arsinoe~

Mi camino me llevó hasta enormes muros que se extienden hasta donde mis ojos me permiten ver. Torres de vigilancia se ciernen sobre ella cada tantos metros.

Luce imponente, como una fortaleza impenetrable capaz de intimidar a cualquiera que piense siquiera en tratar de traspasarla.

Oculta, veo una caravana acercándose a sus puertas. Alguien los detiene y los hacen identificarse para entonces dejarlos pasar. Esta situación me hace recordar;

—Damatra... —digo en un susurro, ya sé dónde estoy.

Ha cambiado, los muros de Damatra no eran tan ostentosos como lo son ahora. Mi padre y yo estuvimos aquí hace algunos siglos, cuando el asentamiento aún era joven. Pero ante su negación de cooperar a nuestra causa, las cosas terminaron del modo en que solo mi padre conoce: guerra.

Pensé que habíamos acabado con ellos. Pero tal parece que el reino volvió a levantarse. Si mantienen su resentimiento hacia mi familia, aún después de tanto tiempo, no es buena señal para mí.

—Necesito encontrar el modo de entrar —sé que no será sencillo. Los vampiros deben estar prohibidos en un sitio como este, pero no puedo volver ahora. Mucho menos sabiendo que no hay un sitio al cual retornar.

Retrocedo sobre mis pasos, esperando a la siguiente caravana. Quizá si logro convencer a un mercante me haga pasar por alguien de los suyos y así asegurar mi entrada a Damatra. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.

Me mantengo bajo la sombra de un árbol, resguardandome del sol. La mañana se hace pesada y la tarde también; nadie más viene.

(¿cuánto tiempo más debo esperar?)

Comienzo a desesperarme cuando escucho los cascos de unos caballos, rápidamente me levanto, atenta a verlos girar la curva. Me preparo para lo que voy a decir y ofrecer a cambio del cruce. Pero mis ojos se abren en extrema sorpresa al darme cuenta de quienes son.

Rápidamente me oculto detrás del árbol en el que estuve recargada momentos antes, observando.

Eran dos caballos y tres personas. El mismo cazador al que me había enfrentado antes, y su acompañante. Aunque la mujer pelirroja no está ahora, en su lugar hay un muchacho que no había visto anteriormente.

¿Por qué están aquí? ¿Que clase de asuntos pueden tener en Damatra? Muchas preguntas abordan mi mente pero solo hay un modo de obtener las respuestas que quiero. Y eso es... Arriesgandome.

Espero a que estén más cerca para entonces ponerme a la vista. Salgo lentamente de los arbustos y la mirada del cazador se enfoca en mi, como atraído por un imán. Su rostro rápidamente se deforma a una expresión de alta ira.

No lo piensa dos veces para desenfundar su espada y halar las riendas de su caballo para galopar en mi dirección. Sus acompañantes apenas pueden reaccionar cuando se percatan de su acción.

Yo, por otra parte, me mantengo de pie en mi lugar sin intenciones de contraatacar.

—¡Espera Ezra! ¡No! —su joven acompañante grita y la espada del cazador se detiene a un par de centímetros de mi cuerpo. Pero no por qué el lo deseara, si no por qué algo se lo impide.

Hilos de luz dorada rodean su brazo dominante, deteniendo el impacto que la espada debía tener en mí. Dichos hilos se extienden hasta el otro joven que no estaba con ellos la última vez que lo ví.

—Joel ¿Qué carajos estás haciendo? —lo fulmina con la mirada por haber interferido.

—Aguarde un momento, Lord Ezra —ambos chicos bajan del caballo y se aproximan, pero aún mantienen su distancia de mi—. No hay nada honorable en atacar a un enemigo desarmado.

Entre cartas de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora