Décima tercera carta

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~Ezra

El cielo se pintaba de tonos morados  y rojizos, con la llegada del crepúsculo. Había pasado solo un día desde que dejamos Damatra, reabastecidos de comida y armas.

Yo me mantenía detrás del grupo, vigilando cada movimiento que "ella" hacia.  Mathew y Joel parecían haberse amistado bastante rápido, pues los veía platicar plácidamente. Son unos tontos.

—Esperen —indiqué—. ¿Escuchan eso?

—Es un río —Dijo ella e hice una mueca.

—Vamos —señalé con la cabeza hacia donde provenía el sonido. Mi indicación dirigida a Mathew y Joel únicamente.

El cauce se escuchaba cada vez más cerca y al llegar hasta su orilla pude darme cuenta de que su corriente era salvaje. Fluía con rapidez y fiereza, golpeando las rocas que sobresalían de su interior. Por estos rápidos debería de haber unas cataratas más adelante.

—Descansaremos aquí —Menciono bajando de mi caballo. Los demás hacen lo mismo y se preparan para pasar la noche.

Le pido a Mathew que me acompañe a buscar leña para encender la fogata antes de que la noche termine de caer. Joel se queda para dar de beber a los caballos y rellenar las cantimploras.

—Oye —inicio la conversación—. Creí que ella te asustaba. ¿Cómo es que ahora estás tan tranquilo?

—Aún me aterra. Pero no parece tener intenciones de atacarnos.

—Podría estar fingiendo, ¿Sabes? —se pone tenso—. Esperando a que bajemos la guardia y entonces beber cada gota de sangre de nuestros cuerpos.

Mathew ahoga un grito con solo imaginarlo. Se lleva una mano al cuello sintiendo unos colmillos invisibles clavándose en su garganta.

—N-no creo que lo haga.... —duda.

—¿Y cómo sabes eso?

—Hizo un juramento. —agrega

—Su raza es bastante mezquina. No sé puede confiar en sus palabras —sostengo las varas sobre mis brazos—. Además, ese juramento fue para nuestro duelo luego de completar su petición. Pero no dijo nada de no dañarnos. En cualquier momento podría matarnos.

—¡Ay no! Tienes razón —deja caer la madera—. ¿Qué hacemos, Ezra?

—Calmate. Primero hay que averiguar a quien quiere matar y por qué.

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—Y.... ¡Listo! Está es la última —Joel termina de llenar las cantimploras y las amarra a las mochilas de cada quien.

—¿Puedo preguntar algo? —dice ella.

—Por supuesto, ¿Qué pasa?

—Tu no pareces asustado de mí. ¿Por qué?

Joel baja sus mangas y sonríe antes de responder.

—No tengo motivos para estarlo.

—¿Ah? Eso no.... Tiene sentido. Sabes quién soy... ¿no? Y las cosas que he hecho.

—Si, sé quién eres. Y estoy al tanto de tus acciones. Pero lo que hiciste no me importa, si no lo que harás.

—¿Lo que haré?

—No puedo darte detalles. Pero tú, Arsinoe Sclythe, harás cosas increíbles.

Joel se acerca a ella y pone una mano sobre su hombro. Ella lo mira sorprendida, pues no había mencionado su apellido. Por el contrario, él mantiene una cálida sonrisa  y serenidad en sus ojos.

Entre cartas de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora