Décimo-cuarta carta

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~Arsinoe~

La noche avanzaba sin problemas. Ezra se mantenía despierto haciendo guardia y yo también.

—¿Por qué no duermes? —pregunta, jugando con una moneda entre sus nudillos.

—A diferencia de los humanos, puedo estar varias noches sin dormir. No es necesario que duerma ahora.

Mientras él juega con su moneda yo analizo la quemadura en mi mano, cuando arranqué aquel árbol raspé la herida haciendo que sangrara. Él se da cuenta y se acerca.

—¿Qué estás haciendo? —cierro la mano y la retraigo.

—Calma, no voy a hacerte nada, solo quiero ver eso —extiende su mano y después de debatirlo un par de segundos le extiendo la mía.

Sujeta mi mano con delicadeza y analiza la herida, desliza su otra mano por encima como lo hizo con Joel. Pero no funciona, su magia curativa no tiene efecto en una herida por plata. No hay nada que pueda curar una herida por plata en el cuerpo de un vampiro.

Frunce el seño cuando se da cuenta de que su intención no sirve, así que solo se limita a buscar un ungüento de hierbas en su mochila y untarla en mi palma. Hago una mueca de dolor cuando la toca.

—Vi lo que hiciste antes. —dice.

—¿De qué hablas?

—Cuando Joel te agradeció, te sonrojaste.

—¡E-eso no es ve-verdad! —tartamudeo y él sonríe, como si hubiese ganado un juego. Chasqueo los dientes y desvío la mirada.

—Vuelves a hacerlo —dice en un susurro y continúa cuando entiende que no responderé—. Supongo que yo también debo agradecerte, por salvarlo. Gracias.

Ese "gracias" es mencionado con algo de aspereza y al mismo tiempo gentil.

—Es la primera vez.... Que alguien me agradece.

—No puedo imaginar por qué.

—¿Siempre tienes que arruinar todo?

—Es parte de mi encanto —bromea y guarda su ungüento—. Antes dijiste que te habías vuelto débil por qué ya no eras la misma de antes, ¿A qué te referías con eso? ¿Por qué desapareciste?

—¿Ahora te interesa saber? —ahora soy yo quien sonríe burlona-?—. Solo me di cuenta... De que lo que hacía no estaba bien. Luego de acabar con quienes resultaban ser una amenaza, mi padre se obsesionó con el poder y continuó con lo que ustedes empezaron. El exterminio de toda una raza. Ya no estuve de acuerdo con eso así que me aparté.

Ezra me escucha con atención, algo que me resultaba extraño, pues no ha sido más que un patán desde que lo conocí. El silencio comienza a tornarse incómodo, quizá no me cree y no lo culpo. ¿Un vampiro que sintió que asesinar está mal? Suena sacado de una novela de mala calidad. Una mentira bastante obvia. Pero espero que entienda que ya no tengo intenciones de matar a ningún otro humano.

Un viento invernal hace crujir las ramas de los árboles. Las nubes se mueven con velocidad en el cielo, al mirar arriba me percato de que la luna es roja. ¿Pero cómo? No se supone que haya luna de sangre aún.

Otra helada brisa nos rodea, es demasiado fría aunque el invierno aún no entra. Ezra parece darse cuenta de que algo no está bien, así que mira a nuestro alrededor. Por un momento me da la espalda y siente unos ojos acechando.

—¿Quién eres? —pregunta firme a la vez que desenfunda su espada. Joel y Mathew se despiertan al oírlo. Totalmente desorientados, sin saber qué es lo que sucede.

Entre cartas de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora