Epílogo.

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Tres meses después.

Islandia.

Habían pasado algunos meses desde que Aysel regresó a la vida. La turca tuvo días en donde la rehabilitación era imposible. Estuvo mucho tiempo inmóvil con su brazo y le costó volver a recobrar su peso saludable.

La familia Martinelli estaba al pie del cañón con ella y jamás la dejaron sola. Para la Cosa Nostra, ella era una heroína y la admiraban al igual que a su líder.

La boda llegó en un respiro y por segunda vez en la vida, Fabrizio estaba nervioso. Sus amigos y padrinos de boda estaban en la habitación terminando de arreglarse para ir a la iglesia. Porque por supuesto, Aysel se casaría como su madre una vez lo pidió.

—¿Nervioso? —le preguntó Alessandro, viendo cómo se ponía el saco del esmoquin.

—Vuelve a preguntar y te envío a Estados Unidos —lo amenazó.

—Luke está aquí... —se burló, y miró a los chicos—. Los solteros más deseados de Europa. Todos menos Fabrizio.

Los cuatro líderes de la mafia lo miraron con seriedad. Estaba Kylian, segundo al mando del Sacerdocio y líder de la mafia Irlandesa. Sasha, líder de la mafia rusa. Nikolas, líder de la mafia griega y Maksym, líder de la mafia polaca.

—Kassia me tiene cansado. La quiero enviar al convento para que se recomponga. Su llegada a casa siempre es escandalosa... Quiere amigas —se quejó Maksym—. Hoy vino y le pedí que se comportara.

—Estás viejo, hombre —se burló Nikolas—. Dame a tu hermana y prometo llevarla por el camino del bien.

Maksym lo vió con frialdad.

—Te la mando a Grecia el lunes —miró a Fabrizio—. Hay una trata de blancas que viene del Norte de Europa. ¿Notaste algo en Sicilia? Kassia me ha dicho que al parecer han desaparecido unas cuantas prostitutas de Polonia.

—No hay nada. Hablaré con Cristal y Dereck —miró la hora—. Debemos bajar a la iglesia. Aysel está por llegar. Los guardaespaldas están cerca.

—Espero llegar a la fiesta de San Patricio. A nuestra gente les gusta mucho descansar ese día —se lamentó Kylian.

—Ustedes si lloran. Todos quejicas por nada. El Sacerdocio es un hospital de lamentos —habló Sasha—. Mi perfecta paz está siendo arruinada por sus rarezas. Me quiero salir de aquí...

Fabrizio los miró a todos y sonrió. Por eso había creado el Sacerdocio con ellos. Eran amigos y cada uno tenía una personalidad diferente. Además, de ser crueles en lo que hacían, eran buenas personas.

Perfectos asesinos, que se vestían como Oppenheimer.

***
Aysel entró a la iglesia vestida de blanco, bajo el brazo de su hermano, Emir. Ella llevaba un vestido de novia, corte princesa de manga larga tejida y espalda despejada. La parte de la falda estaba llena de diamantes y el tejido era floral.

Aysel había pedido algo sencillo, pero el líder italiano no podía permitir que la mujer que iba a ocupar el lugar más importante en su vida, lo hiciera de manera simple. No después de casi perderla. Copito, su pato adoptado, llevaba un corbatín negro y era cargado por Alessandra. Los gemelos de la italiana eran los encargados de llevar los anillos.

Una boda de ensueño, para alguien que se merecía el universo. La iglesia estaba decorada de tulipanes blancos y flores de otros estilos.

Habían dicho sus votos de amor, frente a la Cosa Nostra y un sin fin de líderes de la mafia.

—El universo es tuyo, Aysel —le aseguró Fabrizio, antes de besarla.

—Y lo que Dios unió, no lo separé el hombre —escucharon al sacerdote a lo lejos—. Les presento a los nuevos esposos, señor y señora Martinelli.

Los aplausos llegaron con emoción. La Cosa Nostra estaba de fiesta.

—¡El Don tiene a su reina! —gritaron algunos soldatos.

Y sí, Aysel se había convertido en la reina de la mafia.

***

La recepción estuvo llena de toda la famiglia. Era emocionante ver lo felices que estaban los novios. Al fondo se escuchaba Perfect de Ed Sheeran, mientras daban su primer baile como esposos.

—No sabía que la felicidad podría llevar un nombre —dijo Fabrizio, robándole una sonrisa—. Eres el motivo de mis alegrías y tristezas. Eres oficialmente mía, Aysel. Tal vez no es mucho, pero me tienes en tus manos.

—Somos oficialmente esposos, pero sigo siendo mía —lo contradijo, sacándole una carcajada—. No seré una muñeca de la mafia. Voy a seguir trabajando en el hospital y si tú llegas primero a casa y la Nana no está, te toca cocinar.

—Voy a tratar de decirle a Ada que tenga la comida de la semana preparada para nosotros —besó su nariz.

—¡No se vale! —le dió una vuelta y la abrazó—. Con tal de no cocinar.

—Voy a cocinar lo que me quiero comer y casualmente, desde que te vi te convertiste en mi comida favorita.

—Yo soy...

—Lo sé, bonita —acarició su mejilla—. Te voy a cuidar siempre. No te voy a lastimar. No vas a sufrir jamás. El mundo entero te respalda.

—Gracias por amarme tan profundamente, Fabrizio. Siento que no merezco tanto de ustedes. Me esperaste cuando estuve en el hospital y me salvaste cuando tenía tanto miedo de morir. No sabía que te robarías mi corazón y sinceramente, ni siquiera sé cuándo fue que eso sucedió —admitió, con una sonrisa llena de vergüenza.

—Desde que Alessandra te trajo a casa supe que serías el único ser humano que podría quitarme la paz —besó sus labios—. No te prometo una vida sencilla, porque sabes a lo que me dedico, pero soy jodidamente bueno en lo que hago. Así que puedes estar tranquila. Jamás moriré por la simple razón de que no podría dejarte sola. Eres mi inicio y también mi final.

—¿Hasta el final de nuestros días, señor Martinelli?

—Hasta el final de nuestras vidas, señora de Martinelli —la besó—, y después de la muerte también...

Le entregaron a Copito y los tres bailaron toda la noche hasta el amanecer. La mafia estaba de fiesta después de años de sufrimiento. Habían cobrado su venganza y Fabrizio se había casado. Su famiglia estaba orgullosa de sus logros y el amor que la turca les brindaba a todos.

Ella era la parte humana que al líder italiano le faltaba. Un ser que no se dejaba amedrentar por las amenazas de nadie, pero era demasiado bondadosa y en donde llegaba, se robaba el afecto de las personas.

Por fin, el hombre que más había sufrido de los tres, había logrado su dosis de felicidad.

Alessandra tenía a Dereck y sus gemelos.

Alessandro tenía a Emma, a su hijo y otro en camino.

Y Fabrizio, tenía a Aysel, a Copito y sí, próximamente, una princesa.

No tuvieron un feliz para siempre, pero sí un inicio todos los días para ser felices y demostrarse diariamente que el capítulo de sufrimiento, había terminado.

Después de todo, aunque él fuera un asesino, ante los ojos de Aysel, era el hombre perfecto.

Contrato con la Mafia #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora