16- Enamorada del Pecado.

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Era una dulce sensación lo que ambos sentían. Alessandro se sentía en el cielo y Emma ardía por dentro. Ella jamás había experimentado algo tan placentero en su vida. Borró esa amarga experiencia de su mente y decidió que su primer hombre sería el mafioso que tenía frente a ella.

La besaba como si ella fuera la comida más apetecible que él hubiese probado y ella tenía miedo de estar besándolo mal. No era una experta y solo se manejaba de acuerdo a sus emociones. Emma había sido absorbida completamente hacia el pecado y no le importaba.

Era una sensación exquisita para cualquier persona y no iba a dar marcha atrás.

—Eres mía... —dijo ronco, dejando un camino de besos por su cuello, mientras la tomaba de sus nalgas para alzarla.

—Soy pesada... —se sintió cohibida por un momento.

—En tus sueños —y calló su boca en un beso desesperado.

Él no conocía el lugar, pero vió perfectamente la cama al final del pasillo. Caminó hacia la habitación con Emma entre sus brazos, sin dejarla de besar. Él se sentía tan afortunado que por fin, después de tanto luchar, había encontrado su paz. Nadie sabe lo que vive un mafioso, pero su mujer, es su hogar.

La sentó con delicadeza en la cama y la siguió besando con deseo. Emma no sabía qué hacer, cosa que Alessandro notó. Se sentó en la cama a su lado y dejó que ella le quitara la ropa con calma.

—Eres hermosa —lo decía de verdad. Admiraba su belleza y la amaba profundamente.

Se dió cuenta de que lo que una vez creyó que era amor, fue una obsesión absurda por una mujer que le dió migajas de afecto.

—¿Me ayudas? —levantó sus brazos para que él le quitara la camisa de la pijama.

Se levantó de la cama y se la quitó. Sus pechos eran perfectos para sus manos. La besó nuevamente, la acostó en la cama y él se posicionó sobre ella. Besó cada parte de su cuerpo con devoción y anhelo. Acarició y chupó sus senos como si hacer un toque incorrecto, la fuera a romper.

Era su más preciado ángel.

Los gemidos que salían de Emma empezaron a inundar la habitación, la abultada erección de Alessandro rogaba por salir, pero no la dejó. Bajó los pantalones de la pijama de Emma junto a sus bragas y ahí encontró la gloria. Abrió sus piernas y besó su intimidad. Un gemido de sorpresa hizo palpitar el miembro de Alessandro. Por un instante creyó que explotaría en ese momento. Ingresó dos dedos en ella mientras chupaba su clítoris. Emma gemía como loca ante la exquisita sensación que jamás sintió. No le dolía, a pesar de tener años de no tener algo que ingresara en su interior.

—Alessandro... —gimió, explotando en su orgasmo. A Emma le temblaron las piernas y cerró los ojos con una sonrisa, para disfrutar su placer.

Alessandro sonrió y se terminó de desvestir, la miró a los ojos y esperó a que ella volviera en sí.

—No quiero lastimarte, pero quiero estar dentro de ti, mi ángel. Si te llega a doler me detengo —le dijo, al ella abrir los ojos.

Emma vió el tamaño del miembro de Alessandro, pero no le importó. Lo deseaba igual y quería calmar esas ganas de ser devorada por él.

—Lo prometo —la habitación estaba con las luces encendidas, y para los dos, la vista era completamente increíble.

Él volvió a posicionarse sobre ella, abrió las piernas de Emma y con mucho cuidado, se se hizo paso en su interior. La incomodidad fue notoria, ya que los dedos de Alessandro eran delgados en comparación de su miembro. Ella cerró los ojos y esperó a que él siguiera ingresando.

—No... déjame verte, por favor... —su corazón latía con rapidez y estaba seguro de que pronto le saldría por la boca—. Dime si te duele...

Emma lo miró con ojos llorosos, pero negó con vehemencia, puso los brazos a su alrededor y lo acercó para que la besara.

—Estaré bien... Déjame sentirte, Alessandro. Déjame estar conectada a ti —y de una estocada, estuvo completamente dentro—. ¡Ah!

El sonido fue ahogado y vino lleno de más lágrimas. Alessandro besó su rostro y murmuró palabras dulces en su oído. El cuerpo de Emma dejó de estar tenso y se fundieron en uno solo. Alessandro tomó un ritmo rápido y se detenía cada vez que ella disfrutaba. La torturaba con negarle el placer y a la vez se lo daba todo de golpe. Él quería durar horas haciéndole el amor, pero la deseaba tan profundamente, que explotó en ella sin poder detenerlo.

—¡Mierda! —la levantó y la sentó encima de él para que cabalgara—. Es tu turno...

Emma no entendía del todo, pero no le importó. Subía y bajaba a toda la velocidad que sus movimientos le permitían. Los gruñidos de Alessandro se mezclaban junto a sus gemidos. Él creyó que al venirse dentro de ella la primera vez, podía haber muerto su erección y deseo, pero no fue así. La tomó por las caderas y la penetró duro y sin compasión.

—Dios mío... —Emma gimió desde lo más profundo de su garganta, echando la cabeza hacia atrás, siendo absorbida por otro orgasmo.

—Joder... —unas estocadas más y él la siguió. Todo su cuerpo se tensó y dejó su semilla en el interior de Emma.

La agarró entre sus brazos y se acostó sobre su espalda sin soltarla. Ella lo miró a los ojos y le sonrió dulcemente.

—Esto fue increíble —dijo ronca.

—Tú eres increíble —besó su nariz, suspiró y acarició sus sonrojadas mejillas—. No nos cuidamos...

Emma besó su boca y lo miró fijamente.

—Después de lo que me ocurrió tuve miedo de que alguien me hiciera daño. Tengo años tomando la píldora, aunque no hiciera nada con nadie. Simplemente, no quería correr el riesgo de dar con un hombre malo y salir embarazada —le confesó con un rostro sombrío.

—Te prometo que nadie volverá a ponerte un dedo encima —besó su frente y los hizo girar a ambos—. Puedo llenarte de mí sin temor a nada, pero quiero un heredero, Emma.

—Era monja...

—Y llevarás mis hijos. Serás una hermosa madre y la mejor compañera para nosotros —besó sus labios—. ¿Por qué me aceptaste? Tengo demasiados defectos y soy un asesino.

—El día que te vi por primera vez, parecía que el mundo se te había caído por completo, pero cada vez que me veías, tus ojos cambiaban y volvían a brillar. Soy muy mala para detectar hombres de mala procedencia, pero tú parecías un niño desolado que quería llorar.

—¿Te di lástima?

—No, yo quería ayudarte a seguir con ese brillo —confesó la rubia.

—Emma, tú... ¿Alguna vez pensaste en casarte? —ella se sentó en la cama y tomó la camisa de Alessandro.

—No quiero casarme ahora mismo. Quiero disfrutar la vida contigo, pero no quiero casarme tan pronto —él asintió, se levantó y se puso su bóxer.

—Estaré fuera del radar de la mafia por un tiempo. Vivamos juntos en Sicilia, en mi mansión y viajemos por el mundo hasta que sea seguro volver al trabajo.

—¿Podemos hacer eso? —ella le preguntó curiosa.

—Tienes un año para decidir si quieres casarte conmigo o no. Tampoco te puedes negar porque probablemente te secuestre. Te bajaré el sol si me lo pides, pero debes saber que quiero hacerte mi esposa. Quiero hacer las cosas bien contigo y que todo el mundo sepa que tengo a la mujer más hermosa de mi universo —ella sonrió.

—Tenemos un año para vivir lo que queramos. Espero dar la talla —él la jaló y la sentó en su regazo.

—Vamos a ducharnos y empecemos una ronda más, pero esta vez, como lo que eres...

—¿Y qué soy?

—La dueña de Alessandro De Santis.

Y la volvió a besar como lo más sagrado que él podía tener.

Contrato con la Mafia #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora