13- Enamorada del Pecado.

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Alessandro estaba en su mansión preparando su espectáculo. Realmente no tenía mente para más nada. Daba un poco de pena verlo ojeroso y abatido. Él no podía explicarse muchas cosas y el saber que Emma no aceptaba quién era, le dolía.

En su cabeza, todo se resumía a venganza y sabía que ella estaría en la fiesta. Obviamente, ella lo iba a seguir rechazando, pero era una necesidad, el acabar con algo que a ella la hizo sufrir.

Fabrizio entró a la mansión y vió al hombre colgado de cabeza en la sala de Alessandro. El hombre seguía con vida y probablemente, sus órganos estaban casi en su boca. En otra ocasión, él lo hubiese felicitado, pero tuvo que mandar a Dereck a limpiar su desastre. Cristal había sido suspendida.

Todavía tenía corazón de pollo.

—Le diste trabajo a tu cuñado, Alessandro. ¿Acaso no estás usando completamente tu cerebro? —vió como se giraba y su atención se iba del hombre que tenía en la sala—. Bonito adorno.

—Tú nunca vienes a mi casa. ¿Qué está pasando? —en una hora, todo empezaría.

—Tus malas acciones, y eso que te dije que debías detenerte. La Interpol la tenemos respirando en la organización —metió las manos en su bolsillo y lo miró—. Estás haciendo mucho escándalo.

—Emma lo vale y...

—¿Ella te lo pidió? Vamos a ver, Alessandro. ¿Emma te pidió todo lo que estás haciendo? Porque prácticamente me estás desobedeciendo a mí. Eso podría considerarlo traición —le dijo serio.

Hubo un momento de silencio antes de que Alessandro hablara nuevamente.

—No me pidió nada. Fabrizio, ella quiere vengarse. Sus ojos brillan cuando le digo sobre...

—Emma te tiene miedo —lo cortó en seco.

También lo sabía y seguía doliendo, por más que él tratara de no pensar.

—No será para siempre, Fabrizio. Ella solo me tiene que aceptar y ya —confesó, volviendo la atención al hombre.

—Esto será divertido... —murmuró y se fue a una de las habitaciones vacías.

Alessandro iba a tener que pagar un precio bastante alto por no entender las cosas. Solo que Fabrizio no podrá ayudarlo otra vez. Tal vez, decirle la dirección de Emma, pero en lo demás, sería un completo inútil.

Los sentimientos eran completamente innecesarios.

***

Emma era libre, tan libre que se vió sola. Envió un correo para solicitar irse del convento. Presentó su carta de renuncia en Alemania y se sintió vacía. Ella sabía que tener pensamientos intrusivos no era bueno.

Además, tenía sentimientos por un asesino y no le importaba tenerlos, solo que era más sencillo huir y poder pensar con claridad la situación.

—Siempre he estado con la hermana María... Es primera vez que tengo que afrontar estar tan sola —suspiró, acostándose en la cama.

Emma había sido enviada de regreso a Alemania, la diferencia es que, ella estaba en un pueblo remoto del país. Huía del recuerdo, del presente y del pasado. De las emociones y sentimientos inapropiados.

Emma debía pensar en tantas cosas, que llorar ya no era una opción. Bueno, tampoco es que le quedaran muchas lágrimas por soltar.

Y recordó las palabras de Alessandro.

—Soy el Sottocapo de la Cosa Nostra. Tengo el derecho de decidir quién vive y quién no. Le quito la vida a alguien por la simple razón de que la otra persona no respetó mis límites. ¿Tengo que dejar vivo a alguien que se mete con mi hermana? ¿Qué la golpeó y la trató peor que a un enemigo? —se pasó las manos por su rostro—. ¿Tengo que dejar vivo al hombre que acabó con la famiglia de Alessandra? —y la señaló—. ¿Tengo que dejar vivo al hombre que te observó mientras Andrea abusaba de ti? Dime, Emma. ¿Dime si tengo que dejar vivo al tipo que te obligó a hacerle cosas?

Para él, no había margen de error en su lógica. Todo tenía justificación. El asesinar, tomar acciones sin pensarlo, el hecho de que se creía con derecho a terminar con la vida de las personas porque, simplemente, era un mafioso.

Eso era lo que Emma no podía aceptar. Sí, claro, era normal tener malos pensamientos por alguien que te destrozó la vida en tu adolescencia y sí, que alguien tomará venganza en su nombre le pareció adecuado en su momento, pero la realidad era otra.

Quitarle la vida... Solo Dios sabía su situación y buscó consuelo por años, hasta dar con Sor María y el padre Antonio, que la acompañaron después. El padre Antonio era más difícil y solo apreció hace unas semanas para darle el apoyo incondicional que le ofrecía... Así como la hermana María.

—Yo la maté, Emma. Antonella debía dejar de vivir por sus malas acciones —lo miró asustada—. Tú no eres ella. Yo creí sentir amor por Antonella —se sacó la pistola de la funda y se la enseñó—. Acabo de llegar de quemar el convento en el que fuiste abusada. Voy a ir por cada persona que te lastimó y los haré pagar —puso el arma en la mesa de café—. Emma, te estoy dando la oportunidad de que tú me destruyas. A Antonella la maté, pero a ti no puedo tocarte. Tienes mi vida en tus manos, Emma. Puedes traicionarme a tu antojo.

Y sus últimas confesiones no lo hacían más sencillo para aceptar. Él había asesinado a alguien a quien amó, pero le prometía lealtad a ella. Emma no sabía si realmente podría estar segura con él. Un enemigo latente y constante, eso era Alessandro.

Él te podía prometer la luna si quisiera, pero si lo traicionabas, estabas destinado a morir. Emma suspiró y cerró los ojos. Él también le había dicho que le entregaba su vida. Ella podría manejarlo a su antojo. Demasiados pensamientos y todos llegaban a una misma conclusión.

No le importaba nada.

Tenía miles de motivos para no estar con Alessandro, pero, simplemente, no le importaba. Era un asesino y sí, ella le reprochaba eso, pero estando sola y lejos, simplemente, ya no le importaba.

Probablemente era masoquista. Tal vez, era la adrenalina porque alguien quería vengarla y si, probablemente, su sentido común había desaparecido por completo, pero no le importaba.

Si Alessandro lograba dar con ella lo iba a aceptar. Con restricciones y miles de preguntas, pero aceptaría todo de él.

Tal vez en la mañana o al pasar los días reflexione mejor, pero en ese instante, Emma había aceptado a la mano derecha de la mafia.

Emma aceptó sin dudarlo más y se durmió. Si Alessandro iba por ella arriesgaría su cordura para estar con él.

La vida era una montaña rusa para ella. Se podría alejar lo más que pudiera, pero la realidad seguiría siendo la misma.

Ella estaba enamorada del pecado.

Y su pecado era Alessandro De Santis.

Contrato con la Mafia #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora