EPÍLOGO

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Mila

Diez años después...

—Jax —gimo, pero su mano aterriza sobre mi boca, amortiguando el sonido.

—Nunca puedes estar en silencio —gruñe mientras sigue empujando dentro de mí. El orgasmo me atraviesa rápidamente y saco cada gota de leche hasta que mi cuerpo se vuelve laxo bajo él. Siento su liberación llenándome y gimo de nuevo.

No, nunca puedo estar en silencio. Incluso después de todos estos años. Debería haberme vuelto mejor, pero no. Mi marido me hace olvidar todo cuando me está haciendo el amor, pero como siempre, es mi protector y cuida de mí, y así, en este momento, está vigilando por los oídos del pequeñín.

Rueda llevándome con él, así estoy sobre su pecho. Beso el punto sobre su corazón y suspiro felizmente. Estoy muy relajada, pero sé que tenemos que levantarnos.

—¡Mamá! ¡Ya he terminado mi merienda! —Nuestro hijo pequeño grita desde el otro lado de la puerta del dormitorio. Me encanta tenerlos en casa durante el verano, pero también echo de menos el tiempo a solas con Jax durante el día, cuando podemos ser tan ruidosos como queramos sin tener que preocuparnos. Pero no cambiaría nada. Amo a mis chicos, incluso si la casa está llena de testosterona. Al menos hay mucho espacio para ellos, para que corran a su libre albedrío, y con un granero lleno de animales que les mantiene ocupados y les deja cansados.

Con todo, la vida es perfecta.

—Está bien. Saldré en un segundo, corazón.

—Yo voy con ellos, niña bonita —dice Jax, dándome un beso y acariciando mi panza hinchada antes de salir de la cama.

—Les dije que iríamos a nadar —bostezo, sentándome. Observo a mi marido vestirse, mis ojos centrados en su duro culo. Mientras yo me he vuelto suave en algunas áreas de mi cuerpo, mi marido todavía está tan duro como puede. Bromea con que tiene que mantenerse en forma en caso de que una de estas veces acabemos teniendo una niña. Este será nuestro último bebé, y sé que será una niña. Puedo sentirlo. Amo a mis chicos, pero necesito un pequeño toque femenino alrededor.

—Puedo llevarlos. —Se viste rápidamente.

—Yo voy. —Me levanto. Jax se acerca a mí y me acerca a él—. Solo quedan unos días de verano. No quiero perderme nada.

—No lleves ese traje de baño. —Me agarra el trasero y ruedo los ojos, luchando contra una risa.

—Nadie quiere ver mis estrías. —Intento apartarme de él, pero se pone de rodillas frente a mí y me agarra por las caderas. Besa una de las marcas.

—Estas marcas son hermosas. Cada una es de nuestros hijos. —Besa otra—. Puede que no te gusten, pero yo amo jodidamente cada una de ellas. Mis ojos se humedecen.

—Jax —susurro—. Te amo tanto. —Me sonríe, luego se levanta y me besa una vez más.

—Yo también te amo, niña bonita. Ahora viste ese hermoso trasero tuyo. Voy por los chicos y a recoger a los perros. —Sale por la puerta de la habitación. No sé qué hice en la vida para tener a este hombre, pero soy la chica más afortunada de todo el mundo.

Entro en mi armario, encuentro un traje de baño y me pongo pantalones cortos y las sandalias. Me detengo en la cocina para coger algo de comer, pero veo que Jax ya tiene una pequeña nevera lista para llevar. La cojo y la dejo en la terraza.

Miro a mi hijo mayor, subido en un vehículo de cuatro ruedas seguido de mi marido y los otros niños en el Gator. Cinco perros corren detrás de ellos y todo el mundo está listo para irse.

—Mamá, yo iba a coger eso. —Taylor salta de su cuatro ruedas y corre hacia mí—. Nada de levantar cosas. —Agarra la neverita. Todos los chicos son protectores conmigo. No solo se parecen a su padre, sino que actúan como él, también. Todo protectores.

—Lo siento. —Sonrío. No dejaré que mis hijos no cuiden de mí. Taylor lleva la neverita hacia el Gator y la pone en la parte trasera. Bajo las escaleras para ver a mi familia. Doy un vistazo por encima de mi hombro a nuestra casa, después al granero. Mis ojos se llenan de lágrimas de nuevo. Jodidas hormonas del embarazo. Totalmente las culpo.

—¡Vamos, mamá!

—Sí, mamá.

Jax sostiene su mano hacia mí y me ayuda a pesar de que no lo necesito.

—Lidera el camino, Taylor —grita Jax a nuestro hijo mayor mientras nuestros otros dos chicos se remueven entusiasmados, como si esto no fuera algo que hacemos de tres a cuatro veces a la semana.

Mi sonrisa esta tarde va a ser tan perfecta como lo será mi pequeña niña y el resto de nuestras vidas. Mis hijos no dejarían que fuera de otra manera para su madre.



FIN

Niña Bonita - ARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora