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3:30 p.m | Bashville
Narrador omnisciente pov
Un día más, está vez los días nublados se habían ido y nuestra rubia estaba muy contenta por ello, ya que le encantaba disfrutar de los rayos solares y como estos se sentían tan cálidos en su piel, también hacían lucir aún mejor a su pueblo y hacían que su día automáticamente sea mejor. Amaba el clima primaveral.
Tres días habían pasado yá desde su último encuentro con cierta chica castaña que inundaba sus pensamientos en algunos momentos del día. Pensaba el como el simple hecho de tenerla frente a ella y ver a sus bonitos ojos hacían que una extraña sensación creciera en su pecho.
Quizás se estaba volviendo loca.
Era una extraña sensación y un nuevo sentimiento.
Para algunos podría parecer insignificante, no se conocen casi nada y tal vez y nunca más se vuelvan a ver, además de que solo han sido un par de palabras intercambiadas.
Muy rápido para asumir los sentimientos no solo de la fotógrafa si no que de la deportista también.
A pesar de tener una edad en la que es común haber tenido presente el amor romántico, para nuestra ojiazul no es así.
Y esto puede estar bien, es decir, es normal pero ella solía sobrepensar un poco mucho de más ese tema.
Solía pensar muy seguido que quizás ella es el problema, que su actitud y personalidad no son lo suficientemente buenas, o que el problema era su físico, tal vez si fuera más bonita alguien podría fijarse en ella.
Era algo que lastimaba sus sentimientos a pesar de no mostrarlo ni nunca decirlo. La mayoría sus compañeras de escuela habían tenido al menos una experiencia amorosa, incluso sus amigas y su hermana mayor. Cuando ellas llegaban a hablar de esos temas y de sus sentimientos ella simplemente se quedaba callada. No tenía nada para contar ni aportar.
Esperaba que algún día al fin dejaría de ser aquella chica que observa a una chica linda que le atrae de lejos y teniendo grandes enamoramientos pero silenciosos. Era muy tímida y cobarde como para declarar sus sentimientos y que eso conlleve al rechazo. Por dios. Viviría en total humillación y sus inseguridades aumentarían el doble.
Nuestra querida rubia se encontraba regresando a casa, ya que usualmente hacía un lento recorrido diario por cualquier lugar del pueblo, solo para disfrutar el día y no estar en casa, además de que aprovechaba tomar fotos a los paisajes y a los animales.
Esta llegó a casa y dejó su bolso en el perchero de piso que estaba junto a la puerta de entrada y notó que no había nadie en la sala ni en el comedor, pero su casa estaría silenciosa si no fuera por la música que resonaba en la casa, no era tan ruidosa pero podrías escucharla incluso a varios metros de distancia.
