Capítulo IV. El cielo lo sabe

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CAPÍTULO IV
El cielo lo sabe

—¡Ya cierren la puta boca, par de pendejos insoportables! —gritó Adán dándo un fuerte puñetazo sobre las cabezas de Lucifer y Alastor

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—¡Ya cierren la puta boca, par de pendejos insoportables! —gritó Adán dándo un fuerte puñetazo sobre las cabezas de Lucifer y Alastor.

Ambos hombres se encogieron sobre si mismo, llevando sus manos a la cabeza para masajear el chichón.

—Lo lamento mucho, ángelito. —murmuró Lucifer. Las mejillas de Adán se pusieron de un fuerte tono amarillo.

No estaba para momentos llenos de drama tonto con este par de demonios que se mentían demás en sus asuntos. Ahora que ya se encontraba al frente del padre de su hijo, debían arreglar las cuentas. Más que le valía a Lucifer estar presente en cada cumpleaños del bebé o mandaría a llamar a la no tan dulce niñita; Charlie.

—Ven conmigo, puto. —dijo el ángel, agarrando el cuello de la camisa de Lucifer y arrastrandolo hacia unas grandes escaleras.

Su prioridad por el momento no era particularmente conocer el hotel, al menos no sin antes conversar con Lucifer. Luego tendría tiempo para escabullirse por los pasillos y recordar dónde estaba cada cosa importante (la cocina), porque siendo sincero, estaba seguro de quedarse un tiempo allí. No porque fuera un cobarde, no señor, sencillamente quería prepararse y preparar al señor del Infierno para poder enfrentarse a la mirada juzgadora de Sera.

Qué terribles cosas estarían por venir. Pero no se arrepentia, por supuesto que no, que le den por el culo si miente. No, eso ya paso. Que lo dejen sin costillitas si miente.

Lucifer caminaba a pasos descordinados, se veía tan ridiculo como lo recordaba. Quitó su mano del agarre una vez estuvieron solos en medio de un pasillo tapizado en rojo. El Diablo dió unos pasos hacia atrás, alisando con sus manos las arrugas en su traje para luego acomodar su corbatín. Suspiró, alzando la vista. Ahora no tenía una pizca del bribón egocéntrico que estaba teniendo una pelea con Alastor, ahora mismo parecía una especie de corderito asustado y tímido. Adán sintió el deseo de darle otro golpe en la cabeza.

—¿Estás enojado, manzanita? —cuestionó Lucifer, tratando de sonreír.

Adán soltó una risa corta, un fuerte "JA" para negar.

—Si sigues siendo un cabrón de mierda, lo estaré. No tengo tiempo para momentos como ese, ¿escuchaste? En segundo lugar, ¿quieres ser el padre de mi bebé?

—¿Por qué preguntas? Si ya lo soy, no estarás...—Lucifer se quedó callado, notando la expresión seria del ángel. — Aaah. Te refieres a yo quererlo, ¡¿cómo se te ocurre preguntarme una cosa así?! ¡Obvio que sí, Adán! De hecho estaré pegado a ti como un chicle, luego un chicle hacia el bebé y si alguien les hace daño, juro que tomare sus almas y las estrujare para...—el ambiente se torno un poco oscuro, la figura bajita se hizo grande con dos cuernos en su frente.

Adán observó aburrido, en su interior su corazón saltaba feliz.

—Sí, ya te vimos. Eres un papi todopoderoso, bla bla.

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