Capítulo X. Perdonalos, porque han pecado

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CAPÍTULO X
Perdonalos, porque han pecado

      Lucifer se quedó quieto, de pronto no había iniciativa de nadie de moverse

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      Lucifer se quedó quieto, de pronto no había iniciativa de nadie de moverse. De pie frente al otro estaban dos personas que se consideraban para el resto una familia, pero nadie supo qué hacer. Muchas veces Charlie colapso, se sintió al borde de su propia existencia pero esta vez, esta vez todo lo que dijo se sintió como una verdad horrorosa y, el gesto atacado de Lucifer solo dejó entre ver que esas palabras de algún modo u otro eran verdad.

Charlie caminó hacia Lucifer, Vaggie soltó un grito que sonando como un "¡No lo hagas!", Charlie solo paso por un costado arrastrando su llanto doloroso con ella.

Adán sintió que esa mierda merecía ser resuelta, nadie va al jodido Cielo a pelear por él y no obtener su gratitud.
El ángel se acercó a Lucifer, serio y expectante.

—¿Qué hiciste cabrón?

La pregunta llego en el tono habitual de Adán, esta vez se sintió como un regaño. Lucifer lo miró a los ojos, tenía la expresión de quien llora y se arrepiente por algo que ha hecho.

—Le mentí. —confesó.

Adán solo necesita una palabra del idiota al que ama para saber qué significa ese mensaje. Asientió, mirando por última vez a su esposo, dandole una advertencia porque él se encargaría de reparar lo que estaba pasando. Ayudaría en está crisis del Diablo, y lo haría genial. Lucifer siguió de pie donde se quedó, recibiendo el gesto desconcertante de Vaggie, Lute por otro lado, no tenía por qué juzgarlo.

        Siguió el camino hacia la habitación que sabía que pertenecía a Charlie y su noviecita —luego del súper recorrido de Angel Dust—, se paro al frente de la puerta y dió dos golpes. Esperando con las manos a los costados, meneando uno de sus pies sobre el piso. Porque este tipo de interacciones no eran tan fácil cómo las hacía ver. La voz amortiguada de Charlie salió de adentro gritando un "vayánse a la mierda". Por supuesto, quiere encerrarse. Adán rodó los ojos, empujó las puertas y entró de todos modos.
La figura envuelta en mantas sollozaba en silencio ahora que sabía que existía otra presencia más en la habitación. Adán recordó cuando la conoció en persona, su brillante personalidad, sonriendo y dispuesta a hacer lo que sea por quien lo necesitará.

—Soy yo princesita. —se presentó.

Se sentó a los pies de la cama, acomodando sus alas sobre el colchón. Charlie pareció contener la respiración y luego de pronto sollozo, más fuerte sin poder evitarlo.

—Desearía no llorar. —comentó ella, jadeando. — Quisiera ser más fuerte, distante, diferente.

Adán negó.

—No, nenita. Así como eres, eres perfecta. Con tus arco iris, tus ideas, tu propia mierda brillante.

Charlie se medio levantó, su cabello despeinado y sus ojos aguados trataron de darle sentido a las palabras de Adán. Adán entre todos.

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