Capítulo I. El encuentro y la cita

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CAPÍTULO I
El encuentro y la cita

            Los sucesos inesperados siempre son los más entretenidos, sobre todo porque no son esperados

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            Los sucesos inesperados siempre son los más entretenidos, sobre todo porque no son esperados. Eso fue lo que llevó al encuentro de Lucifer y Adán, aunque en sus circustancias lo correcto es decir re-encuentro. Fue un tiempo después del divorcio entre Lilith y Lucifer, de un proceso de aceptación y partes en las que se habla acerca de la participación en tener una hija juntos. Pero Lucifer es menos de seguir las reglas para realizar una tarea tan sencilla como lo es ser un padre presente. Porque si hay algo que se debe considerar en la partenidad es la responsabilidad que significa tener una hija o un hijo.

Lucifer no entendió ese sencillo concepto. Si lo hubiera hecho, ciertas cosas podrían ser mejores para cierta personita.

Cuyo re-encuentro sucedió en una reunión anual entre el Cielo y el Infierno (muchos siglos atrás). Lucifer, quien era rey y representante de si mismo a la vez había escuchado con atención las nuevas reformas que la delegada leía en una extensa hoja blanca. Más allá una pluma dora, escribía como suspendida en la aire cualquier detalle de la conversación. Y entre todos esos seres de aspecto luminoso, que lo miraban de reojo, entre el desdén mezclado con molestia lo vió a él. A Adán.
El mismo que conoció en el Edén. Su interés se activo tan rápido, que su postura aburrida cambio a una ergida y su rostro carente de emoción comenzó a expresar una diminuta sonrisa.

Porque si hay algo que Lucifer no ha podido lograr es a Adán. La creación divina y favorita del Creador. Por supuesto que él debía convertirse en un ángel, ascender al Cielo luminoso y caminar con dos hermosas alas doradas. Adán había sido eso que los humanos llaman su primer alboroto. Cuando Lucifer fue alguna vez ángel, significó que tampoco sabía de ciertas cosas. El amor. Amar y enamorarse sencillamente no tenían un sentido de ser. Todo aquello, en aquel entonces no tenía nombre solo sucedía.

Luzbel acercandose a Adán. Adán sonriendo, haciendo que Luzbel sintiera su corazón explotar en su pecho. Una vez Luzbel tiró del pelo a Adán, le pidió un beso. Y el beso nació.

Luego llegó Lilith, tiempo después todo tuvo un nombre. Lucifer se dió cuenta, pero el Adán se vivía en su recuerdo inicial murió el mismo día que Eva mordió la manzana. En el fondo por las noches infernales, Lucifer había creído que quizá, si hubiese sido paciente Adán y él podrían haber nombrado esos extraños momentos de cercanía.

Nunca se volvieron a ver. Solo supo a medias, muy vagamente el destino del Primer Hombre. E incluso detrás de una máscara, Adán seguía siendo tan trasparente en sus emociones. En ese re-encuentro Adán solo sentía rabia.

Ante él estaba el mayor traidor de todos —Judas no cuenta—, él que le prometió dulcemente su compañía por la eternidad y mintió. Ese mismo que se enamoró de Lilith, haciendose esposos, gobernantes y además padres de una criatura infernal. Del mismo que envenenó la mente de Eva. Aquel cabrón que no dejaba de sonreírle.

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