✨INTRODUCCIÓN✨

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Cuando mi padre llama, nadie lo duda, acude sin quejarse

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Cuando mi padre llama, nadie lo duda, acude sin quejarse. Las consecuencias de desobedecerle pueden ser malas, muy malas. Es algo que mi hermano mayor Logan aprendió por las malas, y tiene una cicatriz que le cruza la cara desde el ojo izquierdo hasta la clavícula.

Camino con calma haciendo sonar mis botas contra el duro suelo de cemento. Reconozco que no es el mejor sitio del mundo, ni el más agradable. Huele a humedad, ahí pintadas en las paredes, hace frío y es posible que cualquier día las ratas y las cucarachas que viven en el almacén de suministros, nos invadan, aun así, siempre será mejor que enseñar donde vivimos de verdad.

Hago rodar por mi dedo índice el anillo que lleva años conmigo. Es un pequeño tic nervioso, cosa que no pasa con regularidad, pero a veces, es inevitable y esta es una de ellas.

Tengo claro que mi padre me ha llamado para una misión y sé que no va a gustarme, igual que no me gustó que me sacara del instituto en mi último año y me privara de todo lo que un adolescente normal tiene que hacer, y ¿para qué?, para seguir un estricto entrenamiento en el que me rompí varias veces las costillas y un tobillo, aparte de ganarme cicatrices por el cuerpo que preferiría no tener, pero eso sí, gracias a todo ello, soy un arma letal y silenciosa.

Saludo a un par de tipos que trabajan para mi padre de camino a su despacho, y sonrío al escuchar un mensaje en el móvil. No me sorprende, sé de quien es sin siquiera sacarlo, pero tengo que contestar, esto es algo beneficioso para ambos.

Sonrío aun más cuando veo el apodo con el que la tengo guardada en el móvil.

Lu: Te espero en una hora en mi casa.

Si, iba a ser una gran noche, pero antes de contestarla, tengo que acabar la charla con mi padre. Sigo caminando con la mirada fija en la foto que acaba de mandarme. Joder, si no fuera porque esto tiene que ser importante, ahora mismo estaría montándome en mi moto y me plantaría en cinco minutos en la puerta de su casa para arrancarla la lencería roja que lleva puesta.

Desde luego cruzarme con ella y llegar a este acuerdo, ha sido lo mejor de mis dos últimos años de vida.

Respiro hondo antes de abrir la puerta del despacho en el que se encuentra mi padre, y solo tengo un segundo para apartarme del camino de un hombre que sale secándose la frente con su mano y sin percatarse si quiera que casi se choca conmigo. No ha debido ser un trato demasiado favorable para el pobre diablo.

—Orión —lo odio. Odio que me llame así. Lo odio porque lo eligió él sin consultarme y tirando a la basura lo que más me gustaba cuando tenía diez años —, pasa. Tenemos que hablar.

Obedezco al segundo cerrando la puerta tras de mí y quedándome apoyado en la misma mientras observo la espalda de mi padre alejarse hasta la mesa donde tiene el alcohol y los puros.

Dejo pasar los segundos de silencio. Dejo que el hombre que se hace llamar mi padre, se sirva una copa del whisky de cien años y que se encienda un habano, y lo saboree con calma, como si eso fuera el mayor placer de su vida.

—Siéntate.

—Estoy bien aquí y tengo prisa.

—¿Vas a salir?

—¿Desde cuándo te importa mi vida privada?

Phillip Perrolli, se limita a observarme con una sonrisa torcida mientras mueve el vaso que contiene el liquido ambarino que se termina de un trago.

—Desde que vas a volver al instituto.

—Tengo diecinueve años. Me sacaste hace dos y no tengo intención de volver ahora.

—No estoy pidiendo tí opinión.

Muerdo mi lengua para evitar contestar algo que, a todas luces, me daría un dolor insoportable en mi espalda, y me dedico a mantener la mirada de Phillip esperando que siga con su explicación.

—Tienes que cuidar una inversión.

—¿En el instituto? —asiente con una sonrisa que a cualquier otro le daría pánico —, allí no hay nada, solo...

—Solo algo que nos proporcionará mucho dinero si las cosas salen como espero.

Su mano desaparece en uno de los cajones y vuelve a aparecer con una carpeta que tira encima de la mesa de cristal. No quiero moverme, no quiero acercarme, sé que lo que me va a mandar es una mierda demasiado grande y que seguramente, me traiga demasiados problemas, pero como siempre, no puedo negarme, y termino separando mi espalda de la cómoda puerta y recogiendo la carpeta que hay en la mesa.

—¿Qué se supone que quieres que haga?

—Vigilarla, cuidarla... hacerte amigo suyo —lleva el fino vaso de cristal a sus labios y lo vacía de un solo trago —, lo que quieras menos meterte en su cama.

Clavo la mirada de incredulidad en él. Llevo tantos años dedicándome a obedecerle, a hacer lo que pide y a ser el mejor en cada cosa que me encarga, solo por intentar conseguir que me trate como a su puñetero hijo y no como a un trabajador más, que no puedo creerme que insinúe que voy a joderlo todo solo porque, ¿por unos ojos bonitos?

—Ahora que soy, ¿niñero? —tiro la carpeta en la mesa, y no me inmuto cuando una de las fotografías, resbala casi hasta caer a su regazo —. Que lo haga Logan, el es más cuidadoso que yo.

—Y también es más mayor. No puede aparentar que ha perdido un año por...problemas familiares.

—¿Ahora se le llama así?

—Se llama como yo quiera que se llame, tenlo claro.

Vuelvo a mirar la fotografía que descansa al filo de la mesa, y me doy la vuelta para salir de ese despacho. Necesito aire, me estoy asfixiando y ni si quiera entiendo por qué.

No es la primera vez que tengo que vigilar a alguien, pero si es la primera vez que no me siento cómodo con ello.

Justo en el momento en el que mi mano rodea el pomo de la puerta, la voz pastosa, gutural y extremadamente tranquila de mi padre, me hace quedarme quieto. Sé lo que significa, si me niego las consecuencias no le bastarán con simples castigos físicos.

—Orión, si yo digo que saltes, tú contestas...

Mantengo la mirada en la puerta. La rabia me inunda las venas y corre por ellas como si fuera fuego y me estuviera quemando por dentro. Por cada milímetro de piel por la que corre, pero sé que no tengo más remedio que contestar y decido poner la espalda lo más recta posible y elevar la cabeza. Mostrar debilidad delante suya no es la mejor idea, ni a lo que nos ha educado.

—¿Como de alto? —Trago con dificultad. Esa frase está grabada a fuego en mi mente desde la tierna edad de cinco años.

—Y, si yo te digo que vigiles a esa cría, ¿tú que me contestas?

—¿Cuándo empiezo? —Oigo la suave risa salir de su boca.

—El lunes es tu primer día. Ya te he matriculado y...

Abro la puerta con demasiada fuerza y sin preocuparme por las consecuencias que eso vaya a traerme. Le he dejado con la palabra en la boca y eso es algo que odia. Seguramente el lunes vaya a clase con un ojo morado y tenga que inventarme cualquier estupidez para los que son demasiado curiosos, incluidos el director y los profesores; pero ahora mismo, lo único en lo que puedo pensar es en que necesito liberarme.

Llego al aparcamiento y me subo encima de mi Honda CBR600RR, y saco el móvil para contestar a quien va a pagar mis frustraciones esta noche.

Evan: Que sea en diez minutos.

NOTA~ Aquí estamos, otra vez, con otra historia y todas distintas entre ellas. A todo aquel que quiera darle una oportunidad gracias y sobre todo a mí pollito, que siempre está ahí para todo cuando la necesito. Y SUS PORTADAS Y SUS BANNER SON LOS MEJORES!!!! maridie98

OriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora