✨Capítulo 10✨

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No se puede decir que no hubiera dormido, porque el cansancio físico de la semana acaba conmigo seminconsciente en la cama, y lo peor de todo es que lo agradecía

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No se puede decir que no hubiera dormido, porque el cansancio físico de la semana acaba conmigo seminconsciente en la cama, y lo peor de todo es que lo agradecía.

Prefería llegar a casa y dormir antes que ponerme a pensar en lo mal que empezaba a estar todo a mi alrededor. Los sábados madrugaba; ayudaba a mi madre con lo que podía, intentaba cocinar para la mitad de la semana, estudiaba y adelantaba trabajos. No iba tan al día como me gustaba, pero al menos no me había retrasado ni había bajado mi rendimiento.

En la nevera encontré pegada una nota. Obviamente era mi padre. La noche anterior llego; tarde, pero llego y se suponía que estaría hoy en casa, cosa que obviamente no ha pasado.

El sonido de alguien bajando las escaleras me hace guardar la nota en el bolsillo de mi sudadera vieja y el sobre con el dinero también. Cien dólares. Eso es lo que vale para mi padre mi cumpleaños. Una risa amarga y baja sale de mi boca al pensarlo.

—Buenos días cielo —la sonrisa amable de mi madre ilumina toda la habitación, a pesar de los arcos morados que hay debajo de sus ojos. Sus brazos pasando mis hombros en un abrazo cálido y cariñoso —, feliz cumpleaños.

Le devuelvo el abrazo sincero, y no puedo evitar sentirme culpable por pensar, que no soy suficientemente importante para mi madre, cuando ella pasa tanto tiempo trabajando para poder darnos todo lo que necesitamos.

La mañana pasa rápido, quizá demasiado rápido, y ahora estoy en el jardín de casa con el plumas, los guantes y el gorro de lana mientras Noah y Mason hacen una barbacoa para celebrar nuestro cumpleaños. Y digo nuestro, mío y de Noah porque inevitablemente, estamos ligados por ser mellizos, no porque realmente mi hermano quiera compartir tiempo conmigo. Triste pero cierto.

Cuando llegó hace un rato de casa de Blake, me dio un beso en la frente, me felicitó y dejó en la mesa otro libro para mi colección. Ojo, no me quejo, pero me gustaría que mi hermano se diera cuenta de que lleva dos años regalándome el mismo libro año tras año. Y también me gustaría que supiera que no me gusta la poesía.

Blake me ha regalado una falda de tubo roja preciosa que no sé cuando pretende que me ponga y Mason una delicada pulsera de plata de estrellas enlazadas entre sí.

—¿Crees que conseguiremos comer hoy? —resoplo al lado de Blake mientras miro la hora en el móvil —, son las doce ya y me estoy muriendo.

—Bueno, creo que vienen los refuerzos.

Miro hacia la parte trasera de mi jardín siguiendo la mirada de Blake. No. No podía ser, Evan y Ty estaban entrando tranquilamente entre los setos. Llevaban bolsas en las manos y ni si quiera se dignaron a mirarme de más.

Ty me dio una leve sonrisa acompañada de un guiño y Evan un asentimiento de cabeza que bien podría significar absolutamente nada.

Parpadeo con calma mientras los recién llegados se juntan con Mason y Noah y veo como se saludan con amistad, y no puedo evitar que los celos me retuerzan el estómago, porque después de dos semanas encerrada prácticamente con los dos en una habitación, lo único que he conseguido es dolor de cuerpo, y un puñetero asentimiento de cabeza. Ni si quiera un beso en la mejilla o un triste felicidades, y eso me frustra tanto como para no querer estar en el mismo espacio que ellos.

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