✨Capítulo 5✨

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Miro el reloj por cuarta vez

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Miro el reloj por cuarta vez. Son las tres de la mañana y empiezo a pensar que Noah vaya a volver a casa. Seguramente se quedará en casa de Blake.

Suspiro pasando otra de las páginas de Una corte de alas y ruina, mientras Stevie Nicks resuena suavemente por los altavoces que tengo en cada esquina de mi habitación.

A veces, me doy cuenta que miro de reojo el papel que está en mi mesilla, ese en el que está el número de Evan escrito con una caligrafía clara y limpia. No me arrepiento de no haberle llamado, porque significaría ceder y a veces necesito mi orgullo, por no hablar de lo que mi hermano pensaría o las burlas que tendría que soportar si Evan venía a buscarme.

Quizá, si le llamo ahora vendría. Aunque pensarlo es una locura y seguramente ni me cogería el teléfono. Cosa lógica, porque estará haciendo cosas más entretenidas que estar pendiente de mí.

—Mierda Lennon, ¿en qué demonios estás pensando?

Bufo y dejo el libro en la mesilla para acostarme en el silencio de mi casa vacía con la luz apagada.

Me muevo de manera nerviosa durante unos minutos. Saco los brazos por fuera del edredón, pero tengo frío, así que meto los brazos de nuevo. Me pongo de lado y mierda se me duerme el brazo. Vuelvo a moverme y termino exactamente igual que cuando empecé a moverme.

Resoplo frustrada porque no entiendo que me está pasando, pero como si fuera un impulso, mi brazo sale de debajo de las sábanas y alcanzo el puñetero papel que descansa en mi mesilla, debajo de la foto que tengo con Noah y mis padres, y con la otra mano, desbloqueo el teléfono para guardar el número. Pero solo por si acaso lo necesito en algún momento.

Vuelvo a intentar dormir y a la media hora, doy por imposible la misión, y me levanto para bajar a la cocina y beberme un vaso de agua mientras juego con el móvil en la mano. Error muy grande, porque para mi desgracia, mis dedos se deslizan solos escribiendo un mensaje para después borrarlo, hasta que se me ocurren las palabras adecuadas.

Lennon: Gracias. Supongo. Por acompañarme a casa.

Tamborileo frenéticamente con los dedos en la isla de la cocina esperando una respuesta. Una respuesta que sé que no va a llegar porque seguramente ni si quiera sepa quien soy, porque seguramente, el alcohol recorre su cuerpo o a saber.

—Vete a dormir Lennon, ya has hecho el estúpido bien por hoy.

Suspiro para mí misma y vuelvo a subir las escaleras hasta mi habitación, para meterme en la cama y esta vez sí, obligarme a dormir pase lo que pase; y mientras dejo mi mente en blanco y mi cuerpo relajado haciéndome sentir ligera como una pluma, soy capaz de escuchar la suave vibración de mi móvil en la mesilla.

La luz entra directamente haciendo que me mueva encogiéndome debajo del edredón para taparme. No se oye nada, absolutamente nada y solo puede significar que mi madre está durmiendo, cosa lógica y que mi hermano no llego anoche. Menuda sorpresa.

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