✨Capítulo 1✨

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Los huesos de mi cuerpo vibran

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Los huesos de mi cuerpo vibran. Llevan así ya dos horas. Dos jodidas horas en las que no he hecho más que preguntarme que hago aquí.

Me encantaría estar en casa con la cabeza metida en casa con la cabeza enterrada entre las maravillosas páginas de Alas de Hierro, mientras imagino que yo misma soy capaz de montar en un dragón. Joder.

Este no es mi sitio, no me gusta y no me estoy divirtiendo. ¿Qué donde estoy? En el Pandemónium, aunque quizá tenga que aclarar que no es el que todo el mundo puede pensar, sino la única discoteca en Archer que admite menores de edad.

Miro a mi alrededor y observo como mi mellizo Noah se besa de manera apasionada con quien es mi mejor amiga, Blake. No puedo evitar la mueca que se me instala en la cara. Esto no es para nada lo que tenía en mente que podría pasar en mi adolescencia.

Vuelvo a pasar la mirada por mi alrededor, y reconozco a Mason, el mejor amigo de mi hermano. No creo que sea necesario decir que tiene las manos debajo de una falda extra corta de una chica que ni si quiera conozco.

Tampoco me sorprende, ¿quién no quiere probar lo que es estar en manos de uno de los mejores delanteros del equipo de fútbol americano del Archer?, pues la respuesta es sencilla, la mitad del propio Archer, la mitad del Montgomery, y que coño, la mitad de todos los institutos por los que se pasean cuando hay partido de fútbol.

Bebo lentamente de mi vaso de Coca-Cola. Soy la única que no bebe, y casi mejor porque al paso que van mi hermano y los demás, y lo que veo alrededor, lo más probable es que tenga que meterlos a rastras en el coche de Noah.

Consigo llegar hasta la barra esquivando cuerpos sudorosos que se frotan entre ellos, y no puedo evitar que me repugne; el olor a sudor y a alcohol agrio, hace mi estómago se revuelva. Necesito otra Coca-Cola con urgencia, es lo único que consigue que mis nauseas se estabilicen. Creo que es más bien psicológico pero que vamos a hacerle, el efecto placebo siempre funciona.

—¿Qué te pongo? —La voz del camarero me llega del otro lado de la barra. Suspiro un momento mientras pienso si pedir algo más fuerte, pero rechazo la idea casi al segundo.

—Una Coca-Cola. —El chico asiente y deja el refresco sobre la barra para recoger el dinero que le doy.

Suspiro mientras echo el contenido de la botella en el vaso mientras observo con calma al camarero.

No es mucho mayor que yo, o al menos eso parece. Es atractivo, de una manera algo ruda pero atractivo sin duda. Los músculos de sus brazos se marcan en las mangas de su camiseta negra con un dibujo de... no sé, lo que parecen palmeras. La poca luz de este sitio no me permite ver demasiado bien los tonos oscuros, pero eso no me pasa con sus vaqueros blancos, que relucen con las luces de neón de este maravilloso sitio, así que mis ojos bajan por los músculos bien marcados de su espalda, hasta su trasero.

Puedo asegurar que veo un maravilloso trasero bien formado y que, con toda probabilidad, esté más duro que una piedra. Lástima que ni si quiera vaya a tocar uno así en mi vida.

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