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Los cuentos de hadas son hermosos

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Los cuentos de hadas son hermosos.

De ellos me inspiró.

Pensando en que yo soy aquella princesa que necesita a su príncipe para bajar de la torre o que lo despierten con un beso.

Pero simplemente es por qué amo que los demás me vean a mi.

¿Muy egocéntrico? Seh, lo sé.

Pero eso dejo de ser algo de prioridad cuando lo conocí.

Roier era la personificación de un pequeño secuaz: torpe, chistoso y con una afinidad muy propensa a qué le pasaran cosas muy malas.

Pero por algún motivo yo lo veía como un príncipe, aquel que me tomaba de la mano y me decía que no fuéramos a lanzarles rocas a los chicos que me decían cosas, aquel que impedía que me comiera el último chocolate por qué mi límite es de cinco (en ese entonces).

Roier era todo lo que quería para que estuviera a mi lado.

¿Pero entonces aún sabiendo esto no me confieso?

No es simple.

No cuando el admite que no sabe que sentir sobre mi.

Que soy su mejor amigo, que soy quien hace que sonría cuando está triste, que soy muchas cosas para el.

Pero no está seguro de que me ame.

Aun así, aquí estamos, mirándonos, yo a punto de salirme de la fachada de que no me importa lo que dijo y que todo esto es simplemente cosas sin importancia y que mi hermano lo vale.

—¿Entonces la aceptaste?

—Es una gran oportunidad, así le puedo decir que no me interesa.

Ya había vivido lo mismo.

De un chico también castaño pero con los ojos rojos.

En un lapso había peleado con Roier, por qué el quería saber que se sentiría estar con la clase media, no lo culpo, Ale también tuvo la misma pregunta, pero entonces nos enojamos y peleamos por ello.

No volví a saber de él después de dos años.

Año en que yo ya había conocido a luzu.

Y que casi hace que sienta algo por el.

Si no fuera por qué su ex no podía tolerar que su desecho fuera de alguien más.

Ya había vivido esa maldita fase donde "No va a ser nada, Alex" y terminaría siendo en el peor de los casos, la unión que necesitaban para que pudieran estar juntos.

Le dolía el pecho, más sabiendo que mi hermanito estaría sufriendo en alguna parte del campus.

—Si tu lo dices.

La campana sonó, esa era la señal de todos para irme a casa, no me despedí, mi mente estaba en automático buscando a mi hermano, lo encontré con el vagabundo que me estaba robando al amor de mi vida.

El típico ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora