Maurelle.
Cuando fui creada, la guerra mágica había acabado, y el ejército de mi padre habia ganado.
O eso parecía.
Cuando el pergamino dictó el futuro, mi padre me sometió a rigurosos entrenamientos.
De mi dependia acabar con ellas cuando llegara el día.
Me asignaron esos trabajos, esos entrenamientos, como un castigo por no haber arrancado el problema desde la raíz.
Estuve ahí.
En el Inframundo, cuando nació la descendiente de la Luna.
De niña me la pasaba mucho en el Inframundo, me gustaba estar cerca de todo ese caos, claro que ahora me gusta mucho más el Tártaro.
Conocí a esa señora por accidente, ella iba corriendo de un lado a otro ese día.
La seguí por curiosidad y cuando llegué al lugar donde se había escondido...
La mujer estaba en trabajo de parto.
Unas señoras la ayudaron en todo el procedimiento, hasta que nació la niña, la dejaron a un lado en una especie de cuna, mientras atendían a la madre.
Me acerqué a ella por curiosidad, quería saber como se veía un bebé.
Era muy pequeña y pálida.
Ella abrió los ojos para mirarme, me sonrió y eso fue suficiente para que las sombras que siempre me seguían, se escondieran.
Cuando trate de tocarla, ella empezó a llorar al mismo tiempo que se escuchaba otra bebé.
Eso fue todo, mi padre se enojo mucho conmigo, y me dió la tarea de destruirlas. Realmente no me interesa la desendiente del Sol, yo la quiero a ella, a la nueva Luna, convertirla en mi juguete, ver de que maneras puedo torturarla.
Ella sería la más peligrosa para nosotras ya que al ser de la Luna puede contrarlar nuestras sombras. Pero no ha desarrollado esos poderes, no ha cumplido veintiuno.
Son más fáciles ahora, puedo capturarlas y divertirme un poco...no suena mal.
Sentí una corriente por todo el cuerpo, y cuando abrí los ojos me encontraba en un bosque, con árboles diferentes a los de nuestro mundo.
-Es aquí —Sonreí mirando a mi alrededor, traté de caminar para acostumbrarme a mi nueva forma, lo cual era algo odioso.
Cualquier criatura que pase el portal, cambia su apariencia para no llamar la atención en el mundo en el que esté.
Tenía que darme prisa, Layla no tardaría en aparecer.
Mi maldito dolor de culo.
Hubieron muchos cambios con la llegada de mi gente, pero hubo dos cosas que no pudimos cambiar.
El trabajo de las hijas de Eros y a la maldita guardiana.
Lo intentamos, cambiar de guardiana y matar a Leila, en vano. Cuando Leila estuvo cautiva, los portales dejaron de funcionar, se apagaron por completo y eso no le causó ni una pizca de gracia a mi padre.
Tuvimos que dejar a Layla vivir, hasta que llegara el momento.
Claro, porque no son esos inútiles los que lidian a diario con mister perfeccionista idiota reina de las malditas ninfas.
Rodé los ojos de solo pensar en ella, y con ayuda de mis sombras empecé a moverme más rápido.
Iba a seguir avanzando hasta que sentí una presencia poderosa a mi alrededor.
Seguí esa presencia, hasta llegar a un pequeño claro.
Donde cerca del lago se encontraba una mujer de espaldas. Era alta, tenía una especie de cosa en la cabeza que le cubria todo el pelo y no dejaba verlo, lo mas curioso eran las serpientes a su alrededor.
-Tus sombras espantan a mis bebés —Fueron sus palabras antes de girarse en mi dirección y dejándome ver una gran venda en los ojos.
-¿Quién eres? Recordaría tu cara — Me mantuve en alerta, con cada movimiento de ella.
-Eso es porque nunca estuve en tu mundo, no pertenezco allá —Agarró una de las serpientes y la empezó acariciar.
Grandioso y decían que la rara con animales era yo.
-Puedo ayudarte, se porqué estás aquí y a quienes estás buscando —Levanté una ceja y ella siguió hablando— Fue gracias a mí que esas niñas se reunieran antes de tiempo.
-¿Qué ganas con eso?
Ella giró la cabeza.
-Un trato.
Me empecé a reir.
-¿Quieres un trato? ¿Para que? De todas formas voy a matarte, cariño no haces tratos conmigo.
-No quiero eso—Volvió hablar, y le presté atención, vaya que era interesante esa mujer—Ustedes son los únicos que saben donde están los antiguos dioses, te llevo a las chicas y tu me entregas al Rey del océano.
-¿Poseidón?—Pregunté y la ví apretar los dientes y a sus serpientes enloquecer—¿Por qué?
Ella no habló por unos segundos.
-Tiene cuentas pendientes por lo que le hizo a mi madre.
Vaya.
¿Quien diría que Medusa tuvo una hija?
Eso explicaría a esas serpientes.
Sonreí.
-Acepto, realmente me da completametnte igual si matas o te quedas con el, pero— Con un movimiento de mi mano, las serpientes murieron en un instante—
Ella se alteró pero antes que siquiera tuviera la oportunidad, envolví a mis sombras alrededor de su cuello en forma de cadena.
-Tu eres ahora mi esclava, si te portas bien seguiré nuestro trato pero un solo fallo o traición en mi contra, te voy a despedazar parte por parte — Mientras más hablaba, la cadena de sombras se iba apretando a su cuello— Soy Maurelle y desde ahora, tú me perteneces ¿He sido clara?.
Ella logro asentir.
-Perfecto ahora vámonos, paciencia fue algo con lo que no fui creada en estos casos.
Nos envolví a ella y a mi en gruesas sombras, para ser transportadas a otro lugar.
Después de todo, la guardiana habia llegado, ella puede encontrarlas más rapido, y eso es algo que mi orgullo no puede permitir.
Espérame Luna, espérame, mi diversión contigo pronto va a comenzar.
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Las Descendientes Del Sol Y La Luna
FantasiCuando hablan de historias mágicas lo primero que se les viene a la cabeza son lobos, vampiros, sirenas bla bla... Pero... ¿Alguna vez escuchaste la historia de sus creadores? En este mundo existen muchos dioses y diosas que gobiernan en el mundo hu...