Ultimatum

56 2 0
                                    




Narra Andy

El edificio en donde vivía no tenia ascensor porque contaba con pocos pisos al ser antiguo, lo cual jamás me hizo problema hasta hoy, que debía subir una maleta de bodega, cabina, y mi cartera gigante. Después de un esfuerzo físico que se sintió fatal por el hambre y falta de sueño, logré entrar a mi casita luego de 20 días. 

Una vez que aterrizamos le escribí inmediatamente a Juan para decirle que había llegado bien a Chile.

Mi jefa nos había dado el resto de día libre a todos, pero de igual forma, revisé mi correo institucional para ver que cosas habían acontecido en nuestra ausencia. Todo un aterrizaje forzoso seria volver al trabajo mañana porque eran millones de cosas pendientes y audiencias muy próximas que tocaban preparar en tiempo récord. Solo suspiré y apagué el computador.

Amaba estar devuelta en casa, mi ambiente y mi espacio, pero se sentía muy vacío. Extrañaba ya con locura a Villamil y habían pasado solo unas 12 horas desde que nos separamos, pero tenia que acostumbrarme, porque no me casaría con una persona normal, sino con una que probablemente no vería en semanas o meses lo cual me hizo cuestionarme si podría lidiar con eso porque ya estaba llorando por echarlo de menos. Sí, sí. Soy la misma Andrea ruda, distante y un poco apática, pero es que cuando se me derrite el corazón soy un merengue sufriente.

A las seis de la mañana aproximadamente había llegado a Santiago y a mi casa cerca de las nueve; tenia todo el día para descansar, pero aun así sentía que necesitaba una vida para reponerme. Como que el trajín de los aeropuertos me agotaba demasiado. Así que me bañé y decidí tomar una siesta. Yo misma me sorprendí cuando desperté porque mi teléfono vibraba insistentemente y al mirar por la ventana de mi cuarto me di cuenta de que estaba oscureciendo.

Villa: ¡amor! ¿pero que le pasaba que no contestaba el teléfono? ¿está bien? -me preguntaba con un tono de voz notablemente preocupado-

Andy: perdón cariño, llevo dormida todo el día prácticamente, estoy agotada -confesé-

Villa: ¡pero amor la he llamado todo el dia! ¡me estaba preocupando!

Andy: lo siento mi amor, de verdad que no sentí el teléfono para nada

Villa: entiendo, tranquila. Oiga amor, ¿mañana trabaja?

Andy: si cielo, mañana vuelvo -dije con desanimo-

Villa: ¿y a que hora se va a la oficina?

Andy: puedo salir de aquí máximo a las 07:45, ¿por qué?

Villa: no, pues, para ir aprendiéndome sus horarios y actividades y dígame ¿a que hora regresa a casa?

Andy: mañana tarde amor, calculo que tipín 19:30-20:00, porque no tengo nada para comer y necesito pasar a comprar para abastecerme

Villa: bueno entonces como a esa hora la llamo, ¿le parece? la dejo descansar ahora. Descanse mi vida, la amo mucho, la extraño socia -me dijo y se escuchaban las burlas de los chicos de fondo-

Andy: te amo socio, te extraño mucho también. Mañana hablamos, esperaré tu llamada

___o___

Y como ya dije, el edificio en donde vivía no tiene ascensor  lo cual jamás me hizo problema hasta hoy de nuevo, porque había terminado un día laboral horrendo, lleno de pendientes, volúmenes exagerados de trabajo por realizar, causas por millares y ahí iba yo, subiendo, a penas, con mi baja moral a cuestas y millones de bolsas del supermercado, todo esto, en taco aguja. Si ya se, pésima idea, omitan el comentario.

Llegue a la puerta de mi casa y tire las bolsas al suelo buscando desesperada las llaves del departamento que no encontraba por ningún lado de mi cartera. 

Pero él no me miróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora