Vladimir.
Despierto con la sensación de haber dormido por horas, y también con la sensación de que mi pequeña conejita se ha ido de mi lado. Lo que no me agrada demasiado.
Tengo que admitir que haberla encontrado tiritando de frío lejos de casa me había cabreado como la mierda, y Olena me escucharía decir un par de cosas al respecto. Pero haber podido dormir con ella y disfrutar de una tina caliente....bueno, había sido el cielo.
Sin embargo, la tranquilidad de la mañana se ha perdido por completo en cuanto una nueva risa masculina llega desde el otro lado de la puerta, que está lígeramente entreabierta y todo el buen humor que podría hsber tenido, desaparece de inmediato. Mi hermano está en casa, y eso significa que ha de estar pasandola de lo lindo interrogando a Lumila sobre mil cosas.
Maldiciendo internamente mientras salgo de la cama, tomo una respiración profunda antes de salir y enfrentar de nuevo a mi familia. El aroma a algo dulce y jodidamente delicioso llama mi atención, además de hacer rugir mi estómago. En la sala encuentro a Peter, mi hermano menor, sentado junto a mi madre y mis hermanas mientras rien entre ellos, sin embargo, al no ver a Lumila alrededor consigo ponerme nervioso.
— ¿Donde está, Lumila? — pregunto llegando junto a mi madre, que me da una mirada de reproche
— Buenos días a ti también — se queja, mi hermano, que conoce la historia con Lumila y sabe lo posesiva que es nuestra madre, se ríe entre dientes.
— No has cambiado nada, Vlad — se queja, incorporandose para ofrecerme un abrazo, pretendo estar irritado pero lo recibo. Deseando que la semana acabe pronto y así poder volver a concentrarme netamente en Lumila y nuestra "situación "
— Tu...amiga — Dice mamá mirandome con frustración — Está atrás, ha insistido en prepararte algo de comer...como si mi avena no fuera suficiente.
Suspiro, demasiado cansado por todo el trabajo de la noche anterior para discutir con mi madre, me limito a asentir e ir en busca de Lumila, que en efecto está en la parte trasera de la cocina, completamente dentro de la despensa, lígeramente llena de harina, pero luciendo completamente...contenta.
— ¡Despertaste! — Dice mirandome con sorpresa y haciendo un puchero malditamente adorable — Solo desperté hace cinco minutos — Se queja.
— Es dificil dormir si no estás a mi lado — Replico, tanteando el terreno ante la evidente animosidad de la mujer, me inclino en busca de un beso, sarisfecho conmigo mismo cuando lo consigo, es un beso corto y ella se aparta luciendo nerviosa.
— Quería llevarte el desayuno a la cama — Explica — Anoche hiciste tanto por mi y....
— Hey, nada de eso — Aseguro, tomando su mano y besandola con cuidado, disfrutando finalmente de poder tocarla libremente — Si alguien tiene que descansar eres tu, estás creando un ser humano ¿recuerdas? — Acaricio su vientre, recordando la forma en que finalmente había cedido la noche anterior, sé que aún camino sobre terreno delicado, pero es dificil resisitirme cuando ella parece finalmente tan dulce y receptiva. Si hubiera sabido que una ducha caliente y un masaje en los pies me habria puesto en este punto, lo habría hecho hace mucho.
Lumila suspira, pero niega, es una mujer terca me recuerdo.
— Estoy embarazada, no incapacitada — asegura, antes de añadir — Puedo hacer un desayuno.
¿Como puedo decirle que no?
La ayudo a llevar los ingredientes a la cocina, y me mantengo cerca, lígeramente irritado de tener que interactuar con mi familia, sin embargo, planteo mi posición al sentarme cerca de la encimera, donde puedo ver a Lumila de cerca sin estar apartado de mis hermanos.
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Maldita Promesa - A Hoffman Story
RomanceUna noche. Un beso. Fue todo lo que bastó para sacudir su mundo entero, una simple caricia y había caído completamente en los encantos de la mujer. Solo tenía que conseguir que ella le creyera. Lumila estaba embarazada, recién divorciada y con el c...