Margo tenía razón. Ella sabía que para ser capaces de vernos, de realmente vernos, primero teníamos que agrietarnos.
Decepcionarnos.
Fallarnos.
Perdernos.
Y rompernos.Pero lo que ella no nos dijo fue que una vez que has dejado que te vean, y has sido capaz de ver, no hay marcha atrás.
Y entonces te pasas el resto de tu vida viendo a los demás como lo que realmente son: simples personas.
Y ellos dejan de verte como esa compleja idea de chica imposible a la que nunca nadie le han roto el corazón,
porque se dan cuenta de que yo siempre lo he tenido hecho pedazos.No dejeis que Margo os engañe.
