Decidimos matarnos poco a poco, dejarnos llevar por el placer para acabar rotos, intentando encontrar cada pedacito de nosotros.
Quisimos quemarnos, arder de felicidad cuando sabíamos que no la merecíamos y que tarde o temprano la vida nos la devolvería porque es muy hija de puta.
Decidimos perdernos de nuevo incluso antes de encontrarnos. Le gritamos al mundo que no podía quitarnoslo todo. Nos quisimos tarde y nos odiamos pronto.
Fuimos libres bailando bajo la lluvia en las noches de verano. Pero por encima de todo eso, fuimos felices porque quisimos, porque pudimos y porque no nos importó nada más que serlo.
Y puede que no sea justo y que no dure eternamente. Que sea como una maldita autodestrucción, como ir directo a besar la boca del lobo o como cruzar la calle sin mirar a los lados. Pero creo que merece la pena recibir unas cuantas quemaduras, sólo por sentir el calor.
Y llamadme loca, o psicópata, o suicida pero la vida es mucho más bonita desde que las páginas en blanco no me dan vértigo y desde que dejé de pensar antes de saltar.